Capítulo 98: Más cerca que nunca

mayo 24, 2018


Li Wei Yang quiso saber qué había pasado con Jiang Guogong Furen y Jiang Da Furen aquel día, sin embargo, Lao Furen le dio largas y acabó sin enterarse de nada.
Un mes después, Li Wei Yang fue a visitar a Lao Furen por la mañana.
‒Wei Yang, ‒ empezó la anciana dando un sorbo a su té. ‒ quiero contarte una cosa.
‒Adelante, Lao Furen. ‒ Li Wei Yang asintió y sonrió.
‒La verdad es que no es nada del otro mundo. ‒ Continuó la abuela. ‒ Estoy pensando en dejar que tu padre se vuelva a casa.
No era necesario que la anciana informase a los hijos de Li Xiao Ran sobre algo como esto, no obstante, a Lao Furen le gustaba contarle a Wei Yang todo lo que sucedía.
La primera esposa de Li Xiao Ran había fallecido, por lo que debía volverse a casar y ninguna de sus concubinas tenía el derecho de convertirse la nueva señora de la casa por muy favorecidas que estuvieran por el patriarca: su estatus era lo que importaba en estas situaciones.
A Li Wei Yang le sorprendió que Lao Furen tardase tan poco en sacar el tema. Cuando la matriarca de una casa noble fallecía, la tradición exigía que se esperase un año entero para empezar a hacer planes.
Para la joven era fantástico que no hubiese ninguna mujer al mando de la finca por ahora, pero si Lao Furen se lo mencionaba era porque ya tenía el plan.
‒Me pregunto de qué casa es. ‒ Li Wei Yang sonrió.
Lao Furen también hizo una mueca al ver que su nieta no se disgustaba y asintió con la cabeza.
‒La hija del general Guang Ming.
‒¿La prima de madre? ‒ Preguntó pasmada la muchacha mientras su sonrisa empezaba a desvanecerse.
El general Guang Ming era de cuarto rango y siempre había seguido a su primo, Jiang Xu, al campo de batalla. Hacía tres años que había regresado a la capital para velar a su madre. ¿Su hija no era la prima de Da Furen?
Li Wei Yang comprendió al fin el motivo de la visita de Jiang Guogong Furen.
‒Sí, es la prima de tu madre. Este año cumple los dieciocho. Ya tendría que haberse casado, pero como su abuela murió tuvo que aguantar el luto durante tres años.
No había mucha diferencia de edad entre esta muchacha y Li Wei Yang, pero no era nada extraño. El mismísimo escolar Liu Shang se había casado con una mujer más joven que el más pequeño de sus nietos en sus tiempos.
Li Xiao Ran estaba en la flor de la vida y gozaba de gran poder y autoridad. Había un incontable número de casas con los ojos puestos en él. Li Wei Yang pensaba que Lao Furen tardaría por lo menos un año en encontrar a la mejor candidata y preparar la boda necesitaría, como mínimo, dos años más.
‒¿Ya hay fecha?
‒Mejor esperar a que pase el primer año de luto. ‒ Repuso Lao Furen.
Li Wei Yang asintió con la cabeza; ninguna de ellas dijo nada más, tan sólo intercambiaron miradas.
‒Sé que va a ser un problema para ti, pero no he podido hacer nada. ‒ La anciana suspiró pesarosa. ‒ Los Jiang han sido muy persistentes y hasta han pedido a la Emperatriz que les recomiende. El otro día vino uno de los criados de la Emperatriz.
‒¿La Emperatriz?
¿Desde cuando los Jiang se relacionaban con el príncipe heredero? Li Wei Yang se sobresaltó y se dio cuenta de que los Jiang no le temían a los cuchicheos. La Emperatriz era una gran presión para los Li porque su deber era “seguir a los sabios”, además, Jiang xiaojie provenía de una familia noble.
Los Jiang se habían preparado a consciencia para que los Li no pudieran negarse.
Li Wei Yang rió. Había subestimado a esa familia y había creído que la muerte de Jiang Rou los mantendría a raya. ¡Cómo iba a imaginarse que insistirían con tanta sangre fría!
‒Al parecer el tío Da va a volver a la capital por esto. ‒ Li Wei Yang habló con lentitud. No acababa de creerse los motivos de Lao Furen. Volver a tener un vínculo con los Jiang sólo acarrearía dolores de cabeza. La joven se preguntaba qué clase de mujer sería la nueva señora. ‒ Lao Furen, ‒ justo entonces le preocupó una cosa. ‒ quiero decir una cosa, pero no sé si debería…
‒Di. ‒ Lao Furen asintió.
‒Jiu Yiniang y Qi Yiniang están en cinta, ‒ Li Wei Yang bajó la vista. ‒ ¿y si…?
‒No se atrevería. ‒ Lao Furen frunció el ceño. ‒ No con mis nietos. ¡Nadie osaría semejante salvajada!
‒Qué amable eres, Lao Furen.


Li Wei Yang suspiró mientras se marchaba del patio He Xiang.
‒¿Laoye va a casarse otra vez, xiaojie? ‒ Preguntó Bai Zhi entre susurros.
‒Sí. ‒ Li Wei Yang soltó una risita. ‒ Voy a tener una madre nueva.
Esta madre venía de los Jiang, que ya en sí era desagradable, pero tenía la sensación de que la que iba a perder más era la nueva muchacha. Podrían haberla casado con una casa prestigiosa, sin embargo, le tocaba casarse con los Li y lidiar con todas las hijas de su nuevo esposo que no distaban mucho en edad.
Li Wei Yang sonrió mientras pensaba en ello. Bai Zhi ignoraba el motivo de su mueca, y creyó que la ira se había vuelto histeria.
‒¿Se le ha ido la pinza?
‒No te preocupes, xiaojie. ‒ Interrumpió Mo Zhu. ‒ He estado haciendo preguntas y se ve que a Jiang xiaojie la ha criado su madrastra y dicen que es hermosa, amigable, amable, buena con el ajedrez, la poesía y el qin. Tal vez no haya gato encerrado.
‒No es tan simple como crees. ‒ Repuso Wei Yang. ‒ Los Jiang la han seleccionado con sumo esmero. Ya veremos.
Para empezar, la muchacha era una Jiang, por supuesto que cuidaría de las hijas de Jiang Rou e intentaría ganar influencia. El objetivo de este matrimonio era encargarse de ella.
Los Jiang cuidaban de los suyos y hacían la vista gorda a sus fechorías. Le guardaban rencor por la muerte de Da Furen, pero Wei Yang no solía salir de la residencia y, aunque tuviesen poder en la corte, allí no servía de nada. Tampoco podían ignorar el poder y la autoridad de Li Xiao Ran, pero en cuanto la nueva Furen hiciera su aparición en la casa: sería otra historia.
La nueva Furen se encargaría de castigar a los niños en lugar de su marido, como siempre. Aunque tuviese sólo dieciocho años, Wei Yang tendría que llamarla madre.
‒El matrimonio queda lejos. Tendrán que esperar un año entero, ‒ Mo Zhu intentó animarla.
Li Wei Yang sonrió. Su criada tenía razón: tendrían que esperar un año para casarse y cuando algo no tiene solución, lo mejor es ignorarlo.


Jiu Yiniang, cuando sólo le faltaba un mes y medio para dar a luz, esperaba a Li Wei Yang en su patio luciendo un vestido púrpura bordado y perlas en la cabeza. Era una imagen encantadora, bella y única.
‒Lo ha enviado Laoye. ‒ Jiu Yiniang sonrió. ‒ Escoge una para ti y para Qi Yiniang.
Li Wei Yang respondió con una mueca.
‒Gracias, Jiu Yiniang.
Aunque su padre se alegraba del embarazo de Qi Yiniang, todavía tenía las esperanzas puestas en Jiu Yiniang y, por eso mismo, siempre le enviaba a ella los regalos primero. Por suerte, a Qi Yiniang no le importaban esas cosas. Sin embargo, era extraño que Jiu Yiniang no hubiese enviado a algún criado en su lugar, era como si quisiera presumir.
Jiu Yiniang no hubiese osado hacer algo así después de ser testigo de la crueldad de Li Wei Yang si no fuese por su embarazo. Había dejado atrás su anterior vida y buscaba un método de poder callar a Li Wei Yang.
‒Wei Yang, Jiu Yiniang ha venido en persona para darnos sedas y una sábana preciosa. ‒ Qi Yiniang sonrió.
‒El babero que me enviaste era encantador. No tengo nada que ofrecer ahora mismo, pero en cuanto nazca el niño encontraré algo mejor que darte.
‒Todavía te queda un mes y medio. ‒ Qi Yiniang sólo albergaba buenas intenciones por esta mujer. ‒ Ten cuidado, sobretodo ahora que estás a punto de dar a luz.
‒Por cierto, ‒ Jiu Yiniang tiró de la mano de Qi Yiniang y se sentó. ‒ es mi primer hijo. ¿Tienes algún consejo?
Li Wei Yang cogió los cojines y la sábana para examinarlos. Jiu Yiniang le echó un vistazo y, cuando sus miradas se encontraron, la embarazada dio un respingo y se cogió las perlas como para protegerse.
‒Qué sofisticado es este bordado. ‒ Exclamó Li Wei Yang con media sonrisa.
‒Me alegra que te guste, Xianzhu. ‒ Jiu Yiniang ocultó su sornisa.
‒Bai Zhi, echa a todo el mundo.
Bai Zhi se sobresaltó, pero siguió las órdenes de su señora y echó a las siete u ocho criadas que estaban presentes en la habitación para que las únicas en la estancia fuesen Li Wei Yang, Qi YIniang, Jiu Yiniang y unos pocos criados de confianza.
Li Wei Yang levantó la sábana y, de repente, la tiró sobre la mesa que había delante de Jiu Yiniang. Qi Yiniang se quedó atónita.
‒¿Qué ocurre, Xianzhu? ‒ Jiu Yiniang empezó a tener sudores fríos y a temblar.
‒¿El hijo de mi madre tiene que morir porque tú también vayas a tener otro? Todos quieren lo mejor para sus hijos, pero usar semejante método… ¿Ahora que vives bien lo has olvidado todo? ‒ Espetó Wei Yang con frialdad.
Qi Yiniang se sobresaltó como si alguien le hubiese pellizcado la frente y empezó a comprenderlo todo. ¿Habría algo en el juego de cuna? Se miró a Jiu Yiniang horrorizada y empezó a tener sudores fríos.
‒Xianxhu, ¿qué dices? ‒ Jiu Yiniang se tiró al suelo con los ojos inquietos y aterrados. ‒ ¡Jamás haría algo así!
‒Esta sábana-…
‒¡Los cojines y la sábana están hechos con las mejores sedas para niños! ‒ La interrumpió.
‒Bai Zhi, ¡trae unas tijeras! ‒ Ordenó la joven.
La criada siguió las instrucciones y acercó el instrumento en una bandeja. Li Wei Yang hizo una mueca y rajó la tela. Qi Yiniang temía que pudiese pasar algo y Wei Yang retrocedió un paso esperando a que cayese algo, sin embargo, dentro sólo había algodón.
‒Pensaba que estábamos en el mismo equipo, Xianzhu. ‒ Se lamentó Jiu Yiniang ‒ ¿Cómo puede ser que desconfíes de mí? Juro por los cielos que si hubiese veneno dentro yo-…
‒Wei Yang, ‒ Qi Yiniang no notó nada raro y se apresuró a regañar a su hija. ‒ ¿cómo has podido malinterpretarla? Ya estás zurciendo el cojín.
Li Wei Yang se burló de la situación y sacudió el cojín para que todo el algodón revolotease por la estancia. Jiu Yiniang tosió y las criadas corrieron a cubrirla.
‒¿Qué hace, xianzhu? Nuestra señora sólo tenía buenas intenciones… Si no aprecia su buena fe, me parece bien, pero no hace falta incomodarla. ‒ Se quejó una de las criadas. ‒ Puede que no tenga el mismo estatus, pero ahora mismo está embarazada. ¡No toleraré malos comportamientos! ¡Pienso ir a Laoye y exigir justicia!
‒¿Sí? ‒ Li Wei Yang estaba furiosa. ‒ El algodón pesa demasiado para revolotear tanto, esto es carrizo. Si el carrizo del cojín se saliese podría matar a un recién nacido, pero es que, aunque no se rompa, el carrizo no cubre lo suficiente y el niño podría resfriarse. ¡Un resfriado basta para matar a un recién nacido! Jiu Yiniang, estás en tu derecho de amar a tu hijo, ¿pero por qué quieres hacer daño a mi hermano pequeño?
‒Xianzhu, yo… No lo sabía…‒ Jiu Yiniang se la miró con incredulidad.
Li Wei Yang se la miró disgustada.
‒¿Cómo puede ser que no lo sepas si eres la que lo ha traído?
‒Yo… Yo…
Al principio, Jiu Yiniang no había tenido intenciones de ir a por Qi Yiniang, pero al cerciorarse de que iba a dar a luz a un niño con posibilidades de convertirse en el heredero necesitaba asegurar el futuro de su primogénito. Li Wei Yang le preocupaba, pero no dejaba de ser una sotera sin experiencia. ¿Cómo se habría enterado de su estratagema?
La embarazada recordó cómo esa muchacha se había deshecho de la criada Lin en su momento y perdió todas sus fuerzas y sus piernas se volvieron de gelatina.
‒Pronto serás madre, te aconsejo que te dediques a cuidar a tu hijo y que no te metas en la vida de los demás. ‒ Le dijo Li Wei Yang con una gran sonrisa.
Qi Yiniang estaba espantada y preocupada. No entendía por qué Jiu Yiniang, que siempre había aparentado ser frágil y débil, habría querido hacer algo así.
Jiu Yiniang apretó la mandíbula, se le llenaron los ojos de lágrimas y perdió el habla.
‒Jiu Yiniang, si padre te ve con esa cara en mi patio pensará que me estoy metiendo contigo.
‒Jiejie, ‒ La mujer contuvo las lágrimas y se arrodilló delante de Qi Yiniang. ‒ no me ha quedado de otra… En la familia Li no tengo a nadie de mi parte, y la idea me tentó…
Qi Yiniang extendió la mano para consolarla, pero al acordarse de lo que había pretendido esta mujer, tembló, vaciló y finalmente la ayudó a levantarse.
‒Levántate.
Jiu Yiniang no podía arrodillarse con su estómago, así que se irguió y se levantó. Entonces, le echó un vistazo a LI Wei Yang que era, sin lugar a duda, la persona más aterradora que conocía.
‒Jiu Yiniang, ‒ Li Wei Yang sacudió la cabeza y suspiró apenada. ‒ ¿sabes que voy a tener una nueva madre?
‒¿Tan pronto? ‒ Contestó la mujer estupefacta.
‒La casa no funciona sin una mujer a cargo, así que ya se ha decidido la fecha para la boda con Jiang shi.
Jiu Yiniang no daba crédito a sus oídos. Había pensado que la llegada de la nueva señora de la casa se retrasaría y que tardarían por lo menos tres meses en encontrar a una sustituta adecuada para Da Furen.
‒Padre no tiene más hijos ahora que Da ge ya no está en casa, así que es normal que tenga las esperanzas puestas en ti, pero… La nueva señora tiene sólo dieciocho años y si tuviese un heredero digno…
Ahora que por fin entendía las intenciones de Li Wei Yang, Jiu Yiniang se sintió abrumada. La nueva señora sería joven y bella, una muchacha capaz de conseguir la atención de Laoye. Que su hijo fuera varón no cambiaba el hecho de que seguía siendo hijo de una concubina, no de la primera esposa. ¿Laoye querría a su hijo también si su nueva esposa quedase en cinta de un chico? Además, todas las esposas son recelosas con las concubinas, sobretodo de aquellas que han tenido hijos. ¡¿Y si se ponía en el lado malo de la nueva matriarca?! Lo que Li Wei Yang estaba haciendo era recordarle que en lugar de estar pensando en cómo deshacerse de Qi Yiniang, lo primero era encontrar la forma de lidiar con la nueva esposa.
‒¿No tienes las prioridades claras? ‒ Le preguntó Li Wei Yang cogiéndole de la mano.
‒¿Qué? ‒ Jiu Yiniang se sobresaltó.
‒Ahora mismo tu mayor prioridad debería ser dar a luz a un niño sano y protegerle de malos pensamientos.
A Jiu Yiniang se le erizaron los pelos de la nuca. Se puso tensa, empezó a sudar y le dio la sensación de que un insecto le subía por las piernas. ¡Todo estaba en manos de Li Wei Yang! Ir en su contra era un suicidio.
‒Xianzhu…
‒Sé lo que te preocupa, pero tranquila, no voy a contarle nada a padre. Cuando la nueva llegue voy a necesitar tu ayuda.
‒Haré todo lo que sea por serte útil. ‒ Jiu Yiniang se relajó.
Li Wei Yang frunció el ceño y no dijo nada más. La concubina se marchó bajo la atenta mirada de la muchacha que sonreía de una manera insondable.
‒Wei Yang-…
Li Wei Yang consoló a su madre rápidamente, entonces, hizo pasar a Mo Zhu para que acompañase a Qi Yiniang a sus aposentos, se sentó y cogió un libro.
‒Xiaojie, ‒ Bai Zhi le sirvió un poco de té. ‒ este té de crisantemo es bueno para el calor. Pruébalo.
‒¿Te parezco enfadada? ‒ Le preguntó la joven con una sonrisa a la criada.
‒Nunca has tratado mal a Jiu YIniang. ‒ empezó suavemente la sirvienta. ‒ Si no fuera por ti, xiaojie, no estaría viva ni embarazada. No hay muchos en esta casa que velen por su bien; si dejases de ayudarla, moriría.
‒Usa a la gente y cuando por fin consigue el favor de quien quiere, ignora el bien del mal. ¡Ah, cuánto le falta a esta!
Jiu Yiniang gozaba del favor de su padre pero era muy inferior al que habían disfrutado las otras concubinas. Tan shi había conseguido sobrevivir bajo el régimen de Da Furen, al igual que Si Yiniang y Liu Yiniang.
‒En esta casa no se está tranquilo nunca. ‒ Se lamentó Bai Zhi. ‒ Pensaba que sin Da Furen podríamos estar en paz, pero se ve que siempre acaba apareciendo alguien con ganas de pelea.
‒Jiu Yiniang no es nada del otro mundo. ‒ La joven sacudió la cabeza.
‒¿Te preocupa la nueva señora? No temas, xiaojie. Aunque sea de los Jiang, no tiene el mismo estatus que Da Furen. ¡Sólo es un segunda esposa!
‒Su estatus me da igual. ‒ Li Wei Yang volvió a sacudir la cabeza con una sonrisa. ‒ Pero mucho me temo que el primer objetivo que tendrá en cuanto llegue será mi madre.
La nueva señora era de los Jiang, pero no de la casa principal. Si quería eliminar a sus enemigos tendría que apoyarse en su estatus y prestigio.
‒Bueno, Da Furen ya no está. ‒ Bai Zhi corrió a consolarla. ‒ ¿Qué va a poder hacer esta nomás llegar? Tú tienes ya una base bien puesta en esta casa.
Li Wei Yang le dio un sorbo a su té, reflexiva.
‒Nos tenemos que ocupar bien del asunto. Yo elegiré personalmente a los que sirvan a mi madre y habrá que investigar sus antecedentes a fondo.
‒Sí, señora.

*         *        *        *        *

Al cabo de un tiempo Jiu Yiniang y Qi Yiniang dieron a luz tal y como estaba previsto con la excepción de que fue Qi Yiniang quien trajo un varón al mundo y no Jiu Yiniang. Li Xiao Ran no cabía en sí de felicidad y Jiu Yiniang empezó a guardar rencor, sin embargo, su miedo a Li Wei Yang prevenía cualquier acción precipitada por su parte.
Qi Yiniang se volvió más prudente y se quedaba en sus aposentos todo el día para atender a su recién nacido y sólo permitía visitas de Li Xiao Ran y Li Wei Yang.
Desde febrero empezó a circular la noticia de la boda de Li Xiao Ran por la Capital. Y entre todos los cotilleos y habladurías, Li Wei Yang continuó su rutina como siempre. Se levantaba muy temprano e iba a saludar a Lao Furen antes de dirigirse a las estancias de su madre para ayudarla con su nuevo hermano. Después de ello, volvía a su propia habitación para desayunar, leer y practicar caligrafía. Por las tardes se dedicaba a escuchar los informes de su espía sobre lo ocurrido por la Capital y el tiempo que le sobraba, lo usaba para hacer dinero.
Desde lo sucedido con De Fei, el príncipe Qi no dejaba de buscar formas de complacer a Li Wei Yang y, al cabo de unos días, le ofreció un trabajo que ella aceptó de buena gana. Su negocio no tardó mucho en fluctuar y en cuestión de meses sus ganancias ascendieron a dos mil liang de oro. Si Li Xiao Ran hubiese lo hubiese sabido se habría quedado estupefacto. La riqueza de la muchacha superaba con creces la de toda la familia junta, aunque no era raro. El príncipe Qi era el más rico de todos los príncipes y a su tío, el duque Guan Tao, se le daba de miedo manipular a los vendedores más importantes del sur.
Li Wei Yang había conseguido llenarse la cartera invirtiendo sólo un poco. La joven sabía que el dinero era todo lo que se necesitaba para poder vivir en paz. Cada noche se iba a la cama tranquila y así seguía día sí, día también.

Bai Zhi estaba preocupada. La nueva señora de la casa llegaría en diez días y no podía dejar de pensar en lo que su señorita le había asegurado: que serían carne de picadillo en cuanto llegase.
‒Xiaojie, ‒ quiso advertir a Wei Yang. ‒ será mejor que pienses en algo, no sé, que alguien la vigile o algo-…
‒No hace falta. ‒ Li Wei Yang le sonrió.
En todas las casas había disputas y en todas se formaban grupos por interés. Cada uno luchaba su propia batalla, no existía la armonía perfecta. La única diferencia yacía en si era una batalla individual o colectiva, trivial o crucial. Los Jiang habían escogido cada uno de sus peones con suma premeditación, enviar a segundones para que se encargasen de todo sería inútil.
‒Serás tonta. ‒ Zhao Yue tiró de Bai Zhi sin permitir que volviese a abrir la boca. ‒ ¿Cuándo has visto que nuestra xiaojie pierda?
Bai Zhi se tranquilizó, dejó de hacer preguntas y olvidó sus preocupaciones hasta el día de la boda.

*         *        *        *        *

Li Wei Yang siempre había tenido el sueño ligero y se despertaba con el más mínimo ruido. Si alguien la despertaba, se pasaba el día entero de mal humor. Las criadas eran conscientes de ello, por lo que intentaban no molestarla jamás, sin embargo, aquel día la joven se despertó por un estruendo fuera de su habitación.
Bai Zhi se acercó a ella cuando vio que Li Wei Yang ya había abierto los ojos, levantó la cortina y anunció:
‒La criada Luo está aquí.
Li Wei Yang se incorporó y frunció el ceño. Bai Zhi le trajo las prendas que había ordenado preparar y calentar para su señora y la ayudó a cambiarse.
‒Dice que te ha venido a buscar por orden de Lao Furen. ‒ Le informó Mo Zhu mientras le servía una taza de té.
Li Wei Yang hizo una pausa y escupió el té dentro del jarrón que le acababa de traer Bai Zhi.
‒¿Qué ha pasado?
Ni Bai Zhi ni Mo Zhu tenían la respuesta, así que se quedaron calladas.
‒He ido a ver y… ‒ Zhao Yue entró y habló con suavidad. ‒ Jiang Guogong Furen…
Li Wei Yang escuchó a la criada mientras hacía gárgaras.
‒Oh, ‒ Li Wei Yang levantó una taza nueva que le acercó Bai Zhi y habló con total neutralidad. ‒ con que ha venido esa vieja bruja.
No era ningún secreto que Li Wei Yang aborrecía a los Jiang y cuando estaba en compañía de sus criadas de confianza solía dirigirse a Guogong Furen como “esa vieja bruja”.
‒Jiang Da Furen también ha venido. ‒ Añadió Zhao Yue conteniendo la risa.
‒Vaya molestia. ‒ Li Wei Yang suspiró con una ceja arqueada. ‒ Anda que interrumpir el sueño de la gente…
Se escuchó un sonido en la ventana. Zhao Yue se acercó y se encontró a un pajarito verde. La criada aceptó la carta secreta que tenía atada en la pata y lo soltó.
‒¡Con que era eso! ‒ Li Wei Yang se burló.
Zhao Yue y Bai Zhi intercambiaron miradas. Desconocían el contenido de la carta, pero no eran buenas noticias.
‒Olvídalas, ‒ Li Wei Yang sonrió. ‒ primero el desayuno. ‒ Dijo para dejarles saber que no era nada grave.


En cuanto llegó, Li Wei Yang clavó la vista en Guogong Furen y estudió la seda verde que vestía donde se leía: “longevidad”. La anciana estaba sentada bien erguida, con la espalda recta y la cabeza algo hacia atrás. ¡Qué refinada y gentil parecía!
‒Cuánto tiempo, señora. ‒ Li Wei Yang sonrió antes de ponerse al lado de Er Furen, Li Chang Rou y Li Chang Xiao.
‒No, ven aquí, niña. Siéntate. ‒ Le indicó Lao Furen para enfatizar el estatus superior del que gozaba su nieta.
Guogong Furen entrecerró los ojos, repasó las expresiones de todos los presentes y descubrió la sorpresa en las caras de los demás.
Jiang Da Furen ya tenía cuarenta años, pero seguía tan radiante, refinada y digna como siempre. De hecho, esta mujer siempre había sido mucho más modesta y gentil que Guogong Furen; delante de Lao Furen no actuaba como la esposa de un alto cargo y era sincera. No era sorprendente que una mujer semejante fuese la cónyuge de Jiang Xu. No mostró hostilidad alguna hacia Wei Yang, sólo sonrió y trató a todos los que se le acercaron de la misma manera: con amabilidad. La presencia de Jiang Da Furen no significaba que compartiese las mismas ideas que su suegra. ¿A quién le gustaría tener una cuñada tan arrogante como Da Furen? Jiang Da Furen jamás demostró su disgusto por ella, pero tampoco intentó relacionarse mucho. Sin embargo, ahora que había fallecido en unas condiciones tan peculiares, no podía hacer oídos sordos.
‒He venido a devolver el regalo. ‒ Guogong Furen sonrió.
Lao Furen tembló un poco. Por suerte no se le derramó el té. Vaciló momentáneamente y se aseguró de no demostrar sus inquietudes antes de hablar.
‒Oh, ‒ hizo una pausa breve. ‒ ¿para quién?
‒Ayer fui a pelegrinar por la montaña y me encontré a nuestra nieta vestida de monja y haciendo la colada. ‒ Guogong Furen empezó. ‒ Sabía que estaba rezando por su madre, así que me tomé las molestias de informarle de que su padre va a casarse y dejarla volver para que la vea. Aunque la niña no dejaba de repetir que tú no la ibas a dejar y que no podría venir.
¡Aquella anciana se había ido hasta la montaña! Todo el mundo se quedó de piedra.
‒¿Qué? ‒ Lao Furen apretó los dientes, pero continuó sonriendo. ‒ ¿Cómo puede ser? Nada me gustaría más que volviera. ‒ Su padre estaba a punto de casarse, así que Li Zhang Le tendría que volver lo quisiera o no. No obstante, la anciana había ido retrasando el momento porque no la quería ver ni en pintura. ‒ Vaya, como he tenido mucho trabajo se me debe haber escapado de la cabeza…
‒Sí, ‒ Er Furen añadió. ‒ con todo lo que ha pasado estábamos esperando a que las cosas volviesen a la normalidad…
‒Oh, perdón por interrumpir. ‒ Jiang Da Furen las interrumpió con una risita. ‒ Corre, Zhang Le, ven a saludar a tu abuela.
Sorprendidos, los presentes giraron la cabeza y se encontraron a una belleza deslumbrante entrando por la puerta. La muchacha lucía un vestido blanco y se movía con una gracia casi celestial. Sin duda, era Li Zhang Le.
Los ojos de Er Furen hervían de rabia; Li Chang Rou apretó su pañuelo inconscientemente y Li Chang Xiao no daba crédito a lo que veía. La única persona que no reaccionó fue Li Wei Yang.
‒Espero que me perdones por haberme metido donde no me llaman. ‒ Guogong Furen se dirigió a Lao Furen pero en ningún momento dejó de estudiar las expresiones de Wei Yang.
Lao Furen se quedó helada. Sabía que no podía discutir y, aunque no le gustase, lo mejor era mantener la paz. No quería provocar a aquella mujer.
‒En absoluto.
Li Zhang Le hizo una reverencia y se arrodilló en el suelo. Su melena estaba llena de perlas, era un recogido elegante y minimalista totalmente distinto al estilo que solía llevar antes.
Li Wei Yang recordó la información que había leído de que Guogong Furen había enviado a alguien para comprobar que Li Zhang Le estaba bien, pero aquella vieja había esperado un año entero para poner en marcha su plan. La anciana controlaba el templo, ¿quién se atrevería a ir en contra de la familia Jiang y su autoridad? No se filtraba ninguna información.
La única persona fuera de los involucrados que conocía el motivo por el que se había desterrado a Li Zhang Le era Er Furen que se empezó a preocupar. Repasó a la hermosa joven de la cabeza a los pies buscándole la puntilla. La ropa que llevaba puesta era rosa pálido, apropiadas: ni demasiado exquisitas, ni demasiado modestas.
‒He oído que estás enferma, abuela. ‒ Li Zhang Le habló con humildad y suavidad. ‒ He vuelto corriendo en cuanto me he enterado.
A Er Furen le sorprendió el tono de voz de la joven que nada tenía que ver con la habitual voz estridente con la que rugía.
‒Criada Luo, ‒ Lao Furen no quería verla, pero tuvo que sonreír. ‒ ayúdala a levantarse. ‒ Cuida tu salud ahora que estás aquí, y sobre tu temperame-…
‒Zhang Le acaba de perder a su madre, es normal que se sienta sola, así que he traído a unas cuantas personas para que le hagan compañía. No será un problema, ¿no? ‒ Guogong Furen no dejó que Lao Furen pudiese terminar su frase.
Lao Furen repasó a las dos mujeres que habían venido a visitarla con la mirada y, finalmente, posó la vista sobre Li Wei Yang que no reaccionó. La anciana comprendió de inmediato cuál era el plan de su nieta y sonrió.
‒¿Cómo va a ser un problema?
Todo el mundo era aparentemente feliz.
Li Wei Yang continuaba implacable con una sonrisa gélida en los labios. Li Zhang Le no le había dirigido ni un vistazo, pero cada vez que levantaba la cabeza del suelo intentaba mostrar una apariencia arrepentida, como si realmente hubiese cambiado.

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1 comentarios

  1. Gracias muchísimas gracias por el nuevo capítulo estuvo muy bueno n_n

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