Capítulo 9

febrero 18, 2018


La casa de Feng Fei era una finca pequeña en medio de una ladera con unas vistas impresionantes.
‒Qué buen tiempo hace. ‒ Feng Fei sonrió. ‒ Esta noche podemos hacer una barbacoa. ‒ Hai Xiu no contestó, se limitó a caminar. ‒ ¿Qué pasa? ¿No te encuentras bien?
‒Tus… Tus padres y tu hermano… ¿están? ‒ Hai Xiu empezó a balbucear incoherencias. ‒ Barbacoa…
Feng Fei comprendió lo qué le preocupaba al chico y habló con suavidad.
‒No te lo había dicho, es verdad. Mi hermano ya está casado y vive con su mujer, pero vienen a menudo porque viven por aquí cerca. Mis padres, eh… Bueno, cuando hables con ellos, lo entenderás. Les gustarás porque eres un chico listo.
Hai Xiu cogió aire. Admiraba a Feng Fei por ser capaz de hablar con su madre con tanta naturalidad y, era obvio, que a su madre le caía genial. Por su parte, él… Quería caerles bien a los padres de Feng Fei…
‒Mmm… ‒ Hai Xiu se lamió los labios nerviosamente antes de asentir.
‒Aunque hoy no tendrás oportunidad de hablar con ellos. ‒ Feng Fei le miró de soslayo con los labios curvados en una sonrisa.
‒¿Eh?
Feng Fei aparcó y le desabrochó el cinturón a su acompañante.
‒Es que no están. Estoy solo.
Hai Xiu se quedó inmóvil.
‒Pero me dijiste que tu madre quería… quería darme las gracias…
‒Eso es verdad, pero hoy no está. De hecho, mis padres no pasarán por casa hasta dentro de unos días.  La señora de la limpieza también está de vacaciones. ‒ Feng Fei le dio un golpecito en la frente y sonrió. ‒ ¿Qué? ¿Te sorprende que no vayas a verlos? Tranquilo, en casa hay comida preparada, no te vas a morir de hambre.
Feng Fei se bajó del coche, cogió la mochila de Hai Xiu y entró en la casa.
‒Siéntate. ‒ Ordenó Feng Fei después de haber subido a buscar un vaso de zumo para Hai Xiu. ‒ Relájate, mi familia no suele estar por casa.
Hai Xiu aceptó el vaso y, aliviado, le acusó:
‒Me… Me has engañado.
‒¿Decepcionado? ‒ Feng Fei arqueó la ceja. ‒ ¿Has venido a ver a mis padres? Si quieres les llamo, y a mi hermano también… ‒ Iba hablando mientras sacaba el móvil.
‒Tú…  ‒Nervioso como estaba, Hai Xiu fue incapaz de vocalizar nada con sentido.
‒Entonces, ‒ Feng Fei empezó con una sonrisa. ‒ ¿a quién has venido a ver?
‒…A ti. ‒ Hai Xiu volvió a tartamudear.
‒¿Quién? ‒ Feng Fei no estaba satisfecho. ‒ ¿Recuerdas mi nombre?
‒Feng Fei. ‒ Hai Xiu rió sin querer.
Feng Fei tiró el móvil y se plantó a menos de diez centímetros de Hai Xiu con una mueca.
‒Tengo la casa para mí solo, ¿no tienes miedo?
Hai Xiu notó su cercanía e intentó alejarse un poco.
‒Yo… ‒ Tiró para atrás. ‒ ¿Qué haces…?
Feng Fei avanzó otro paso, le quitó el vaso de zumo de las manos y lo dejó a un lado. Entonces, puso la rodilla entre las piernas del chico y, con una mueca, dijo:
‒¿Hacer qué? ¿Eh? ¿Tienes miedo?
Hai Xiu intentó alejarse, pero estaba en una esquina del sofá. Tiró del cojín rápidamente y lo puso entre ellos apartando la vista.
‒Yo… ¿Por qué debería estarlo…?
‒Me atormentas todo el día y te he engañado para que vinieras. ¿No te da miedo que te pegue o te haga daño?  ‒ Tiró el cojín y con una rodilla sobre el sofá se inclinó y miró a Hai Xiu. ‒ Hai Xiu, en la vida me habían hecho padecer tanto… Me has hecho memorizar un libro, las fórmulas… Si no hago los deberes me escribes notitas para incitarme a ello… Cada vez que me duermo en clase te quejas y además, me has regalado esos jodidos libros para estudiar…
Feng Fei se fue acercando más y más a Hai Xiu conforme hablaba y, cuando pronunció la última palabra su cuerpo estaba prácticamente sobre el de Hai Xiu.
Hai Xiu, avergonzado, hizo todo lo posible para alejarse, pero no lo consiguió, por lo que intentó empujar el hombro de Feng Fei. Sin embargo, el muchacho le sujetó la muñeca con una sola mano y le rodeó por la cintura con la otra, así que Hai Xiu terminó entre sus brazos totalmente sonrojado.
Feng Fei bajó la cabeza mirándole directamente a los ojos.
‒Por fin llega el fin de semana, ¿y tú te dedicas a preguntarme cosas de poesía clásica? Vaya, qué genio. ¿Me tienes en la palma de la mano? ¿Crees que aunque me irrites, no te voy a hacer nada?
Hai Xiu miró a un lado, no quería estar tan cerca de Feng Fei.
‒No… No te tengo miedo… ‒ Susurró en voz baja.
‒¿De verdad? ‒ Feng Fei había estado atento a la expresión de Hai Xiu y sabía que el chiquillo era plenamente consciente del contacto íntimo que había entre sus cuerpos, pero consiguió presionándole.
‒¿De verdad que no te da miedo que te haga daño? ¿Eh?
‒Tú… ‒ Hai Xiu intentó alejarse una vez más. ‒ Sé que no… Sé que no me harías nada…
Entonces, alzó la vista para mirar a Feng Fei que no estaba sonriendo, pero le invadía una felicidad inmensa.
Feng Fei intentaba evitar que Hai Xiu se escondiera de él, pero lo último que hubiese esperado es que ese chico confiase tan ciegamente en él. Satisfecho, Feng Fei recordó como Hai Xiu siempre estaba alerta cuando hablaba con los demás, entonces, le soltó y le pasó el mando a distancia.
‒Voy a cambiar de ropa. ‒ Hai Xiu le miró como ausente, no entendía lo que acababa de pasar. Feng Fei encendió el televisor, encontró la PSP y se la dio. ‒ Diviértete.
Después de asegurarse de que Hai Xiu iba a mirar la tele en el comedor, subió las escaleras y cerró la puerta de su cuarto. Se acercó rápidamente a la ventana y cogió la mochila de Hai Xiu para abrirla. Sacó los libros de ejercicios y los dejó a un lado para seguir rebuscando por sus pertenencias hasta que, al fin, encontró dos botellitas en un bolsillo: era la cantidad de medicina que Hai Xiu necesitaba para dos días.
Feng Fei se dio la vuelta y abrió el cajón de la mesita de noche de donde sacaría la botella de calcio y las pastillas de proteína de colágeno que había preparado. Aquella mañana había ido a la farmacia a buscar vitaminas que fuesen exactamente iguales a las de Hai Xiu para este momento: vació el bote de Hai Xiu y reemplazó su contenido con lo que él había comprado y, después, lo dejó dónde estaba.
Recogió todo el desorden y se dirigió al baño con las pastillas, pero justo cuando iba a tirarlas por el váter, se lo repensó, las envolvió con papel higiénico y las escondió en su mesilla de noche.
‒¿Tienes hambre? ‒ Le preguntó a Hai Xiu mientras bajaba por las escaleras.
Hai Xiu sacudió la cabeza y miró la hora: eran las once en punto.
‒¿Vas a cocinar?
‒Claro que… ‒ Feng Fei sonrió. ‒ no. ‒Feng Fei pidió comida para llevar y cuando colgó le dijo a su amigo. ‒ Barbacoa para cenar y comida para llevar para comer.
‒De verdad… ‒ Hai Xiu estaba muy animado con la idea. ‒ ¿De verdad vamos a hacer una barbacoa? ¿La vas a hacer tú solo?
‒Sí. ‒ Feng Fei llevó a Hai Xiu al patio para que viese los utensilios que iba a utilizar para la barbacoa. ‒ La criada marinó la carne anoche ‒ explicó. ‒ nosotros lavaremos las verduras después, tendrás que cortarlas tú porque yo no suelo molestarme con eso.
Hai Xiu sonrió, tenía muchas ganas de hacerlo.
‒G-… Gracias.
‒¿A qué viene ese “gracias”? ‒ Feng Fei le dio un golpecito en la frente. ‒ Esta tarde tendrás que cortarlo a cachitos y limpiar conmigo.
‒Vale. ‒ Hai Xiu asintió.
Feng Fei tuvo ganas de molestarle y sonrió.
‒¿Qué? ¿Quieres que te haga algo a la brasa y te lo dé?
Hai Xiu sacudió la cabeza rápidamente y contestó con una sonrisa.
‒Por la noche, por la noche será más divertido.
‒Vale, pues entremos.
Feng Fei volvió a arrastrar a Hai Xiu adentro. La comida no tardó mucho en llegar, Feng Fei pagó y Hai Xiu ayudó a ponerlo en la mesa.
La hora de la comida pasó tranquilamente. Más tarde, ambos se entretenieron jugando un rato. Hai Xiu estaba nervioso, pero Feng Fei fingió no darse cuenta y se limitó a observar la pantalla de la tele y pulsar los botones del mando.
‒Yo… ‒ Hai Xiu titubeó mucho rato antes de atreverse a hablar. ‒ Quiero agua…
Feng Fei se levantó y le sirvió un vaso de agua caliente. Con el vaso entre las manos, Hai Xiu susurró:
‒Quiero… descansar un poco, ¿pasa algo?
‒Nada. ‒ Feng Fei apagó la televisión. Sube, he dejado tu mochila en la primera habitación: ve.
Hai Xiu se disculpó, asintió y se llevó el vaso arriba. Feng Fei ordenó el comedor y le siguió. Cuando llegó al marco de la puerta vio como Hai Xiu buscaba su botella de pastillas, lo abría, sacaba unas cuántas y se las tragaba. Feng Fei se mordió el labio cuando Hai Xiu escondió los medicamentos, abrió la puerta y fingió que no pasaba nada.
‒¿Te va bien la habitación?
Hai Xiu tosió, se limpió el agua de la boca y asintió.
‒S-Sí…
‒¿Vale? ‒ Feng Fei sonrió y se le acercó. ‒Es mi habitación. Esta es… mi cama.
Hai Xiu entró en pánico.
‒¿No… No… No es una habitación para invitados?
‒No tenemos de eso. ‒ Feng Fei empezó a mentir. ‒ Hay una vacía, pero es para la sirvienta. Mi casa es pequeña, ¿qué? ¿Prefieres dormir en la habitación de mis padres?
‒Claro que no… ‒ Hai Xiu apremió a sacudir la cabeza.
‒¿Pues en la de mi hermano? ‒ Feng Fei sintió algo que no supo explicar cuando dijo aquello y frunció el ceño. ‒ Aunque las cosas de su mujer están ahí.
Hai Xiu negó con la cabeza con más fiereza.

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