Capítulo 10

febrero 18, 2018


Feng Fei subió la persiana y le preguntó:
‒¿Pijama? ¿Quieres ponerte uno de los míos?
A Hai Xiu le daba demasiada vergüenza dormir desnudo, pero tampoco podía meterse en la cama con la ropa de calle.
‒Eh… Sí…
Feng Fei sonrió. Abrió su armario un tanto emocionado, se dio la vuelta y le dijo:
‒Me he dejado los pijamas en casa de mi hermano… La semana pasada me quedé unos cuantos días… ‒ No esperó a que Hai Xiu respondiese. ‒ Te voy a buscar otra cosa.
Al lado del cajón que había abierto de su armario, había otro de donde sacó una camisa blanca de algodón y unos pantalones cortos.
‒Ponte esto. ‒ Dijo levantándose. ‒ Es lo mismo que un pijama.
Hai Xiu no notó nada raro y se dio la vuelta para cambiarse. Su camisa le iba demasiado grande.
‒Gra-… ‒ Empezó mientras se enrollaba las mangas. ‒ Gracias. ¿Tú también vas a descansar aquí?
‒¿No puedo echarme una siesta como tú? ‒ Feng Fei sacó una almohada limpia para él. ‒ Quiero descansar; me voy a tumbar un rato.
Hai Xiu vaciló. En realidad, no tenía la manía de echar una siesta después de comer, normalmente sólo se quedaba leyendo. Aunque se tumbase, no podría dormirse, pero ahora era demasiado tarde para retractarse.
‒Tú… ‒ Hai Xiu se tumbó y parpadeó.
Feng Fei estaba sentado al otro lado de la cama, apoyado contra el cabezal de la cama leyendo una revista.
‒Duérmete, no te molestaré.
Hai Xiu cerró los ojos, Feng Fei dejó la revista y le contempló.
‒¿Qué sientes?
‒¿Qué… siento? ‒ Hai Xiu abrió los ojos y habló aturdido.
‒Nada. ‒ Feng Fei no le miró. ‒ Sólo pensaba en que a lo mejor la comida no te ha gustado o algo; si no te encuentras bien, dímelo.
Hai Xiu suspiró aliviado. Le daba demasiada vergüenza confesar que, el hecho que Feng Fei estuviese allí sentado no le incomodaba, sino todo lo contrario. Estaba en paz.
Hai Xiu volvió a cerrar los ojos. No tenía sueño, pero con el sonido de las páginas, la respiración y el aroma y la suave fragancia de la ropa de Feng Fei, se acabó durmiendo.
Feng Fei se bajó de la cama, dejó la revista y fue hasta el otro lado donde se inclinó para comprobar si Hai Xiu tenía fiebre: su temperatura era normal. Entonces, le miró el pulso, que también era normal. Su respiración era estable y estaba durmiendo bien, hecho que le alivió. Bajó la vista para admirar a Hai Xiu, que estaba durmiendo con su propia camisa, y se sumió en sus pensamientos.
Había visto a su, ahora, cuñada pasearse con la camisa de su hermano. Cada vez que sus padres no estaban, su hermano solía traerse a su novia a casa. La vez que la pilló con la camiseta de su hermano fue peculiar: ella estaba en el sofá leyendo una revista, mientras que su hermano le planchaba la ropa.  Fue en ese momento cuando Feng Fei decidió que, cuando tuviese novia, la mimaría, no la dejaría hacer las tareas de casa y la haría llevar su propia ropa: sería una relación feliz y cada día sería divertido.
Feng Fei observó a Hai Xiu con una sonrisa. No era una novia, pero dejaría que Hai Xiu experimentase aquello antes que nadie.
Feng Fei volvió al otro lado y se sentó mientras que Hai Xiu descansó otras dos horas.
‒¿Anoche no dormiste? ‒ Feng Fei rió sin querer.
Hai Xiu no reaccionó, miró a su alrededor como aturdido y bostezó varias veces antes de percatarse de que estaba en casa de Feng Fei.
‒Vístete. ‒ Feng Fei le pasó la ropa.
Hai Xiu miró la hora y se cambió deprisa.
‒¿Tan cómoda es mi cama?
Hai Xiu se sonrojó.
‒Vamos… Son las cuatro, tenemos… Tenemos que preparar lo de la barbacoa.
‒Vaya, comer y dormir. ‒ Feng Fei sacó su abrigo de lana del armario y se lo dio. ‒ Llevas ropa muy fina, ponte esto que vamos a salir al patio.
Feng Fei llevó a Hai Xiu abajó cuando se hubo puesto el abrigo.
‒Hay una barbacoa eléctrica dentro de casa, pero me gusta hacer el fuego y hacerlo a la brasa afuera. ‒ Feng Fei se arremangó las mangas y empezó a preparar el carbón. Hai Xiu hizo ademán de ayudarle, pero él le detuvo. ‒ No lo toques, está sucio. Ve dentro y coge las verduras.
Hai Xiu hizo como le ordenaron. Feng Fei colocó el carbón, la red de la brasa y el pan mientras Hai Xiu lavaba o traía otras cosas.
Feng Fen dejó una esterilla sobre la hierba para que ambos pudieran sentarse y clavó la carne en los palillos.
‒Increíble… ‒ Hai Xiu observó los utensilios y disfrutó de poner las verduras. ‒ Todo esto…
Feng Fei soltó una risita.
‒Hace años que lo tenemos, pero es la primera vez que lo usamos porque a nadie le apetece.
‒Así que es la primera vez…
‒Sí. ‒ Feng Fei se levantó para ir a por las especias. ‒ No te relamas, tienes toda la boca arrugada.
Hai Xiu bajó la cabeza y sonrió. Feng Fei estaba dispuesto a molestarse en hacerle la barbacoa sólo para entretenerle.
En una hora Hai Xiu tenía unas cuántas brochetas en el plato y varias salsas que había preparado la sirvienta para escoger. Feng Fei encendió el fuego y puso las brochetas con la salsa hasta que, al cabo de unos segundos, el patio estaba envuelto de una fragancia deliciosa.
Hai Xiu no había comido mucho, así que tenía hambre pero Feng Fei, que temía que estuviese demasiado caliente, no le debaja tocarlo. Por lo que todo lo que podía hacer era estar mirando a un lado.
Feng Fei le dio la vuelta a la carne y miró de reojo a Hai Xiu.
‒¿Tanta hambre tienes? ‒ Se rió.
Hai Xiu asintió. Feng Fei le repasó con la mirada y dijo:
‒Ve al otro lado, el viento pasa por ahí y te dará el humo.
Hai Xiu hizo lo que le había dicho y Feng Fei se rió en voz baja.
‒Toma, come; aquí hay mucho humo. ‒ Le dijo Feng Fei cuando por fin se habían hecho unas cuantas brochetas.
Pero Hai Xiu se negó a moverse y se quedó a su lado, soplando las brochetas. Feng Fei dejó más carne sobre la barbacoa y sentó a Hai Xiu sobre la esterilla para que comiera y bebiera cerveza.
‒¿Te encuentras mal? ‒ Feng Fei se bebió media lata de cerveza antes de preguntarle nada. Miró a Hai Xiu. ‒ ¿Tienes ganas de vomitar? ¿Te tiemblan las manos?
Hai Xiu estaba concentrado en su comida, pero alzó la vista cuando escuchó la voz de su amigo.
‒Tú… ¿Qué dices? No tengo ganas de vomitar.
‒Ah, nada… ‒ Feng Fei le miró los dedos para asegurarse de que estaba bien de verdad.
Hai Xiu no estaba enfermo así que sentía que se había quitado un gran peso de encima. Era tal y como le había explicado el doctor. Feng Fei estrujó la lata y la tiró.
‒No me ha sentado bien la comida y me daba cosa que tú también te encontrases mal.
‒¿Te encuentras mal? ‒ Preguntó Hai Xiu angustiado. ‒ ¿Por qué no has dicho nada?
‒No es nada. ‒ Feng Fei sonrió. ‒ Tú también has comido y no te encuentras mal; debe ser porque he comido demasiado rápido.
‒¿Y bebes cerveza? ‒ Hai Xiu frunció el ceño.
‒Ya estoy bien, ha sido antes. ‒ Feng Fei se levantó y sonrió. ‒ Ve y come, voy a darle la vuelta a las brochetas.
Feng Fei giró las brochetas y las empapó de salsa. Hai Xiu no estaba tranquilo, por lo que le siguió.
‒¿Quieres un poco de medicina para ayudar a la digestión? ‒ Vaciló. ‒ No… No te encuentras bien, no deberías comer esto…
‒Ya estoy bien. ‒ Feng Fei le miró con el rabillo del ojo. ‒ Me he dado cuenta de que ya no tartamudeas cuando me hablas.
Hai Xiu se quedó inmóvil un momento: no se había dado cuenta.
‒Y-Yo… ‒ Empezó.
‒Tsk. No debería haberte dicho nada, ahora lo haces otra vez.
Hai Xiu no pudo evitar reír, últimamente estaba mucho mejor. Ni Mei Lin no paraba de darle trabajitos y Feng Fei se negaba a ayudarle cuando no encontraba a alguien, así que por eso había empezado a comunicarse más con sus compañeros de clase.
‒Todo gracias a ti… ‒ Murmuró.
Feng Fei contrajo los labios, no quería llevarse todo el mérito.
‒También… También está la profesora Ni…
Se dio la vuelta para continuar con lo que estaba haciendo pero, de repente, no sabía qué más decir.
Hai Xiu ayudó a poner la verdura en la sartén y dedicaron bastante rato a trabajar uno al lado del otro. Feng Fei hizo el pescado y los cangrejos a la brasa: era todo un festín.
‒No… No podrás volverlos a usar… ‒ Hai Xiu paró a Feng Fei que estaba echándole agua al carbón.
‒Bueno, tampoco sé cuándo volveremos a usarlo. ‒ Feng Fei acabó de echar el agua. ‒ Hecho, a comer. La sirvienta recogerá lo demás mañana.
Los dos chicos se sentaron sobre la esterilla y conversaban mientras comían.
‒Mi hermano tiene ocho años más que yo. ‒ Suspiró. ‒ Su puño era más potente que el de mi padre, no es el tipo de chico con el que te gustaría crecer. Todavía recuerdo que en el colegio, él-…
Después cenar se levantaron y volvieron a entrar en la casa. Hai Xiu recordó la fruta que había preparado y, como Feng Fei no soportaba la idea de tener que tirarla, comió todavía más.
Feng Fei había planeado enseñarle los alrededores de la casa a Hai Xiu después de cenar, pero estaban tan llenos que lo máximo que hicieron fue pasear por dentro.
Se tumbaron en el sofá a descansar y, un buen rato después, Feng Fei subió a por los deberes de Hai Xiu. Se sentó en el suelo y empezó a copiarlos mientras Hai Xiu seguía tumbado en el sofá, leyendo la revista que el otro chico había estado leyendo en la cama.
‒Tsk… ‒ Feng Fei suspiró. ‒ Qué mentes sucias…
‒¿Eh? ‒ Hai Xiu levantó la vista de la revista. ‒ ¿Qué? ¿Qué?
‒Mira esta pregunta. El verso… Mira como lo escribió Li Bai… ‒ Feng Fei cogió el papel y lo recitó. ‒ Cohabitación de largos años de sequía. ‒ Feng Fei se lo miró con la ceja alzada. ‒¿Se dedicaba a escribir estas cosas?
Hai Xiu se ruborizó.
‒¡Es Changgan! ¿Q-Qué estás leyendo?
‒La balada de la larga sequía. ‒ A Feng Fei le pareció obsceno. ‒ Así que lo llevaban haciendo desde pequeños…
Hai Xiu casi se desmaya.
‒Chang… ¡Changgan es un nombre geográfico! ¡”Vivimos juntos en Changgan, dos jóvenes sin disgusto ni sospecha”! ¡Describe la inocencia de la infancia!
El rostro de Feng Fei se endureció.
‒Oh. ‒ Entonces, bajó la vista para continuar sus tareas mientras que Hai Xiu leía con la cara colorada.
Una hora y media después, Feng Fei preguntó resuelto:
‒¿Qué inocencia de la infancia hay allí si estaban viviendo juntos?
Hai Xiu volvió a sonrojarse.
‒Crecieron juntos en Changgan, sin pelearse nunca.
Feng Fei dejó de copiar, tapó el bolígrafo, se levantó y se plantó delante de él con una mano a cada lado de Hai Xiu.
‒Tengo diecisiete años y tú, dieciséis. ‒ Sonrió. ‒ Si ahora empezáramos a vivir juntos, ¿sería inocente?

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