Capítulo 23

mayo 28, 2018


No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo: así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso: Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?
‒Mateo 6:19-23

Xu Ping tenía tan buena letra que hasta había ganado un concurso de caligrafía en primaria. El premio había sido una libreta con una pegatina en la que se leía: “¡premio!”  y una dedicatoria que le animaba a continuar con su buen trabajo. El muchacho había arrancado casi todas las hojas para enseñar a Xu Zheng papiroflexia.
A Xu Zheng no le costaba mucho aprender todo aquello que no requiriese términos abstractos. Los hermanos doblaron, aplastaron, tiraron y cortaron hasta hacer un buen puñado de aviones de papel y los tiraron por el balcón, a la cálida brisa vespertina. El único avión que se guardaron fue el primero que Xu Zheng había conseguido doblar a la perfección. Xu Ping escribió en un alerón: “Xu Zheng: julio de 1985” y se lo guardó en una caja.
Dentro de esa caja había muchos recuerdos. Una cajita de metal, un regalo de su padre, un objeto que les habían regalado del extranjero… Xu Ping cerró la tapa y volvió a dejar la caja en su cajón.
Xu Zheng debía estar durmiendo ya porque había apagado la luz de la habitación que compartían. Xu Ping puso la mano en la manecilla de la puerta, pero se lo repensó.
Xu Zheng había estado callado durante todo el camino a casa a pesar de los muchos intentos de Xu Ping por sacarle alguna palabra. Normalmente, el mayor hacía los deberes en la mesa de la cocina con la radio de su hermano de fondo, pero aquella noche Xu Zheng se había sentado en el sofá y se había negado a moverse mientras se distraía cambiando de emisora. A Xu Ping se le escapó el bolígrafo e hizo un rallote en sus apuntes cuando una cantante de opera empezó a cantar Mi Patria[1].
‒Xiao Zheng, tengo que estudiar, ve a tu cuarto.
Xu Zheng levantó la cabeza, pero no respondió. Xu Ping volvió a concentrarse en sus ejercicios e ignoró la pataleta de su hermano pequeño que ya había apagado la radio.
El último ejercicio era de algebra avanzada. Xu Ping llevaba tres páginas enteras intentando resolverlo, pero aún no lo había conseguido. Se frustró tanto que se arrancó unos cuantos mechones de pelo, entonces, miró el reloj y se percató que, aunque era mucho más tarde de lo que creía, todavía no había hecho ni la mitad de lo que tenía pensando. Se estresó. Miró a su hermano.
Xu Zheng estaba dando vueltas alrededor del sofá sin prestar atención al estropicio que había hecho. Sobre el sofá había tornillos, cables rojos y amarillos, circuitos eléctricos y hasta la batería.
‒¿Qué pasa? ‒ Xu Ping frunció el ceño.
Xu Zheng continuó cabizbajo haciendo oídos sordos.
Aunque su cabeza le aconsejó ignorarle, no pudo quedarse quieto.
‒¿Qué buscas? Te ayudo.
Se había caído uno de los tornillos pequeños que tan difícil era de encontrar en el suelo de cemento. Xu Ping se agachó y estiró el brazo por debajo del sofá hasta que lo encontró. Estaba repleto de polvo y le dolían las piernas, pero, aun así, su hermano no le dio las gracias, ni le dedicó una sonrisa. Xu Zheng se limitó a quitarle el tornillo de las manos y volverse a sentar en el sofá para continuar con su proyecto con la radio.
Xu Ping alzó una ceja e hizo ademán de decir algo, pero prefirió guardárselo. Cuarenta minutos después, todavía batallaba con el último ejercicio, pero ya era hora de acostar a su hermano, por lo que admitió la derrota.
‒Hora de ducharse e irse a la cama. ‒ Anunció tirando el bolígrafo de cualquier manera.

Si antes pensaba que el hecho de que su hermano le estuviese ignorando eran imaginaciones suyas, ahora estaba totalmente seguro. Xu Zheng fue demasiado brusco quitándose la camiseta y se le salieron dos botones. Xu Ping quiso ayudarle, pero su hermano le dio un codazo en el ojo. Su hermano pequeño había tocado el agua sin que le importase la de veces que Xu Ping le había prohibido acercarse al agua caliente, así que ahora se había quemado por protegerle. Xu Ping soportó el dolor y procedió a bañar a Xu Zheng que no paraba de tirar el jabón.
‒¡¿Qué coño te pasa?! ‒ Exclamó Xu Ping enfadado cuando su hermano tiró el jabón por tercera vez.
Xu Zheng no contestó, sólo bajó la vista. Le caía el pelo por encima de los ojos y aunque su cuerpo era propio de un hombre bien formado, en su rostro aún quedaba rastro de su inocencia infantil. Xu Ping apaciguó su ira y pasó a frotarle bien la cabeza.
Había sido un día muy largo. Había hecho ejercicios y más ejercicios; había hablado con su profesora, recogido a su hermano y hablado con la profesora de su hermano también; se había encontrado con Huang Fan, su hermano se había puesto celoso, se le había roto la bici, le había explicado a su hermano que quería ir a la universidad y ahora tenía que aguantar su pataleta…
La paciencia de Xu Ping estaba llegando a su límite. Lo que más deseaba era meterse en la cama y dormir como si no hubiese mañana, pero Xu Zheng no tenía ninguna intención de cooperar.
Después de la ducha, Xu Zheng se empezó a portar todavía peor. Xu Ping le pidió que se secase, pero el adolescente se quedó en la bañera empapado, tiró de la manga de su camisa y desvió la mirada.
‒Duerme conmigo, gege.
‒No. ‒ Xu Ping titubeó y acabó apartando los ojos de él.
‒Pero antes lo hacías.
‒Ya no. ‒ Respondió Xu Ping con frialdad mientras sacaba una toalla del armario. ‒ Tienes que aprender a dormir y a ducharte solo. No voy a estar siempre contigo, tienes que saber cuidar de ti mismo.
Xu Zheng se quedó callado unos instantes, entonces, empujó a Xu Ping y salió corriendo. Xu Ping se cayó de culo y vio las huellas de agua por el suelo. Se levantó y persiguió al otro joven con la toalla y la muda hasta el sofá donde Xu Zheng se había sentado con las piernas totalmente abiertas, dejando bien a la vista su pene.
‒¡Cierra las piernas! ‒ Exclamó el mayor. ‒ ¿Qué haces? ‒ Bramó. Xu Zheng le miró con insolencia. ‒ ¿Qué miras? ¿Te crees que tienes razón? ‒ Xu Zheng se giró para no tener que mirar a su hermano. Xu Ping le tiró unos calzoncillos. ‒ ¿Qué haces desnudo? ¡Ponte algo!
Xu Zheng cogió la ropa interior y la tiró al suelo. Xu Ping se quedó parado por la rabia.
‒Recógelo.
Xu Zheng ladeó la cabeza a un lado mirándole desafiante. Era la primera vez que Xu Ping le veía una expresión así.
‒¿Lo vas a recoger o no?
Xu Zheng giró la cabeza despreocupadamente. Xu Ping murmuró algo furioso.
‒Si lo recoges y te lo pones, haré como que no ha pasado nada, sino… ‒ No acabó la frase.
Xu Zheng reflexionó y, entonces, se levantó del sofá. Xu Ping creyó que por fin recogería la ropa interior e iba a suspirar, pero el muchacho empezó a saltar encima.
‒¡Eres un mentiroso! ¡Mentiroso!
‒¿Qué dices? ‒ Xu Ping volvió a cabrearse. ‒ ¡Repítelo!
‒¡No llevo pantalones! ‒ Xu Zheng continuó chillando. ‒ ¡No te gusta cuando llevo pantalones! ¡Te gusta mi pilila! ¡Me la tocas cuando duermo! ¡Lo sé!
Xu Ping se quedó boquiabierto. Llevaba teniendo sueños como el que le obligó a cambiar de habitación desde aquella noche. Soñaba con besar a su hermano, desnudarse, acariciarse… Sólo de pensar en ello se estremecía. Sabía que estaba mal y estaba alerta durante el día, pero cuando caía la noche todo se derrumbaba. Solía masturbarse mientras pronunciaba el nombre de su hermano pequeño que seguía dormido. Si imaginaba que tenía el pene de su querido hermano entre las manos llegaba al orgasmo muy deprisa.
De día pretendía ser un buen hermano que cuidaba a su hermano pequeño, pero de noche anhelaba su cuerpo. Había intentado deshacerse de esa tendencia monstruosa muchísimas veces, pero no lo había conseguido.
‒Te dejo que me toques. ¡Duerme conmigo, gege! ‒ Gritaba el niño que poco sabía de este mundo.
‒Calla. ‒ Xu Ping estaba temblando.
‒Me gusta cuando me tocas.
‒¡Calla!
‒También me diste un beso.
‒¡Calla, calla! ¡He dicho que te calles!
Saltó sobre el sofá para pegar al chico, pero su hermano lo esquivó coom si nada. Cargó contra él varias veces más, pero cada vez que pensaba tenerle, Xu Zheng conseguía escabullirse. Enfadado, Xu Ping acabó tirando un cenicero contra la pared. Xu Zheng se había hecho daño al esquivarlo y justo cuando se percató de la herida que tenía en la cara por culpa del cenicero, Xu ping se abalanzó sobre él y le dio un puñetazo.
Le giró la cara y Xu Ping volvió a ir a por él.
‒¡¿Y tú qué sabes?! ¡Nada! ¡Idiota! ¡Imbécil!
Xu Zheng giró la cabeza con los ojos rebosantes de dolor e incredulidad.
‒¡No soy ningún idiota!
‒¡Sí que lo eres! ¡Te odio! ¡Odio que seas mi hermano!
Xu Zheng miró a su hermano, rugió y le dio una patada. Lo acalló y empezó a pegarle en la cara. Xu Ping levantó los brazos para protegerse, pero Xu Zheng se los apartó. El chico era extremadamente fuerte. Con una mano le sujetaba las muñecas y con la otra le pegaba.
Enloquecido, Xu Zheng pagó toda su ira y todas sus frustraciones con él. Todo era una gran mentira. Su hermano en el que confiaba y al que adoraba, quien era la luz de su vida, el hermano mayor que había prometido quedarse con él para siempre. Ese hermano le iba a abandonar para ir a la universidad, aunque no supiera lo que era, estaba seguro de ello. El dolor del pecho de Xu Zheng era inaguantable. Quería gritar, pero no podía. Algo dentro de él se había roto. Para cuando se dio cuenta ni sus manos ni sus piernas eran suyas. Le había dado una buena golpiza al chico que tenía debajo que escupía sangre.
Xu Ping tenía las gafas rotas y los ojos hinchados. Se quedó tumbado un rato, y entonces, se llevó el dedo a la boca para comprobar que todavía le quedaran dientes.
‒Por suerte, mis dientes siguen ahí. ‒ Masculló después de limpiarse la sangre. ‒ Sólo me he mordido la lengua. ‒ Jadeó un poquito más empujando a Xu Zheng que seguía encima de él. ‒ Salte. ‒ Xu Zheng se levantó atontado. ‒ Vístete.
Xu Zheng recogió la ropa interior del suelo y se lo puso. Xu Ping intentaba levantarse cuando volvió a la habitación.
Xu Ping se mareó y rezó para que no fuese una contusión. Ignoró la mano que le había tendido su hermano para ayudarle, se aferró a la pata de la mesa y consiguió ponerse en pie.
Xu Zheng parecía asustado, sorprendido y arrepentido.
‒Gege…‒ Xu Ping hizo caso omiso. ‒ Gege…
Xu Ping se quedó sentado en la silla un buen rato. Seguidamente, empezó a reír con la cabeza hacia atrás. El movimiento le obligó a sisear de dolor por la herida que tenía en la boca.
Puede que Xu Zheng fuera el más tonto del mundo, pero sabía que había hecho algo mal.
‒¿Y esa cara? Deberías alegrarte por haber ganado la pelea. ‒ Cogió un vaso que había sobre la mesa y se sirvió un poco de agua para eliminar el sabor amargo de la sangre.
‒Gege.
Xu Ping quería levantarse, pero sus piernas en ese momento parecían de mantequilla.
‒Gege.
Xu Ping se dio cuenta que el día acababa de terminar: el reloj sonó doce veces.
‒Gege.
‒¡Cállate de una puta vez! ‒ Xu Ping explotó y golpeó la mesa.
Xu Zheng dejó caer la cabeza y no se atrevió a hacer ni un ruido más.
No seas así, se dijo Xu Ping a sí mismo, es un idiota. ¡No vale la pena enfadarse con él! ¡Tendrías que alegrarte! ¡Mira lo bien que le has educado! ¿No te has pasado todos estos años enseñándole a pegar para esto? ¡Ya es mayorcito! Puede valerse por sí mismo.
Se derrumbó sobre la mesa, enterrando la cara en sus propios brazos.
No estoy triste. Pensó. Sólo cansado, muy cansado. Ha sido un día muy largo. Necesito descansar.


[1] Mi Patria (我的祖國) es una canción escrita por Qiao Yu (乔羽) y compuesta por Liu Chi () para la película La Batalla de la Montaña Shanggaling  o sólo  Shanggaling (上甘岭) en china.

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