Capítulo 21

mayo 26, 2018


La ruta más larga es la que sale más pronto a ti, y la más complicada enseñanza no lleva sino a la perfecta sencillez de una melodía.
                                                        ‒Rabindranath Tagore, Gitanjali

Xu Ping pedaleó por las calles oscuras con una mano en su hermano y otra en el manillar de su bicicleta. La noche se tragó hasta el último rayo del horizonte y las estrellas centelleaban endebles en el cielo.
‒¿Qué has hecho hoy en el cole? ‒ Preguntó suavemente el hermano mayor.
‒Leer.
‒¿Qué has leído?
‒La sirenita. ‒ Respondió Xu Zheng después de meditarlo unos segundos.
‒¿Sí? ¿Luego me la explicas?
‒Vale.
Era el último fin de semana de mayo. La primavera tocaba a su fin y las flores de los maguillos empezaban a perder pétalos que terminaban enterrados en la mugre del suelo. Empezaban a aparecer capullos de adelfa por las ciudades cuyas finas hojas parecían abrigadas por una capa de brillo verdoso para protegerse del ardiente sol veraniego.
Xu Ping paró delante de un restaurante de fideos y se leyó el menú que estaba pegado en la pared.
‒Hoy no he ido a hacer la compra, ¿te parece bien cenar aquí? ‒ Le preguntó a su hermano exhausto.
El local no era muy grande, pero estaba limpio. El dueño empezó a moverse rápidamente, entusiasmado cuando vio a sus nuevos clientes entrar por la puerta. Les ofreció unos aperitivos ‒ cacahuetes y pimiento picante ‒ y les sirvió té.
‒Dos de fideos de ternera. Uno picante y el otro picante medio con extra de cebolla y cilantro.
Una vez hubo tomado nota, el dueño desapareció en la cocina. Xu Ping sacó dos pares de palillos de usar y tirar del recipiente de bambú, partió un par, le quitó todas las astillas sueltas y se lo pasó a su hermano.
‒Debes tener hambre, ¿eh? Toma unos aperitivos. Los fideos no tardarán mucho. ‒ Dijo, acercándole los platillos a Xu Zheng.
Xu Zheng levantó los palillos con torpeza y consiguió coger un cacahuete que quiso ofrecerle a Xu Ping.
‒Toma, gege.
Por desgracia, antes de que a Xu Ping le diera tiempo de abrir la boca, el cacahuete ya se había caído al suelo. Xu Zheng se agachó para cogerlo, pero su hermano mayor le detuvo.
‒Está sucio; déjalo. ‒ Le hizo una seña al dueño indicándole que quería una cuchara y, cuando se la trajeron, se la metió en la mano a Xu Zheng. ‒ Con la cuchara será más fácil.
Xu Zheng la llenó de cacahuetes y la puso delante de la boca de Xu Ping.
‒Cómetelos tú, no me gusta la piel. ‒ Xu Ping le rechazó con sutileza.
‒Oh. ‒ Xu Zheng hizo una breve pausa, bajó la cuchara y empezó a pelar los cacahuetes con sus torpes manazas.
El muchacho tenía las uñas muy cortas y cada vez que cerraba el puño le sobresalían las venas. Llevaba una camiseta blanca que le quedaba estrecha de los hombros y su cuello era musculoso.
Xu Ping contempló a su hermano en silencio mientras una sensación dulce le embargaba.
‒Xiao Zheng.
‒¿Mmm? ‒ Su hermano alzó la vista con los cacahuetes en la mano.
Xu Ping iba a continuar hablando cuando, de repente, notó una mano en su espalda.
‒¿Xu Ping?
Sorprendido, el joven se dio la vuelta y se encontró de frente a un hombre alto y delgado de ojos largos y sin doble párpado, con el pelo normal. El joven iba vestido con una camisa blanca y unos vaqueros azules y, aunque ninguno de sus rasgos faciales era especialmente destacable, tenían cierto encanto.
‒¿Presidente Huang?
El hombre sonrió.
‒¡Hace mucho que me gradué! Ya no soy el presidente del consejo. No seas tan formal, llámame Huang Fan.
‒¿Qué haces aquí? ‒ Xu Ping se apresuró a levantarse de la silla.
Huang Fan tiró la cabeza hacia atrás.
‒He venido a cenar con unos amigos. Estamos sentados bastante lejos, por eso no nos has visto al entrar.
Xu Ping miró donde le indicaba y descubrió a otras tres personas, entre ellas una de las mujeres que había estado gritando en la plaza el otro día, sentadas en una mesa cuadrada de la esquina.
Huang Fan repasó a Xu Ping de hito a hito sin quitarle la mano del hombro.
‒Hacía dos meses que no te veía. Estudiando duro, ¿eh? Estás más delgado que la última vez que te vi.
‒Mi amigo me ha dicho lo mismo. ‒ Contestó Xu Ping amargamente mientras se frotaba la ceja. ‒ Pero es lo normal, ¿quién no adelgaza unos cuantos quilos durante los exámenes de admisión? En julio ya estará.
‒Te irá bien. ‒ Huang Fan le dio una palmadita en el hombro. ‒ Confío en ti. ¿A qué universidad vas a ir?
‒Todavía no me he decidido. ‒ Xu Ping arrugó la nariz y dejó caer la mirada al suelo.
‒Si te vienes a la mía, dímelo. Conozco a bastante gente y está cerca de tu casa. ‒ Huang Fan empezó a venderle su universidad. ‒ Y si acabas viniendo, será como antes. Podré ayudarte. ‒ Xu Ping sonrió, pero no contestó. ‒ ¿Y este quién es? ‒ Preguntó curioso.
‒Mi hermano pequeño.
Huang Fan estudió a Xu Zheng unos instantes antes de volver a sonreír.
‒Es la primera vez que le veo. Qué guapos sois todos en tu familia. Tu padre es actor y vosotros destacáis.
Xu Ping se colocó bien las gafas incómodo.
‒No son gafas de ver, ¿verdad?
‒Buena observación. ‒ Xu Ping se las quitó sorprendido. ‒ Es la primera vez que alguien se da cuenta sin que se lo tenga que decir. Tuve un accidente y me hice daño en el ojo izquierdo. Empecé a llevar gafas cuando noté que mi vista empeoraba. Ya estoy mejor, pero me he acostumbrado a llevarlas.
Huang Fan examinó el rostro de su amigo unos segundos y asintió con una mueca.
‒Te quedan bien.
Xu Ping se las volvió a poner.
‒En realidad, hace unos días te vi hablando en la Plaza del Pueblo. No te saludé porque había mucha gente. ‒ Hizo una pausa. ‒ ¿No deberías estar en huelga de hambre? ‒ Preguntó en voz baja.
‒Lo hemos dejado. ‒ La expresión de Huang Fan se entristeció. ‒ Nos hubiésemos acabado muriendo de hambre. El objetivo era demostrarle al gobierno nuestra determinación por la democracia. ‒ Xu Ping no supo qué decir. ‒ Con que ya lo sabías. ‒ Huang Fan sonrió con amargura. ‒ No me he puesto en contacto contigo antes porque estaba organizando la protesta.
‒¿Qué pasa? ‒ Preguntó Xu Ping al ver la expresión agotada de su amigo.
Huang Fan se paró a reflexionar unos segundos.
‒Es una larga historia. Todos tenemos sueños y pasiones, pero no el dinero que se necesita para algo así. Aunque el cuerpo estudiantil es grande, hay muchas disputas internas severas. Hay líderes de todos los bandos y nadie escucha a nadie. Hay muchos que sólo se han unido para ganar fama. La huelga de hambre tampoco la hicimos por la unión, sino en nombre de unos cuantos. Hay algunos que quieren volver a tener clases y tuve que enviar al equipo disciplinario para que evitase que pudieran volver a las aulas, sino todo se nos hubiese ido al garete.
Xu Ping notó que había algo raro en todo aquello, pero se limitó a fruncir el ceño. Huang Fan volvió a sonreír.
‒No hace falta que te preocupes por mí. Tengo muchos sueños, un obstáculo no me va a parar.
‒¿Tu sueño no es que china consiga la democracia? ‒ Preguntó Xu Ping. ‒ ¿Qué es más importante que eso?
Huang Fan no respondió. Sus amigos se levantaron, pagaron la cuenta y le hicieron señas para irse.
‒Me ha encantado verte. Es una pena que hoy no tenga mucho tiempo para hablar. Tengo algunos ejercicios y exámenes de prueba de otros años, pásate a buscarlos cuando tengas tiempo, o si quieres, te los puedo traer yo.
A Xu Ping le emocionaron sus buenas intenciones.
‒Ya me pasaré, no quiero molestarte.
Huang Fan le apretó el hombro un poco.
‒Ya te dije que conmigo no fueras así. Estudia mucho; cuando acabes lo celebraremos.
El joven no esperó a que Xu Ping contestase. Se dio la vuelta, salió del restaurante y se disipó en la oscuridad de la noche.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images