Capítulo 62

enero 13, 2018

–¿De verdad puedes? Ayer mismo te inyectamos el Demonio Azul y lo hicimos durante toda la noche…
Me aferro al borde del aparador y giro un poco la cabeza.
–¡Piérdete!
–¿Por qué todavía no sabes controlar ese temperamento tuyo?
Me rodea la cintura y me doy cuenta de lo que pretende, así que me cojo los pantalones y me pongo derecho antes de volver a enfatizar:
–Lo puedo hacer solo, ¿podrías irte, por favor?
Sé que no es el momento de ponerme de mal humor, así que bajo la voz y me tranquilizo.
Los efectos del Demonio Azul no sólo me debilitan, también oprimen mi conocimiento. Últimamente es muy fácil pincharme. Sin embargo, lo único que puedo hacer en la situación actual es contenerme.
La persona que tengo detrás no se va, sino que se me pega todavía más. Su enorme mano me presiona el pecho, se desliza por mi abdomen, me levanta el dobladillo del pantalón y continúa avanzando, como una serpiente helada.
–He dicho – la respiración que tengo detrás del oído es cálida. – que hoy te voy a ayudar.
No puedo negarme, él es capaz de restringirme todo movimiento con una sola mano.
Me levanta el pantalón, me lo baja lentamente y, sin pizca de impaciencia, ataca mi ropa interior desde dentro.
Me sujeta lo que tengo entre las piernas con las manos y me araña la delicada piel con la punta de las uñas de una manera provocativa, haciéndome estremecerme del miedo.
–¡¿Qué haces?! ¡¡Piérdete!! – Gritó como un gato asustado.
Odio que jueguen conmigo deshonestamente.
–Te estoy ayudando. – Me saca el miembro de la ropa interior y me sujeta mientras me lame un lado del cuello. – ¿No quieres mear? ¿Mmm?
No quiero. El bochorno se apodera de mí. No quiero que me lo coja y me lo suelte. ¡Es vergonzoso y asqueroso!
Sin embargo, mi cuerpo es débil. Observó con intensidad los movimientos instintivos de su mano y, viendo que no estoy dispuesto a aliviarme, sus dedos empiezan a moverse más y más.
De repente, la orina está al borde de salir.
Maldita sea, su personalidad dominante no deja de atormentarme. No me ayuda, sólo se aburre y busca placer en mí.
–¡B-Bastardo!
–¿Bastardo? ¿Entonces qué debería hacer? Ahora mismo no pareces capaz de aguantarte en pie.
En ese momento, la puerta se cierra y me quedó sólo en esa enorme habitación.
–No acabes con incontinencia. – Su voz resuena desde fuera del cuarto.
Es una voz suave con cierta mofa. Provocándome más odio y poniéndome todavía más en contra de pedirle ayuda.
Después de aquello lo intento muchas veces, pero sólo consigo malgastar mi energía. Me levanto y caigo, me levanto y caigo otra vez. Este tormento me irrita.
El tiempo pasa lentamente, a mi alrededor no hay más movimientos que los míos. Ahora mismo estoy tumbado en el suelo. No me puedo mover. Ya tengo los ojos llorosos y retengo las lágrimas. Me siento humillado.
Miro la apertura de debajo de la puerta. ¡Oh, cómo desearía que alguien entrase en estos momentos! Que alguien me ayude… No quiero… ¡No quiero quedarme aquí tumbado y dejar que mis líquidos fluyan! ¡No quiero!
Todavía no ha desaparecido el dolor punzante de mis partes bajas, y el tormento se vuelve más y más fuerte conforme va pasando el tiempo. La sensación de eso saliendo constante y vigorosamente me tortura: si no me alivio dentro de poco acabaré con incontinencia sin lugar a duda.
Me tiemblan ambas manos cuando me aferro a los pantalones que tengo entre las piernas e intento colocarme hasta hacerme bolita. No quiero moverme…
El tiempo sigue pasando. Ahora mismo, para mí, cada minuto, cada segundo es una tortura. Es muy incómodo.
–Ugh…
Una oleada de espasmos me recorre el cuerpo sin control, y la sensación en mi abdomen aumenta. Tengo la mente más y más tensa: está en alerta máxima. En cuánto me relajé, también lo hará mi abdomen y, entonces, la sensación se me irá de las manos.
Me muerdo los labios y me apretujo las piernas para evitar la relajación. No obstante, por mucho que aguante, si no llamo a ShangFan, si nadie viene a ayudarme, me volveré incontinente.
En cuanto esos pensamientos aparecen en mi cabeza, se convierten en una bestia salvaje intentando devorarme la vente.
–Ugh…
No quiero, pero duele mucho…
La racionalidad se hace añicos. Me muerdo el lomo de la mano y, aun así, no siento ningún dolor porque no consigo reunir la energía suficiente. Impotente y desesperado, mi mente se empieza a inundar.
Lo voy aceptando: “deja que te ayude”. No voy a perder ningún pedazo de carne, y en nada seré libre…
Pero ni de coña, ¿quién querría que él le ayudase en algo así?
–Ugh… No quiero…
Mi cuerpo se retuerce, rozo el suelo con la cabeza y los ojos medio cerrados. El agua de mis ojos cae y grito:
–¡ShangFan!

Oigo unos pasos y, en aquel instante, algunas cosas se desmoronan. 

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