Capítulo 11: El territorio del norte (parte 2)

enero 13, 2018

Lucia se pasó los días durmiendo para recuperarse. Tuvo que descansar durante otros dos días hasta que por fin dejó de sangrar. Se sentía mucho mejor y, aunque sus muslos todavía estaban algo entumecidos, era soportable.
La joven era la única persona sin nada que hacer antes de partir, el resto estaba ocupado encargándose de las necesidades de última hora. Jerome estaba principalmente concentrado en comprobar las raciones de comida y la medicina de urgencia para su viaje, además de las comodidades para su señora.
Había catorce empleados trazando un itinerario detallado para su viaje hasta el norte. Lucia, sus dos criadas, Jerome, Anna, las tres hermanas mudas, cinco criados y cuatro caballeros iban a viajar juntos. Justo cuando la nueva duquesa disfrutaba de su último té antes de partir, Jerome decidió presentarle a los cuatro caballeros que iban a viajar con ellos.  Cuando la joven accedió, Jerome dejó pasar a los hombres.
Pensaba que Sir Krotin vendría con nosotros.
No reconocía a ninguno de los caballeros. Sir Krotin había llegado corriendo a la finca con tanta vehemencia que le había causado bastante impresión. Sin embargo, pensó que preguntar por alguien que no estaba presente sería una grosería, por lo que decidió no hacerlo.
Uno de los caballeros estaba a mitad de sus veinte, el resto eran unos cuatro o cinco años más mayores. Todos estaban esperando en la puerta, quietos como una estatua. Guardaban las distancias con Lucia que seguía sentada en el sofá del recibidor.
–Jerome, ¿hay algún motivo por el que los caballeros tengan que quedarse tan lejos?
–No, es una medida de precaución para no asustarla, señora.
Los caballeros eran altos y robustos, y si le añadían las armaduras, parecían gigantes. Todos iban equipados con una espada larga en la cadera. Las mujeres solían asustarse cuando los tenían cerca.
–No pasa nada. Diles que se acerquen. Al menos debería ser capaz de reconocer sus caras. Si hay alguna emergencia no podrán mantenerse alejados.
A Lucia aquellos hombres tan vigorosos y altos no la asustaban. Si así fuera no habría podido acercarse al duque. Había aprendido de su sueño que el físico de una persona no la definía ya que había sido la dueña de una tiendecita de reparación de armas y armaduras de caballeros.
–Entendido, señora.
Los caballeros se le acercaron hasta quedarse a unos pocos pasos. Jerome los presentó por sus nombres, uno a uno, mientras que cada uno iba asintiendo con cortesía.
–Mi señora, – dijo el más mayor. – haremos todo lo posible por protegerla y ofrecerle la mayor comodidad posible, pero hay algo que debe tener en mente. Estoy seguro de que no se va a dar esta situación, pero en caso de que nos viéramos envueltos en algo peligroso, por favor, no deje el lado de Sir Heba.
El líder de los caballeros le presentó a Sir Dean Heba, el más joven de los cuatro.
–¿Por qué? ¿Por qué Sir Heba va a protegerme en lugar del líder de los caballeros?
–Porque es el más habilidoso.
–No lo entiendo. Por lo que sé, el rango de un caballero se decide por habilidad, no por edad.
Los caballeros se miraron entre ellos con un extraño fulgor en los ojos. La muchacha había nombrado una regla no escrita que seguía todo el mundo, una costumbre secreta que sólo conocían aquellos que trabajaban con caballeros cerca.
–Eso es… Porque Sir Heba es…
–Se lo explicaré yo mismo. – Como el líder de los caballeros no consiguió responder, Dean se adelantó. – No soy de alta cuna, ni he sido formalmente aceptado en ningún grupo de caballeros. Soy un caballero de sangre plebeya.
–¿Y?
Dean pensó que sus palabras bastarían para convencer a la joven, pero ella le tomó por sorpresa volviéndole a preguntar.
–Porque… Tal vez mi señora se puede sentir incómoda.
–Resumiendo, pensabais que desconfiaría de un caballero plebeyo.
–…Así es.
–Tu estatus no decide tus habilidades. No deseo romper las normas de los caballeros. Sir Heba, por favor, lidere el grupo de caballeros.
Los ojos de Dean temblaron cuando volvieron a mirar a Lucia, entonces, agachó la cabeza.
–Sí, señora. – Respondió con muchísimo más respeto.
Cuando Jerome permitió marcharse a los soldados, expresó su sorpresa.
–Señora, no sabía que estaba al corriente de las normas de los caballeros. Temía que se fuera a sentir incómoda con ellos y me preocupé mucho. Sir Heba es verdaderamente talentoso a pesar de su corta edad. Le ascendieron a caballero oficial antes sin tener que pasar por el período de prueba.
–Vaya. Eso sólo es posible después de quedar primero en una competición de monta de caballo o esgrima. Debe ser muy talentoso. Qué sorpresa. Parece muy inocente por su apariencia.
–Señora, vuelve a sorprenderme una vez más. Es usted una experta.
Lucia le dedicó una sonrisa como respuesta.
No había trabajado en la herrería demasiado tiempo, pero esa experiencia había afectado muchísimo a su vida. El Conde Matin había sido obseso, sí, pero su cuerpo era enorme. A pesar de su corta estatura siempre la había intimidado.
Los soldados que visitaban su herrería habían sido mucho más altos y grandes. A veces, incluso de apariencia aterradora, pero todos habían sido gigantes amables sin punto de comparación con el Conde Matin. Gracias a ellos, Lucia fue capaz de abrirse y confiar con mayor facilidad en los demás.
Por supuesto, entre ellos también había un porcentaje que eran escoria. Estos exigían las reparaciones y posponían el pago. Entendiendo su “ya te lo pagaré” como “nunca”. De vez en cuando, los otros caballeros pillaban a esta basura y le daban lo suyo en su nombre. La diferencia entre los sicarios y los caballeros era como el cielo y la tierra. Los caballeros se enorgullecían de sus armas mucho más que los demás.
Si así hubiese terminado su historia, su vida habría sido preciosa.
Se enamoró de un hombre que se arruinó y perdió su herrería. Al principio, había creído que era un caballero, pero más tarde se enteró de que no era así. Sí que había sido un caballero, pero le habían echado por motivos desconocidos. A los otros caballeros les enfureció que su honor hubiese sido mancillado y le ayudaron a encontrarle, sin embargo, nunca consiguió el dinero que había perdido.
Debería haber desconfiado de aquel apuesto y fuerte hombre desde un principio. Nunca le había pedido placeres carnales y siempre tuvieron un amor platónico, por lo que lo confundió por alguien puro e inocente.
–¿Sir Krotin no va a venir con nosotros?
El rostro de Jerome se paralizó momentáneamente.
–¿Cómo es que le conoce?
–Le vi venir corriendo a la finca hace unos días. Pensaba que iba a unirse a nosotros.
–No es así. Le han ordenado proteger al príncipe heredero.
–No parece gustarte demasiado.
–…Más que disgustarme… es problemático.
Sir Krotin no debe ser un mal chico.
Si el significado detrás de las palabras de Jerome era que Krotin era temperamental y salvaje era comprensible. Seguramente ese era el motivo de su apodo: “perro loco”.
Lucia imaginó a un perro salvaje y dulce rodando y correteando por ahí.

*         *        *        *        *

Su primera experiencia con la puerta fue decepcionante. Sus alrededores se apagaron y sintió cierto mareo, pero ya está. Fue sorprendente el haber podido recorrer tanta distancia en un abrir y cerrar de ojos, pero lo que le habían dicho que podría ver la vasta tierra mientras viajaba había sido una mentira.
Los tres carruajes avanzaron por la tierra. Uno de ellos cargaba con Lucia y otras cuantas mujeres. Las otras dos eran para que los criados y los caballeros pudiesen descansar en rotaciones durante a lo largo del viaje.
El camino avanzó sin problemas y que no cayese ni una sola gota de lluvia durante todo el viaje fue de gran ayuda. Viajaban durante horas, entonces paraban para comer y continuaban. Entonces, se detenían para acampar y, en cuanto el sol asomase por el horizonte, volvían a la carretera otra vez. Aunque podrían haber ido por la ruta larga, con la que se tardaba el doble, y descansado en pueblos y ciudades, decidieron llegar cuanto antes y, por eso, no se encontraron con ningún pueblo hasta que llegaron a su destino.
La última noche antes de llegar al castillo, los guardias indicaron cuál era un buen lugar para acampar y ordenaron a los criados que lo preparasen.
En cuanto el carruaje se detuvo, Jerome acercó su caballo hasta el coche de Lucia y llamó a la ventana. Jerome no había entrado en ningún carruaje en todo el viaje, sino que había montado con el resto de los caballeros. La ventana, que había estado cerrada para evitar polvo, se abrió.
–Mi señora, esta noche acamparemos aquí.
–¿Ya puedo bajar?
Jerome se giró hacia los soldados y, después de examinar el área, asintió.
–Sí.
Lucia y otras tantas mujeres bajaron del carruaje al poco rato. Todo el mundo estaba fatigado y pálido. Sentarse en el carruaje durante un periodo largo de tiempo era agotador y las carreteras no estaban pavimentadas como en la capital, por lo que el coche no paraba de sacudirse.
Lucia aguantó todo el viaje en silencio. No pronunció ni una sola palabra de queja, por lo tanto, el resto de mujeres tampoco podían hacerlo. Gracias a la duquesa, llegaron a su destino en un tiempo récord.
–Mi señora, ¿tiene nauseas? – Preguntó Anna.
–Estoy bien, gracias a ti me encuentro mucho mejor.
El viaje causaba nauseas y dolor de cabeza. Anna no se limitó a recetar medicación para la incomodidad de Lucia, también utilizó una técnica especial en los puntos de presión de su mano para reducir las nauseas y el dolor de cabeza durante todo el viaje. Sus habilidades ayudaron muchísimo a la joven.
Lucia y Anna dieron un paseo por las cercanías. Dean, que había estado a cargo de la protección de la duquesa durante todo el viaje, las siguió de cerca.
El resto ayudaron a montar el campamento. Alimentaron a los caballos, prepararon la comida y recogieron leña para la hoguera. Habían escogido un lugar llano y se habían asegurado de que no hubiese ningún animal salvaje por ahí.
A lo lejos, un caballero repasó la menuda figura de Lucia y habló con los sentimientos a flor de piel.
–Estoy más que dispuesto a aceptar cualquier trabajo de escolta mientras sea para alguien como ella.
El resto de caballeros se unieron a la discusión.
–La señora de la casa del duque de Taran es una persona maravillosa.

*         *        *        *        *

Una fina capa de nieve cubría el terreno cuando se despertaron para continuar su trayecto. Viajaron durante toda la mañana hasta la hora de comer.
–Señora, ya casi hemos llegado. ¿Ve aquello de allí? Es Roam.
Jerome señaló donde acababa el camino amarillento y empezaba la hierba verde. Allá adelante se podían apreciar edificios de diversos tamaños y, en medio de todas las estructuras, se alzaba un enorme castillo: su destino.
En cuanto Lucia fue capaz de ver Roam, toda la fatiga que había ido acumulando durante el viaje desapareció y fue reemplazada por nerviosismo. La persona a la que quería conocer y con la que quería encontrarse estaba dentro de aquel palacio.
Lucia se enteró que el duque de Taran tenía un heredero a los cuarenta años. En ese momento, el chiquillo acababa de entrar a la edad adulta y debía tener casi veinte años. Por lo tanto, su hijo debía tener unos cuatro o cinco años ahora mismo.
En cuanto el carruaje rodó por la hierba, la muchacha dejó de preocuparse por el polvo y abrió la ventana. Disfrutó del aire fresco y la brisa que entraba a través de la apertura de su carruaje y apreciaba el paisaje. Los caballeros y Jerome montaban cerca de ella.
Jerome sólo es un mayordomo, pero… Parece llevarse bien con los demás caballeros.
Aunque Jerome había descansado un momento en el carro a mitad de trayecto, había estado viajando con el resto de los caballeros la mayor parte del viaje, hablando y descansando con ellos. El mayordomo y los caballeros no parecían tener ningún vínculo, pero se llevaban bien.
Llegaron antes de tiempo. Habían predicho que llegarían bien entrada la noche, pero sólo era por la tarde. El carruaje se apresuró al castillo del duque de Roam, la capital del norte.
Los ciudadanos se paraban y cuchicheaban entre ellos conforme avanzaba el carro. El que cargaba con la duquesa eximía un león negro en la cima.
Pasaron el puente que llevaba al castillo y empezaron a sonar las cuernas.
Había variars torres de vigilancia fuera de las murallas, escuelas y patios de entrenamiento. También había habitaciones espaciosas para que los soldados pudiesen descansar. Todos los caballeros de detuvieron de repente y saludaron con una reverencia al carruaje.
El carruaje prosiguió hasta el interior de palacio y se detuvo en la torre central. Allí, docenas de criadas y criados les esperaban para recibirles. Jerome abrió la puerta del carruaje y muchas criadas bajaron de las escaleras. Lucia descendió por las escaleras con Anna detrás de ella y estudió el lugar.
Las paredes de piedra de la torre central parecían llegar al cielo. Había otras muchas torretas adjuntas a esta y los cien sirvientes que la esperaban ahí la saludaron con las cabezas bajas.
–Señora, por favor, pase.
Lucia siguió a Jerome desde atrás, pasando de largo a los muchos sirvientes de la casa. La puerta de la torre central estaba hecha de madera pesada que parecía acero. Cuando se abrió dejó a la vista un salón muy espacioso.
–Señora, ha pasado por mucho durante el viaje.
–No he sido la única. Todo el mundo se ha esforzado. Jerome, dirige tu atención a aquellos que han viajado junto a mí para que puedan descansar bien, por favor.
–Sí, señora. Me encargaré de prepararlo todo, no se preocupe. Señora, ¿qué le gustaría hacer? Si desea descansar, la llevaré a sus aposentos.
–Me gustaría saludar a la gente del castillo.
–Podrá saludar al servicio en otra ocasión.
–No me refiero a los empleados. Me gustaría saludar a los padres del duque. Si no está su padre, su madre también sirve. Quiero saludar a sus parientes.
–No hay.
–¿Nadie…?
–Sí. El anterior duque y duquesa abandonaron este mundo hace tiempo, eso también incluye a sus parientes y hermanos. Mi señor, el duque, es el único miembro vivo de la familia Taran.
Los pensamientos de Lucia se complicaron.
¿El único? ¿Y su hijo?
Se abstuvo de preguntar nada sobre aquello. Tal vez nadie conocía la existencia de aquel niño todavía, sin embargo, el duque había hablado de ello como si no fuera nada del otro mundo.
–…No estoy cansada. Quiero visitar.
–La guiaré por el castillo.
Aunque era muy espacioso, el diseño era simple.
–La primera planta consiste de muchos recibidores, salas de conferencias y un comedor. Si sale por la puerta del comedor llegará al jardín.
–¿Hay un jardín? Quiero verlo.
–…No se haga muchas ilusiones, por favor.
Cuando Lucia entró en el jardín se quedó muda. El jardín era increíblemente vasto, pero a pesar de que estaban en primavera, no había ni una sola flor, sólo los arboles y arbustos que habían ido creciendo durante todo el año.
Jerome tosió avergonzado.
–Por motivos administrativos…
–¿Por qué creáis un jardín si lo vais a dejar en este estado?
–La duquesa construyó el jardín cuando estaba viva. Pero en su ausencia el jardín ha acabado así. Sería horrible dejarlo a su suerte, por lo que decidimos dejarlo así.
–¿El duque es quien lo ordenó?
–El duque no se para a pensar en cosas como el jardín.
Cierto, era obvio.
Decidió volver al salón de la primera planta.
–Si sube a la segunda planta por las escaleras de la izquierda, se encontrará en los aposentos de mi señor y mi señora. Ambos tienen su propio dormitorio, recibidor y baño. Si sube por las escaleras de la derecha, se verá en la oficina oval de mi señor.  Los dos lugares están en la segunda planta, pero es imposible acceder directamente. Hay que volver al comedor.
–Jerome, quiero preguntarte una cosa.
Lucia no había podido dejar de pensar en su hijo. Puede que su identidad fuese un secreto, pero Jerome debía saber sobre él.
–Antes has dicho que mi señor es el último del linaje de los Taran…
–Sí, señora.
–Pero… tiene un hijo.
Jerome empalideció.
–¿…Perdone?
–Mi señor tiene un hijo, así que no es el último de su linaje, ¿verdad?
–Señora… ¿Lo… sabía…?
–Por supuesto.
–…Pensaba que no.
–Vaya, Jerome. ¿Crees que mi señor no me informaría de la existencia de su hijo? No es de ese tipo de personas. –Jerome sabía qué “tipo” de persona era el duque. – Pensaba que lo vería al llegar. ¿Dónde está?
–El joven amo… no está en Roam en estos momentos.
–¿Dónde está?
–En un internado.
–¿No será por mí?
–No. Mi señor lo decidió hace mucho tiempo.
–¿Mucho tiempo? ¿Cuántos años tiene el joven amo?
–Este año cumplirá los ocho.
Estaba sorprendida por que el hijo de él fuese mayor de lo que esperaba. ¿Ocho años? ¿Cuántos años tenía el duque cuando tuvo a su hijo? Unos diecisiete o dieciocho.
…Con que fue prematuro.
Si tuvo a su hijo a los diecisiete, ¿a qué edad empezó a intimar? A pesar de que la sociedad aceptaba las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, eso era demasiado pronto.
–¿…Cuándo volverá?
–No estoy seguro. No ha vuelto desde que ingresó en el internado.
–¿Nunca…? Entonces, ¿mi señor ha ido a ver a su hijo?
–Por lo que sé, nunca le ha visitado.
Lucia se quedó confundida. ¿No favorecía mucho a su hijo? ¿No era el motivo por el que se había casado? Aunque era un bastardo, pensaba que el duque amaba a su hijo lo suficiente como para conferirle su título.
–Señora, si tiene más preguntas sobre el joven amo, será mejor que se lo pregunte a mi señor. No tengo permitido divulgar información tan a la ligera.
–…Entiendo. ¿Cómo se llama?
–Demian.
Demian, Demian, Lucia repitió el nombre una y otra vez.

*         *        *        *        *

Roam era un castillo antiguo de más de cien años. A pesar de que su apariencia externa parecía antigua, su interior era limpio y cómodo por las reformas y el mantenimiento que se había llevado a cabo desde hacía años. Lucia amaba cada rincón. Estaba satisfecha con su vida. No tenía que levantar ni un dedo para que le hicieran la comida, le cambiaban las sábanas automáticamente y le preparaban el baño. No se podía quejar de nada.
Jerome entró al recibidor con un plato en la mano que dejó en la mesa de delante de Lucia. Lucia no escuchó el más mínimo estrépito.
Normalmente, la gente tenía dos mayordomos distintos: uno para la capital y otro para el ducado, sin embargo, Jerome se encargaba de los dos lugares. Era joven pero muy competente.
–Señora, es una tarta recién hecha.
El aroma de las manzanas y el azúcar moreno se mezclaban en la tarta.
–Vaya, parece deliciosa. Gracias por la comida.
–No coma demasiado, por favor. Sino no se acabará la cena.
–¿No puedo cenar esto y ya? Si me como así cada día me pondré gorda.
El desayuno y la comida siempre eran simples, pero la cena era un festín que no tenía nada que envidar a un banquete. Le preocupaba que el duque se arruinase a ese ritmo, sin mencionar los aperitivos de entre horas.
Jerome era muy amigable. No sólo él, todo el mundo se comportaba de una manera excelente y se esforzaban temiendo que la duquesa se sintiese mal. Por eso se esforzaban tanto con sus comidas
Acababa de casarse y, de repente, tenía que vivir en un lugar extraño totalmente sola sin su marido. Normalmente, las mujeres lloraban, pero la velocidad de adaptación de Lucia era como un cactus en un desierto.
–Jerome, tengo curiosidad sobre algo.
–Sí, señora. Hable, por favor.
El grácil mayordomo le sirvió el té como siempre.
–Las rosas de despedida las envías tú, ¿verdad?
La tetera se le resbaló de las manos a Jerome y su contenido se derramo por todas partes. Jerome contempló el té que había caído al suelo aturdido. Acababa de cometer un error que no podría negar jamás. Unos segundos después, Jerome volvió en sí, cogió la tetera y ordenó a las criadas que le trajesen una toalla.
–Perdóneme, señora.
–No pasa nada, no me has mojado. ¿De quién fue la idea de las rosas?
A Jerome un sudor frío le recorrió la espalda. Inconscientemente, movió los ojos en busca de ayuda, pero no encontró a nadie. Era imposible encontrar su acostumbrada expresión tranquila y serena, en su lugar, sólo había seriedad y nerviosismo, como si estuviese a punto de entrar en un terreno peligroso.
–Después de pensarlo bien, no creo que el duque fuese tan detallista. No creo que te ordenase hacerlo personalmente.
–…Señora, eso es…
–No pasa nada, ya lo sé todo. Fue idea tuya, ¿verdad, Jerome?
–…Sí, lo empecé a hacer arbitrariamente…
–¿Envías rosas rojas para despedirte? ¿No es un poco cruel?
–…Son… amarillas. Rosas amarillas.
–Ah, con que son amarillas. ¿Por qué amarillo de todos los colores?
–…El amarillo significa adiós entre otras cosas.
–Guau, ¿de veras? ¿Cómo sabes tanto? Debes ser todo un romántico, Jerome.
La voz de Lucia era tan alegre y energética que Jerome consiguió tranquilizarse. Cuando las criadas llegaron para limpiar el desastre su corazón ya se estaba organizando.
–…La mujer de mi hermano pequeño tiene una floristería. De vez en cuando me habla de las flores y me acordé de esto.
Por supuesto, siempre compraba las rosas en la tienda de su cuñada. Fabian lo consideraba matar dos pájaros de un tiro. Conseguirlo era felicidad para todos. Su cuñada se entregaba en corazón y alma en hacer el ramo más bello de todos.
–Con que tienes un hermano pequeño.
–Oh, parece que no se lo conté. Es el ayudante personal de mi señor, Fabian. ¿Le ha conocido ya?
–Ah, por supuesto. Ambos sois muy…
–Sí, no nos parecemos, aunque somos gemelos.
–Dios, qué sorpresa. Hay muchos gemelos en la finca del duque. Jerome, los cocineros jefes también lo son, las criadas también… Qué interesante. No me digas que las tres hermanas… Ah, pero ellas son hermanas, no gemelas.
–Eso parece, señora. Mi señor también tenía un gemelo.
–¿Tenía un hermano?
Jerome cerró la boca rápidamente. Había cometido otro error. En ese corto periodo de tiempo ya había cometido dos errores gigantescos. Y uno de ellos era un chivatazo, el error que más despreciaba el duque. El rostro de Jerome se llenó de desesperación y bochorno. Lucia lo comprendió rápidamente.
–¿Es algo que no debería saber?
–…No es eso. Su gemelo falleció. Es algo que hubiese descubierto con el tiempo, pero hubiese sido mejor que se guardase como un secreto… Y será mejor que no hable del tema con mi señor.
Jerome parecía muy preocupado, por lo que, aunque tenía mucha curiosidad sobre el tema de las rosas y de su hermano, Lucia decidió cambiar de tema.
–Vale, continuemos con lo de las rosas. ¿A quién le enviaste las últimas?
Jerome volvió a sudar. En realidad, el mayordomo prefería hablar sobre el hermano gemelo del duque que sobre aquello. Si alguien le salvase de ese momento, estaría dispuesto a abrazarle y besarle con lengua.
–Te he dicho que no pasa nada. ¿Puede ser que fuese a la señorita Lawrence?
–…Sí, ¿cómo lo sabe?
–Pues me he enterado por ahí. Oh, si la última que recibió las flores fue ella… ¿La condesa Falcon?
Jerome estaba a punto de enloquecer. Su señora no dejaba de soltar bombas por la boca y, por eso, había perdido toda su compostura. Nadie le había dado tantos problemas.
–Cuando rompió con la señorita Lawrence, todavía se encontraba con la condesa Falcon. ¿Ella no debería haber sido la última en recibir las rosas? – Jerome no contestó. – No pasa nada, dime la verdad.
El pobre Jerome no se percató del verdadero temor de la mujer que le estaba hablando. De haber estado presente, Fabian le habría dicho que ese era precisamente el motivo por el que no podía salir con nadie.
–…Mi señor no me ha dado la orden…
–Mmm… – Lucía puso mala cara. – Eso significa que todavía se encuentra con ella.
–¡No! ¡No es verdad! Desde la boda no la ha visto ni una sola vez. Lo juro por los cielos.
Lucia estalló en carcajadas.
–¿Por qué estás tan serio? ¿Qué problema hay con que la visite?
–¿Eh?
–Nada. Gracias de todas formas.
–…De nada.
Por alguna razón, Jerome temía a esta jovencita.
–Ah, por cierto…
–¿Sí? – Jerome se sobresaltó.
¡Por favor, señora! Quiso rehogarle el mayordomo, pero esas palabras no salieron de su garganta.
–¿Por qué estás tan sorprendido? Sólo iba a preguntarte por las criadas que me van a servir.
Jerome sentía como si le hubiesen tirado por un precipicio y alguien le hubiese salvado en el último momento. Se sintió aliviado y volvió a su imagen de mayordomo sereno.
–Sí, señora. ¿Hay algo que no sea de su agrado?
–No es eso. Por favor, no asignes a ninguna. Que hagan turnos de unos cuantos días.
–¿La sirvienta que la atienda ha cometido algún error?
–Si favorezco a alguna de ellas, crearé fricción. No quiero conflictos. Puede que no parezca la gran cosa si las criadas se dividen en grupos, pero podría ocasionar problemas.
Lucia era plenamente consciente de las vidas de las criadas y había pensado en esta nueva estructura con detenimiento. Era un sistema para evitar el conflicto entre las sirvientas. Cuando había estado trabajando como sirvienta siempre había estado en desacuerdo con aquellos señores que discriminaban y favorecían a sus sirvientas sin ningún tipo de discreción. ¿Por qué querrían tanto problema?
Jerome parpadeó varias veces todavía mirándola, entonces, asintió con la cabeza.
–…Sí, seguiré sus órdenes.

Ah, su señora era una mujer sorprendente. El espíritu servil de Jerome empezó a reaccionar mientras la adrenalina le recorría las venas. Sólo había sentido aquello por alguien una vez en toda su vida. Al parecer, dentro de poco llevaría dos señores en su corazón.

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