Capítulo 79: Encuentro fortuito

diciembre 25, 2017

A la criada Du la sobrecogió el miedo, Li Min Feng se apresuró a hacerla volver en sí y llamó a un doctor. El doctor apareció con su maletín de medicina y corrió a tomarle el pulso a Da Furen al ver la situación. Entonces, su expresión se tornó imponente.
–Doctor, – solicitó Li Min Feng. – ¿mi madre está bien?
–Esto… – La expresión del sabio no era nada buena.
–¡Déjate de murmullos!  – Dijo Li Min Feng.
–Da Furen tenía un simple resfriado al principio, – empezó el doctor. – pero ahora ha sufrido una conmoción y ha escupido sangre por un ataque de corazón por ansiedad. Por lo que he observado por su pulso está en mal estado, si pulso es débil. Si no cuida su salud, me temo que…
El rostro de Li Min Feng cambió. La salud de Da Furen siempre había sido buena y, sin embargo, ahora tenía un pulso débil.
–Voy a recetar algo que ayudará a su corazón. Haced que se tome la medicina, vigilad su reposo, que no fuerce el cerebro. Nada de pensamientos molestos, si no, ni Buda podrá salvarla. – El doctor suspiró y sacudió la cabeza.
Cuando el doctor salió para escribir la receta, la criada Du se secó las lágrimas de las esquinas de los ojos y dijo:
–¡Todo es porque San Xiaojie ha hecho enfadar a Da Furen!
–¡Esa pequeña zorra se ha aprovechado! – Li Min Feng rechinó los dientes. Nunca había pensado que ellos lo habían llevado demasiado lejos y que ahora, Li Wei Yang tan sólo les estaba devolviendo un poco de su propia medicina. – ¡Voy a buscar a padre! – Determinó Li Min Feng con un rostro lleno de ira: quería poner en un buen aprieto a Wei Yang.
–¡Quieto! – El rostro de Da Furen era mortecino y la mujer se debatía por gritar. – ¡No permitas que nadie se entere de que mi enfermedad es grave! ¡No molestes a nadie! ¿Me oyes?
Li Min Feng miró a su madre sorprendido.
La criada Du temía decir nada más y se apresuró a darle la pastilla para el corazón de Da Furen que le había dejado el médico.
–Prepara un carruaje. Mejoraré después de descansar.
–Madre, ¡el doctor te ha mandado reposo!
–¡Cállate! ¿Quieres que me quede aquí sentada mirando cómo tu hermana sufre en ese horrible lugar? – El enfado de Da Furen volvió a surgir causándole un dolor extremo en el corazón.

*         *        *        *        *

Por la tarde, un pájaro se posó en el hombro de Li Wei Yang. La muchacha sonrió y le sacó la tira de papel que llevaba atada en la pata.
–¿Qué es eso, xiaojie? – Preguntó Bai Zhi.
–Zhao Nan ha enviado un mensaje, – respondió Li Wei Yang a la ligera. – Da Furen acaba de salir en un carruaje.
–¿No está enferma? – Bai Zhi se sorprendió.
Li Wei Yang sonrió con una pizca de frialdad en su mirar.
–Va a buscar ayuda.
–O sea que… – Empezó la joven criada. – ¿va a la residencia Jiang Guo Gong? Pero, el padre y los hijos de Jiang Guo Gong no están en la capital. Da Furen sabe perfectamente que no se puede aplacar ni el agua, ni la distancia.
Li Wei Yang parpadeó.
–Te estás volviendo más y más lista.
–Me he vuelto más capaz por seguirte, xiaojie. – Bai Zhi se sonrojó.
Li Wei Yang no pudo evitar reír.
–Aunque Jiang Guo Gong no esté, sigue teniendo una esposa a la que le gusta meterse en asuntos ajenos. Es obvio que Da Furen va a ir a pedirle ayuda a una mujer como esa.
–Entonces… – Bai Zhi preguntó preocupada. – Si Jiang Lao Furen interviene…
Li Wei Yang sonrió misteriosamente y no dijo nada.
Si su predicción era correcta, aunque Jiang Lao Furen tomase cartas sobre el asunto, Da Furen estaba destinada a llevarse una decepción.

*         *        *        *        *

Cuando Da Furen llegó de la residencia Jiang Guo Gong, la criada Du ayudó a Da Furen a apearse del carruaje. Li Wei Yang la esperaba en la entrada con la cara llena de sonrisas. A pesar de que Da Furen se había dicho a sí misma que no iba a enfadarse, en su corazón habitaba un fuerte resentimiento que surgía sobretodo al ver esa sonrisa de Wei Yang. La odiaba todavía más cuando no podía señalarla, darle una buena regañina y echarla de la casa. Era una lástima, lo pensaba, pero no se atrevía a hacerlo.
Esa joven, esa doña nadie, era la Xianzhu y por el momento le gustaba al Emperador y a la Emperatriz viuda. Da Furen pensó en su hija a quien había criado como una flor, un poco más y habría tenido un futuro maravilloso y, no obstante, ahora estaba guardando la estatua de Buda, comiendo verduras y dejando correr los días. ¡¿Cómo iba a tragarse todo aquello?!
–¡¿Dónde vas, Wei Yang?!
Li Wei Yang alzo la cabeza para comprobar la hora. Su indiferencia hizo a Da Furen rechinar los dientes con odio y maldecirla en su corazón.
–Vaya, ya has vuelto, madre. Hoy es el festival de los faroles. Lao Furen nos ha dado permiso a San Di y a mí para ir a verlo para que no nos aburramos. ¿Quieres venir? Oh, se me había olvidado que no te encuentras bien. Me temo que no soportarías el viento nocturno, deberías quedarte en casa a descansar. – Li Wei Yang puso una cara de lamento y, justo entonces, vio la ira en el rostro de su madrastra.
Li Min De salió vestido con un atuendo precioso, animado y con un brillante y colorido látigo en la mano. Cuando vio a Da Furen no pudo evitar sonreír.
–Oh, tú también estás. – Habló como si no hubiera nadie. – San Jie, vamos, el festival empezará dentro de nada.
Li Wei Yang sonrió y subió al carruaje. Li Min De no se sentó dentro del carro con ella, sino que se montó a lomos del corcel blanco, miró a Da Furen desde el lomo del animal y sonrió de una forma extraña.
Da Furen vio su sonrisa y sintió un escalofrío, como si algún espíritu maligno hubiese posado sus ojos en ella.
¿Desde cuándo tenía esos ojos este niño? Da Furen sintió un miedo inmenso en su corazón y retrocedió un paso cayendo en el respaldo de su criada. Entonces, los vio partir con una expresión contrariada.

*         *        *        *        *

Ya en su lecho no conseguía dormirse, sólo podía retorcerse por la cama. En la residencia Jiang Guo Gong las cosas no habían ido como esperaba: su madre la había regañado.
–Eres demasiado estúpida. Es sólo una niña, dale una dote, cásala y se acabó el problema. ¡¿Por qué luchas con ella por superioridad?! Mira que te lo he dicho muchas veces, pero tú sigues igual con tu manía de buscar la superioridad en los demás. ¿No te has parado a pensar que siendo la madre principal de la casa Li y con la familia Guo Gong apoyándote la familia Li no te puede hacer nada? No, siempre igual, tienes que tenerlo todo en tus manos y por intentarlo ahora toda la familia Li te odia.
Su madre la quería y, mientras la familia Jiang continuase existiendo, Li Xiao Ran no podría hacerle nada sin importar el mal que ocasionase.
A pesar de que Jiang Lao Furen le había prometido que iría a hacerle una visita en la residencia de los Li para presionar a Li Xiao Ran y conseguir que Li Zhang Le pudiese volver antes, Da Furen no pudo evitar molestarse al recordar lo sucedido.

*         *        *        *        *

En esos momentos la ciudad se había vuelto una escena festiva. Desde el carruaje se podía apreciar el grandioso ambiente, los magníficos edificios, las carreteras anchas, los árboles verdes y los sauces a cada lado de los caminos. Se habían encendido faroles exquisitamente decorados y se oía música y risas provenientes de los restaurantes de las calles. Oficiales de alto rango y mercaderes, estudiantes, poetas y plebeyos, todos reunidos apostando, jugando a adivinanzas, cantando y emborrachándose. Había faroles de todo tamaño y forma debajo de las barandillas y encima de los puentes.
Li Wei Yang ordenó que detuvieran el carruaje y se dirigió al mercado a pie junto a Li Min De.  El joven le pasó un velo.
–¿Cómo eres tan antiguo con lo joven que eres? – Li Wei Yang se rió.
Li Min De miró a su alrededor. Había muchas señoritas a ver el festival y todas iban vestidas llamativamente, pero muy pocas llevaban velo. Pensándolo bien, las jóvenes de buena familia llevaban más de un sirviente, por lo que no llevar velo no era la gran cosa. Sin embargo, si se supiese que la hija del Primer Ministro no lo llevaba, se podrían escapar cuchicheos.
Li Min De frunció el ceño y, Li Wei Yang, que no quería cubrirse con el bochornoso velo, se apresuró a acercarse a una paradita. El puesto estaba lleno de falorillos decorados, sin duda, su calidad era inferior a la de los artesanos que contrataba la familia Li, pero debajo de la primera capa de la luz se había dibujado una sonrisa casi infantil, era adorable.
Li Wei Yang eligió el farol con forma de conejo y estudió los ojos rojos del animalito sumida en sus pensamientos.
En sus momentos más difíciles, ella también había vendido farolillos de papel como esos. En aquel entonces, había sido feliz a pesar de su pobreza. Li Wei Yang sonrió pensando en que todo había acabado hacía mucho tiempo. Se dio la vuelta para mirar a la luz tenue como si fueran estrellas esparcidas por el cielo, como se volviese a reencarnar.
Li Min De la observó desde cierta distancia. Le parecía que Li Wei Yang en esos momentos tenía demasiadas penas, pero sabía que la joven no le contaría nada a nadie sobre ello. La observó sin parpadear, ¿qué secretos escondía su corazón?
Justo entonces, un alboroto molestó a Li Wei Yang. Se giró y se formó un corrillo delante de ella donde se escuchaban latigazos y quejidos.
Se acercaron y descubrieron a un hombre espléndidamente vestido golpeando a una mujer débil. La mujer tenía la cabeza gacha, el hombre la había tirado al suelo de los latigazos y ella se dedicaba a murmurar sin parar.
–¿Quién son? – Preguntó Li Min De a un hombre que tenía a su vera.
–Oh, es la mujer de un mercader rico. – El anciano sacudió la cabeza. – Al parecer le ha dado tres hijas a su esposo, pero es incapaz de tener varones por lo que la degradaron a concubina y su marido se casó con otra. Se ve que hasta se presentó en la boda para dar problemas y, al final, la echaron. Y bueno, se acaban de encontrar en el mercado.
Li Wei Yang escuchó sus palabras, echó un vistazo y descubrió a una joven hermosa al otro lado del anciano observando a la mujer del suelo con cierta mofa.
–Está loca. ¡Mira, no puede ni hablar!
–Sí, loca y mentirosa. ¡Lo mejor sería que se muriera sola en algún sitio!
–Ella es la que no puede tener hijos y le echa las culpas a otra. ¡Su marido no la ha repudiado, ha sido generoso y le ha dado la posición de concubina!
–Exacto. ¡Qué cara dura!
Los hombres que los rodeaban se burlaron, hablaron de uno en uno, como si estuvieran viendo algún tipo de teatro.
La mujer del suelo se hizo un ovillo. Las ropas que le cubrían el cuerpo estaban rasgadas y a través de los agujeros se veían cicatrices azules y negras, e incluso sangre. La mujer levantó la cara, siendo consciente de que alguien la estaba mirando, dejando a la vista su párpado caído, la nariz rota, las mejillas amoratadas y la boca sangrante: era imposible imaginar su apariencia anterior. Cualquier testigo de semejante rostro huiría. Li Wei Yang no se movió, estudió con detenimiento las heridas del rostro de la mujer y sintió como se le arremolinaba la ira.
Li Min De miró al hombre con frialdad y le preguntó:
–¿Quieres detenerle?
Li Wei Yang sacudió la cabeza. Todo el mundo tiene que pagar el precio de su comportamiento y ella había jurado que no volvería a ser una buena samaritana.
–¡Para!
Justo en ese momento, alguien corrió a ponerse delante del hombre y le cogió el látigo de la mano.
El hombre levantó la cabeza para encontrarse con un joven alto y con la cara oscura.
–¡¿Y tú quién eres?! – Espetó el hombre enfadado.
–Mi señora me ha dicho que como vuelvas a pegar a esta mujer, te lo devolverá por diez.
El hombre se sorprendió, pero se enfadó aún más. Entonces, una joven vestida en sedas salió de entre la multitud.
–Señorita, estoy pegando a mi concubina. ¿Por qué metes las narices?
Li Wei Yang miró de soslayo a la muchacha y la reconoció de inmediato: no era otra que la querida hija del Emperador, la princesa Jiu.
–¡Aunque sea tu concubina, sigue siendo una persona! ¡No puedes pegarle como a ti te venga en gana!
–¡Ja! – El hombre rió exageradamente y le dio una patada a la mujer del suelo con desdén. – ¿A una mujer inútil se la sigue considerando persona?
Li Wei Yang seguía observando tranquilamente, mientras que la princesa Jiu se sobresaltó.
–Ya me he enterado de que no consigue darte un hijo varón, pero sigue siendo tu mujer legalmente, ¿cómo la puedes tratar así? ¡Alguien acaba de decir que la has degradado a concubina, pero según los estatutos sólo puedes divorciarte de ella si no hay ningún nacimiento en siete años! ¡Pero ella ya te ha dado tres hijas! ¡¿Por qué la degradas a concubina?! ¿Cómo tienes dinero te atreves a saltarte las leyes establecidas por nuestro Emperador? ¡¿No quieres vivir?!
El hombre estaba atónito. Las palabras de la princesa indignaron a la multitud y algunos de los presentes empezaron a condenar al hombre. En realidad, no se indignaron por la mujer, sino porque el hombre hubiese ignorado las leyes del imperio.
Siendo consciente que incitar a las masas podía ser peligroso, el hombre permitió que la mujer se levantase del suelo y se marchó con ella con la cabeza gacha por el bochorno.
La princesa Jiu sintió que había luchado por la justicia, satisfecha miró a todos los presentes y aceptó sus elogios.
–Vámonos. – Le dijo Li Wei Yang a Li Min De viendo que el espectáculo había terminado.
No había tenido intención de cruzar ni una palabra con ella desde un principio, pero un hombre vestido elegantemente le barró el paso. Llevaba los mejores materiales, con pocos accesorios y vestía con mucha más modestia que la mayoría de los ricos, sin embargo, su cuerpo emitía un aura radiante y atraía la atención de las gentes.
Se trataba de Tuoba Yu a quien su hermana, la princesa Jiu, había obligado a ir a ver los faroles. El joven nunca se imaginó que se encontraría a Li Wei Yang. Entre el sinfín de gente hermosa que había allí reunida, su figura era particularmente deslumbrante. Pero, pensándolo mejor, su postura era bella pero no poseía ninguna característica extraña, por lo que, Tuoba Yu no tenía respuesta para el por qué para él esa joven era tan especial.
–Qué coincidencia, Xianzhu. – Tuoba Yu sonrió como si nada.
Li Wei Yang sonrió con un rostro tranquilo, sin mostrar ápice de sorpresa.
–Sí, se ve que Su Alteza también está aquí.
De hecho, Li Wei Yang ya le había visto antes, pero no tuvo ninguna intención de saludarle. El motivo por el que le había ayudado anteriormente era para no permitir que Tuoba Zhen se saliera con la suya, no porque tuviese algún tipo de interés en su lucha por el poder. Sin embargo, ahora Tuoba Yu la había parado y la princesa Jiu la regañó.
–¿Por qué no has ayudado si la has visto?
–¿Ayudar con qué? – Li Wei Yang alzó la ceja.
–A la mujer esa, claro. – Contestó la princesa perpleja. – ¡tendrías que haberla ayudado! ¡Daba mucha pena! ¿Cómo puede ser que te hayas quedado al margen a mirar?
–¿Crees que la has ayudado, princesa? – Preguntó suavemente Li Wei Yang.
–¡Por supuesto!  – La princesa llevaba una falda de satín con perlas blancas de plata y dos horquillas que la hacían parecer más mayor de lo que era, más rica y más poderosa.
–¡Acabas de hacerle mucho daño! – Li Wei Yang rió con un rayo de luz en los ojos.
–¿Por qué? ¡La he salvado!  – La princesa se ruborizó, intentando provocarla.
–Princesa, – dijo Li Wei Yang sonriendo. – si no hubieses intervenido, ese hombre la habría pegado un poco, la habría dejado y no la habría vuelto a molestar, pero ahora que te has metido en sus asuntos y has hecho público que ha violando las leyes, piénsalo, ¿no crees que se encargará de la mujer para que no haga algo malo para él?
La princesa Jiu se sorprendió y empalideció.
–¿Cómo… cómo puede ser?
Li Wei Yang suspiró.
–Princesa, piénsalo, es un hombre de corazón duro, ¿crees que cambiará por unas cuantas palabras tuyas?  Además, podría haberse ido solo, ¿por qué se ha marchado con la mujer? Ahora… Mucho me temo que tiene malos sentimientos por ella. Princesa, ¿no crees que tal vez no deberías haberte metido en este asunto?
–¡Enviaré a alguien para que los traiga!
La princesa iba a hacer una seña, pero el príncipe Qi la detuvo, sonrió y le dijo:
–No hace falta, ya he enviado a alguien para que los siga.
La princesa Jiu suspiró aliviada y Li Wei Yang se limitó a mirar a Tuoba Yu.
El rostro del príncipe era frío, pero acarició con dulzura la cabeza de su hermana.
–Jiu Mei, ¡no vuelvas a precipitarte! ¡No volveré a ayudarte!
La princesa puso mala cara, obviamente insatisfecha, pero entonces, recordó algo, miró a Li Wei Yang y dijo:
–Soy una niña, así que no sé nada, pero tú si lo sabías, ¡¿Por qué no me has dicho nada?!
Li Wei Yang rió en silencio. La princesa era quien había cometido un error y, aun así, intentaba darle la culpa a otro. ¡Qué tontería! Reflexionó unos instantes, curvó los labios y sonrió con indiferencia en su mirar.
–Princesa, aunque ese hombre sea cruel, ¿crees que la mujer no se merece lo que le está haciendo? Se habían divorciado, pero ella siguió comportándose como una loca y molestándoles sin parar. ¿Quién tiene la culpa? En mi opinión tendría que haberle dado las gracias a su marido. Aunque su marido la traté con indiferencia, al menos puede vivir la segunda parte de su vida libremente. Si tanto le necesita, casi mejor que se haga monja.
A la princesa Jiu no se le pasó por la cabeza que la joven le diría algo así y se quedó aturdida unos segundos.
Li Min De avanzó unos pasos.
–Vámonos.
Cuando la princesa vio a Li Min De se quedó atónita y escuchó el sonido de sus latidos, tan fuertes como un martillo. Inconscientemente, se tocó el pecho, confundida. Jamás había sentido algo así por nadie a primera vista, estaba desconcertada. Cogió aire, disipó el rubor de su rostro y dijo:
–¡Con que tú también estás por aquí!
Li Min De no le prestó la más mínima atención a la jovencita que había conocido como “príncipe Ba”.
–Con permiso.
La princesa Jiu, a la que nunca habían tratado con tanta frialdad, explotó:
–¿Cómo te atreves a hablarme así? ¡¿No me reconoces?!
Li Min De miró el rostro de la muchacha, totalmente en blanco. Li Min De rebuscó entre sus conocimientos cuando había escuchado como la llamaban. La mayoría de las hijas del Emperador estaban casadas, la única que todavía seguía soltera era la novena, que tenía la misma edad que él: Xiang Lan.
Sabía quien era, pero, ¿qué más daba?
La princesa delante de él esperaba a que Li Min De recordase quien era pues nadie se atrevería a tratarse de esa manera.
Li Wei Yang no pudo evitar reír. Esa jovencita era muy interesante. Era inocente, caprichosa, amable, curiosa y terca. Suspiró pensando en su vida pasada: quién sabe si la suya era buena suerte o mala por haber nacido con esa personalidad en la familia real.
Tuoba Yu seguía de pie bajo la fría luz blanca de la luna. Su alta figura detenía el frío y emitía un toque de calidez.
–Ya que nos hemos encontrado, podríamos pasarnos por Cai Yue Lou.
Cai Yue Lou era el restaurante más grande de la Capital con vistas a la luna y un paisaje precioso en el que era muy difícil conseguir sitio.
La princesa sabía que Li Min De haría lo que Li Wei Yang dijera, por lo que olvidó el asunto y corrió a cogerle del brazo.
–¡Vamos! ¡Vamos!
La niña hablaba con los ojos encantadoramente iluminados, casi intentando halagarla. A Li Wei Yang le gustaba la princesa, seguramente su aprecio por la muchacha se remontaba a su vida pasada ya que ella había sido la única que la había tratado bien. Tal vez aceptó la petición de la niña porque conocía el final de su vida.
Porque sabía que la ingenuidad de aquella princesa no duraría muchos años.
Ignorando el por qué, los ojos de Li Wei Yang se llenaron de agua, pero, antes de nada, parpadeó y volvió a brillar.
–Muy bien, vamos.
La princesa Jiu sonrió y dio un salto. Su puro corazoncito no podía albergar tristeza, por lo que ya había olvidado el asunto de hacía unos minutos. Empezó a correr tirando de Li Wei Yang, mientras que Li Min De y Tuoba Yu las seguían desde atrás caminando sin prisa.
–San Gongzi. – Empezó a decir Tuoba Yu de repente. Li Min De alzó los ojos y le miró, pero el príncipe sonrió y añadió. – Nada.
Li Min De no preguntó nada más y atrapó a las chicas.
–¿Habéis encontrado algo raro? – Preguntó Tuoba Yu a los soldados que tenía detrás.
–Su Alteza, – susurró el líder. – la criada de Li Wei Yang tiene un nivel muy alto de artes marciales. Hay otro escondido entre los soldados y creo que debe haber muchos más, pero, perdóneme mi señor, soy incapaz de descubrir lo que esconden.
Tuoba Yu estaba seguro de tener razón y frunció el ceño. No era raro que Li Wei Yang tuviese gente tan talentosa como Zhao Yue, con la que había peleado, escondida en las sombras, pero ¿qué quería proteger? Por algún motivo que ignoraba, Li Min De se había vuelto más tranquilo, no, mejor dicho, se había vuelto más profundo. Estaba seguro que ese cambio tenía que tener algo que ver con las misteriosas personas que se escondían entre las sombras y, la identidad de aquel muchacho no podía ser tan simple si era capaz de movilizar a tanta gente.

*         *        *        *        *

Cai Yue Lou era tal y como decían los rumores: delante de un rio, con apariencia de lujo y un interior elegante y delicado. Nadie sabía lo mucho que habría costado conseguir semejante escena. Se sabía que dentro del local había todo tipo de divertimientos, como apuestas o bellezas.
Li Wei Yang miró por la ventana y vio como el rio y el cielo se habían fusionado en la oscuridad. El único lugar en el que parecía ser de día era Cai Yue Lou. Da igual en qué planta te sentases, era un lugar destacable.
Li Wei Yang contempló la caligrafía que decoraba las paredes de la habitación que los habían preparado.
–El dueño sabe gastar su dinero. Esto es una obra auténtica del maestro Liu, de la dinastía pasada. Que haya una obra así en un restaurante para que la gente puede admirarla…
–¡Ah, esto se lo tendrías que decir a Qi Ge! – La princesa Jiu soltó una risita.
–¿Eso significa que Cai Yue Lou te pertenece? – Li Wei Yang alzó una ceja.
–En un principio era de mi tío, – Tuoba Yu sonrió. – pero se cansó de llevarlo y me lo dio.
Tuoba Yu tenía el favor del Emperador, una familia materna ventajosa y Cai Yue Lou, que era un lugar perfecto para reunir información, y, sin embargo, Tuoba Zhen acabó ganándole la partida. Qué triste. Li Wei Yang era consciente de lo mucho que Tuoba Zhen lo esperó y cuánto se esforzó para conseguirlo y también sabía que Tuoba Yu nunca había sido lo suficientemente malvado.
–Tenemos un invitado. – Li Min De bajó la cabeza y miró a la escalera.
Li Wei Yang se dio la vuelta para mirar a la persona alta, elegante, de atuendo simple que les observaba con la ceja levantada y los ojos ardiendo con ambición.
–¿San Ge? – Tuoba Yu se rió.
Tuoba Zhen no tenía nada que hacer allí esa noche.
–Qué coincidencia. Había venido a contemplar la luna y me encuentro con todos vosotros.
¿Coincidencia? ¿Dónde veía la coincidencia? Los ojos de Li Min De se tornaron fríos. Ni el encuentro con Tuoba Zhen, ni el del príncipe Qi, Tuoba Yu eran cosa de suerte. Si lo que les interesaba era su familia, tendrían que estar intentando conseguir a Li Zhang Le, ¿por qué corrían a plantarse delante de su San Jie? Li Wei Yang era hija de una concubina, ¡no les servía de nada!
–La brisa refrescante y la luz blanca de la luna son elegantes e interesantes, me pregunto si soy bienvenido a beber con vosotros. – Tuoba Zhen rió con ganas.
Tuoba Yu echó un vistazo a Li Wei Yang y vio cómo sus ojos se volvían gélidos, pero, justo cuando iba a rechazar a su hermano, la princesa Jiu sonrió y dijo:
–¡Vamos, ven, San Ge!
Li Wei Yang sacudió la cabeza. Para la princesa Jiu no existía el mal en este mundo. ¿Cómo iba a imaginarse que el hermanito que tanto la mimaba y la cuidaba era un demonio come-personas?
En su vida pasada, Tuoba Zhen había eliminado al príncipe heredero, el príncipe Wu y al príncipe Qi por ser sus contrincantes en la sucesión, e incluso aprovechó el momento para matar a los otros príncipes a pesar de que no suponían ninguna amenaza. La princesa Jiu, por culpa de todo aquello, fue a palacio muchas veces para rogar y llorar. Su ingenuidad no le permitía entender por qué el hermano que siempre había sido tan cariñoso con ella había cambiado tanto.
El Emperador la casó con el nieto legítimo de los Luo Guo Gong, Zhang Feng, no obstante, Tuoba Zhen no estaba complacido con ese matrimonio y decidió enviar al marido de su hermana a la frontera y casarla otra vez. No obstante, nunca se imaginó que la princesa Jiu preferiría abandonar su título de princesa y irse a la frontera con Zhang Feng.
Li Wei Yang miró cómo Tuoba Zhen sonreía delante de ella y recordó la mofa de su rostro en aquel momento. No permitió que su hermana estuviera con Zhang Feng en la frontera. Primero la encerró sin mencionarle que tendría que volverse a casar porque su marido había sido enviado a una tortura. Cuando se enteró, la muchacha sintió que le clavaban cuchillos en el corazón y pidió que le permitieran ser castigada junto a su esposo, pero Tuoba Zhen le dio la espalda. El resentimiento escondido de la princesa acabó poniéndola enferma y, poco después, acabó estando al borde de la muerte. Antes de morir le rogó a Tuoba Zhen que la enterrasen junto a su querido Zhang Feng, pero su hermano les enterró en tumbas a miles de millas y con suma modestia: no fue para nada el enterramiento que se esperaría de una princesa. La Li Wei Yang de ese momento se sorprendió por la crueldad de Tuoba Zhen y la muchacha le dio pena. Siempre había pensado que Tuoba Zhen tenía la razón en todo. Enfrentarse al príncipe heredero y al príncipe Qi había sido cuestión de vida o muerte, pero aquella vez descubrió que tal vez nunca había conocido realmente a su marido. No comprendía por qué era tan cruel con la hermana que nunca le había amenazado.
Después de aquello, cuando pasó todos aquellos años en el palacio frío se dio cuenta que era porque el corazón de Tuoba Zhen era oscuro. Había querido a su hermana sólo en apariencia, pero, de hecho, siempre había odiado y detestado los favores y los honores que había recibido. Su marido siempre había estado decidido a poner bajo sus pies, a manipular el destino y así quedarse tranquilo de todos aquellos que le habían menospreciado alguna vez.
Tuoba Zhen entró en la habitación con su elegancia natural.
–¿Cómo has venido?  – La princesa Jiu tenía la cara llena de felicidad. – ¿Tú no eres siempre obediente? ¿Cómo te has escabullido?
Tuoba Yu sonrió.
–¿Te crees que San Ge es como tú? Si ha venido es porque tenía algo que hacer. – Entonces, habló con los que estaban fuera. – Traed a la señorita Zhi Yan, por favor.
En Cai Yue Lou había gente que sabía tocar instrumentos como en todos los restaurantes, pero a diferencia de los establecimientos más modestos, allí todos eran expertos en caligrafía, música, ajedrez y pintura. Y, a no ser de conseguir el consentimiento explícito, ningún cliente podía acercarse a las mujeres que trabajaban allí. Cai Yue Lou era un lugar prestigioso, un lugar donde se reunían los aristócratas, no un local inicuo. Todo aquel que se atreviese a causar problemas, no acabaría bien. Y era precisamente por eso, que no sólo acudían hombres ricos, también las hijas de las casas ricas organizaban cenas allí.
La señorita Zhi Yan que había nombrado el príncipe Qi era la más destacable de todas las expertas del lugar.
–Wei Yang jiejie, – la princesa Jiu de repente miró a Li Wei Yang mientras esperaban. – ¿sabes? Tú también estás en la clasificación de bellezas de Da Li.
–¿Clasificación de bellezas de Da Li? – Aquello era insólito, nunca lo había oído nombrar.
–La primera de la lista es tu hermana, Li Zhang Le. – Tuoba Yu habló y rió. – Tú estás la novena.
Li Wei Yang sonrió. Que estuviera en la lista con su apariencia ya era suficientemente sorprendente.
–¿Cómo puede estar en la lista si no suele aparecer en público? – Li Min De preguntó arqueando las cejas.
Tuoba Yu miró a Tuoba Zhen y contestó.
–Tienes razón, la mayoría de las bellezas de la lista son de familias gentiles, de estatus altos y pocos logran ser testigos de esas bellezas. Pero, siempre hay aquellas que se hacen famosas por sus hazañas, tu Dajie, Xianzhu, es una de ellas.
El motivo por el que Li Wei Yang había entrado en la lista no era por su apariencia, sino por su baile de agua y pintura.
Li Wei Yant notó la expresión de Tuoba Yu y se dio cuenta que el asunto debía tener algo que ver con Tuoba Zhen. AL parecer, pretendían meterla en medio.
–Las bellezas son como flores y nubes. La mayoría de la gente no conoce a las señoritas de la lista y difícilmente se las encuentra. Pero la señorita Zhi Yan es diferente. Es una belleza encantadora y amable, además, su música despierta admiración. Viene de una familia pobre y lleva tocando desde hace tres años, cuando llegó a la Capital, consiguió fama y por eso la introdujeron en la lista de bellezas.
Li Wei Yang solía quedarse en casa y obviamente ignoraba todas estas cosas.
–Desde que la señorita Zhi Yan – Tuoba Yu empezó a hablar incansablemente. – empezó a actuar ha rechazado a todos sus pretendientes: nobles, escolares, e incluso gente de talento destacable. Por eso, aunque ya tiene veinticinco años y la mayoría de mujeres de su edad ya están casadas y con hijos, ella sigue por ahí, haciendo suspirar a la gente.
Parecía que al príncipe le daba pena y Li Wei Yang no pudo evitar mofarse. Los hombres son algo muy extraño: creen que el destino de una mujer es casarse y tener hijos, continuar el linaje, pero ellas también son personas. ¿Por qué los hombres pueden contribuir y conseguir hazañas, mientras que las mujeres tienen que seguir su destino? Era ridículo que, al igual que la mujer del mercado de hacía un rato, si una mujer no era capaz de dar a luz varones se la pudiese tratar como a un cerdo o un perro.
Tuoba Yun rió al ver la expresión de Wei Yang. Sabía que su hermano encontraba interesante a Wei Yang, pero… Ignoraba si su interés provenía del que se tiene por una mujer, o por el valor que tenía utilizar a Wei Yang.
La señorita Zhi Yan abrió la puerta y entró. Su cabello negro flotaba como una nube, llevaba horquillas decoradas con borlas de cristal en los moños. Tenía un rostro blanco y las esquinas de los labios finos ligeramente curvados en una sonrisa. Toda su cara era meticulosamente bella, sin esa combatividad de los humanos. Se quedó allí de pie, digna, callada y elegante.
–Señorita Zhi Yan, – Tuoba Yu habló sonriendo. – tócanos una canción, por favor.
Zhi Yan bajó la cabeza y cantó mientras tocaba el instrumento. Su voz era melodiosa y su pronunciación clara, como un riachuelo pasando por las rocas lentamente, como una suave lluvia cayendo sobre los azulejos del techo, como perlas de jade cayendo sobre platos de oro, o como la luna de Jiangnan, o como el viento y el norte helado de la gran muralla. Cada jirón y cuerda bajo los delgados dedos de la mujer enredaban el corazón, absorbía el cuerpo agradablemente.
Es difícil encontrar una habilidad así, pensó Li Wei Yang. Si Li Zhang Le supiese de la existencia de semejante hermosa y romántica mujer, no le permitiría asomar la nariz durante mucho tiempo.
–¿En qué piensas, Zianzhu? – Preguntó Tuoba Yu de repente.
Li Wei Yang contempló a Zhi Yan y no puedo evitar contestar algo como esto:
–Pensaba en que Su Alteza sabe cómo disfrutar. Qué belleza y qué canción tan hermosa.
Tuoba Yu rió.
Los ojos de Li Wei Yang se posaron en Li Min De que no había hecho ni un solo sonido y apreció que la mirada del muchacho, que tenía en Zhi Yan, era algo diferente. A Li Wei Yang le pareció extraño, ¿se conocerían? No, Li Min De salía cada día, pero era para estudiar, no se encontraría con una mujer del estatus de esta. Pero estudiando su apariencia, no parecían ser completos desconocidos.
–Su Alteza, – preguntó Li Wei Yang en voz baja. – ¿de dónde es la señorita Zhi Yan?
Tuoba Yu sonrió y contestó.
–Es de Cang Zhou.
Tuoba Yu investigó con detenimiento a cada persona del restaurante para no cometer errores, ¿por qué Wei Yang le habría preguntado algo así de repente?
Li Wei Yan volvió a mirar a Li Min De, que ya había bajado la cabeza, de soslayo. ¿Quién sabe en qué estaría pensando?
La princesa Jiu se embriagó escuchando la canción y al otro lado, Tuoba Zhen que vio cómo hablaban Li Wei Yang y Tuoba Yu en privado, pensó que se estaban contando algo íntimo y no pudo evitar fruncir el ceño.
–¿De qué habláis? No creo que sea algo que el resto no podamos saber.
Li Wei Yang alzó la vista y le miró.
–Su Alteza San, ¿en lugar de escuchar la canción estás pendiente de lo que hacemos nosotros?
Tuoba Zhen se puso furioso. Sabía que no era peor que Tuoba Yu, pero su linaje no era tan bueno como él. Sin embargo, hasta entonces, nadie había osado despreciarle con tanta claridad.

¡Li Wei Yang, qué buena eres! ¡Muy buena! ¡Tienes agallas!

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