Capítulo 35

julio 03, 2018


Sólo puedes imaginar cuando estás despierto, pero durmiendo te visitan los sueños.
‒Ai Qing, Sueños.

La noticia de la muerte de Xu Chuan apareció en los diarios bajo el titular: “la actriz Guan Jing se presentó en el funeral de Xu Chuan sin maquillaje, adolorida y vestida de negro” y con una foto de Guan Jing haciendo una reverencia y dejando las flores en el altar.
El día que leyó el artículo, Xu Ping ya había vuelto al trabajo de la baja. Había madrugado porque su hermano empezaba la jornada a media jornada cargando cosas en la fabrica a las seis de la mañana. Compró el periódico antes de entrar a la editorial. Los pasillos siempre estaban silenciosos porque nadie había llegado aún. Xu Ping cogió la mopa y limpió la oficina, entonces, se hizo una taza de té y se sentó en su silla. Desplegó el periódico y empezó a leerlo todo sin saltarse ni una sola línea, ni siquiera los anuncios en busca de pareja. Cuando acabó la oficina ya rebosaba vida.
La mañana transcurrió sin mucha novedad. Wang Zedong, el jefe editor, anunció que habría una reunión y se pasaron el resto del tiempo estudiando documentos y practicando la ideología armoniosa[1]. Todo el mundo se alegró cuando les repartieron cajas de fruta. La mayoría de sus compañeras eran mujeres y los hombres contaban con más experiencia que él, por lo que fue a Xu Ping a quien le tocó transportar las cajas con la ayuda del conductor. Todavía no se había ni secado el sudor de la frente que el teléfono empezó a sonar. Wang Zedong le llamaba.
‒¿Quería verme, jefe? ‒ Xu Ping llamó a la puerta.
‒Sí. ‒ Wang Zedong alzó la vista de su escritorio. ‒ Adelante, siéntate.
Wang Zedong ya estaba bien entrado en los cuarenta y había ganado peso. Tenía una hija en el instituto que sacaba buenas notas. Su esposa era una mujer capaz y dirigía su propia empresa. Tenía la vida perfecta.
Su jefe se quitó las gafas y se frotó el ceño.
‒¿Por qué has vuelto tan pronto? Sólo han pasado los primeros siete días[2], ¿no?
‒Los primeros siete días fueron hace dos días. Cuando mi padre estaba enfermo tuve que pillarme la baja durante bastante tiempo, creo que me he pedido los días de fiesta de años. Ahora que ya me he ocupado del funeral, creo que quedarme en casa no me sirve para nada, así que he vuelto a trabajar.
‒Ya veo.  Anoche me llamó mi prima, me dijo que mi tío no pudo comer después de ir al funeral de tu padre.
Xu Ping guardó silencio.  El tío de Wang Zedong, Zhang Jinmin, había sido un colega de su padre que había estado con él desde la infancia. Era un guionista bastante famoso y había escrito varias series para televisión. De hecho, había sido él quien le había echado una mano en sus vacas flacas y le había recomendado como tipógrafo.
‒Pero, chico, ¿por qué teníais que andaros con tanto secretismo mi tío y tú? Cuando te trajo no me dijo quien era tu padre, sólo me mencionó que era un viejo amigo. Me he enterado ocho años después.
‒No pensaba que me iba a quedar tanto tiempo. ‒ Xu Ping sonrió. ‒ Creía que sería un trabajo temporal. Ya había estado trabajando en varios lugares y en todos me acababan echando, pensaba que volvería a pasar. Por eso no te lo conté. Además, he estado en la cárcel. No es algo que vaya por ahí contando orgullosamente.
Wang Zedong se acomodó en la silla y se tocó la frente.
‒Ni lo menciones. Ahora ya me da igual, pero si en su momento me hubieras dicho que habías estado en la cárcel por algo así, te habría rechazado. Antes era diferente, nadie quería problemas, ¿no? ‒Xu Ping soltó una risita. ‒ Caray con mi tío. Parece un hombre sincero, todo el mundo lo piensa, pero cada vez que empieza a contar mentiras la lía. ¡Ni siquiera parpadeó cuando me mintió a mí, su propio sobrino! Sé que mi tío odia los enchufes, así que estuve intentando adivinar qué tenías que ver con él. No te voy a engañar, me planteé que fueras mi primo perdido.  ‒ Wang Zedong estalló en carcajadas.
‒El señor Zhang me vio crecer. Como mi padre no solía estar en casa por trabajo, solía irme a su casa a cenar después de clases. Una vez me llevó al hospital por la fiebre a mitad de la noche. Sinceramente, es como un padre para mí.
‒Algo había oído. Mi primo se puso enfermo la misma noche que tú, pero mi tío te llevo al hospital primero a ti y dejó a mi primo en casa. Mi tía no se lo ha perdonado todavía, sigue usándolo como argumento cada vez que discuten. ‒ Xu Ping se subió las gafas, incómodo. ‒ Mi tío me ha dicho que no has ido a visitarles si no es por las vacaciones desde entonces. Verás, mi tía es un poco, bueno, ya sabes, no sólo va por ti. Alguna vez ha hecho enfadar tanto a mi madre que ha acabado llorando. No te lo tomes muy a pecho, mi madre todavía se pregunta qué clase de hombre podría casarse con semejante mujer.
‒Claro que no. ‒ Xu Ping rio. ‒ La señora He nos ha tratado muy bien. Recuerdo que nos cocinaba. Cuando crecí aprendí a cocinar y no quería molestar.
Wang Zedong asintió con la cabeza.
‒Me alegra oírte decir eso. Mi tío te ve como a su propio hijo, ve y visítales de vez en cuando. Está deprimido desde que tu padre murió.
Xu Ping asintió con la cabeza.


‒Si eso es todo, voy a volver al trabajo.
‒Hey, no tengas tanta prisa. ‒ Wang Zedong sacó un puñado de formularios del cajón de su escritorio y mientras los hojeaba, explicó. ‒ Puede que no te hayas enterado porque no estabas, pero la editorial va a pasar por una inspección y tus datos no están completos. ‒ Le pasó un formulario a Xu Ping. ‒ Me han dicho que te lo pase; rellénalo y devuélvemelo.
Xu Ping lo recogió. Era un cuestionario sobre antecedentes y una fecha para una revisión médica.
‒¿La revisión es obligatoria?  ‒ Xu Ping frunció el ceño. ‒ Pensaba que sólo lo tenían que hacer los nuevos empleados.
‒¿A qué vienen tantas preguntas? Hacemos lo que nos mandan. La revisión es gratis[3], tómatelo como un extra del trabajo.
Xu Ping dobló los papeles por la mitad dos veces y se los metió en el bolsillo de la chaqueta. Wang Zedong se lo miró divertido.
‒¿Qué? ‒ Preguntó Xu Ping un poco molesto.
Wang Zedong se frotó la calva.
‒¿Sabes, Xu Ping? Mi mujer tenía razón. Estás demasiado delgado. ¡Si te acicalases un poco, tú también serías todo un galán!  ‒ Inclinó la cabeza. ‒ Sé sincero conmigo, ¿estás viendo a alguien?
Xu Ping sacudió la cabeza tras una pausa.
‒¡Bueno, perfecto! ‒ Wang Zedong se dio un golpe en el muslo. ‒ Escúchame. Una de las contables de mi mujer se divorció hace dos años y no tiene hijos. Es dulce y muy trabajadora. Lleva trabajando para mi esposa mucho tiempo. Es sincera y de fiar, una pareja perfecta para ti. Si quieres, puedo arreglar una quedada para-…
‒¡No, gracias! ‒ Le interrumpió Xu Ping.
‒¿Qué? ‒ Wang Zedong paró anonadado.  ‒ ¿Por qué no? ¡Esta es una de las cosas más importantes de tu vida! Vas a cumplir treinta y cinco. ¿Te crees que sigues siendo joven?
Xu Ping no contestó y a Wang Zedong se le pasó algo por la cabeza.
‒¿Es porque es mayor que tú y ya ha estado casada? ‒ Susurró.
‒No, es porque no quiero casarme. Tengo que cuidar de mi hermano, ya conoces su situación. Tiene problemas mentales y va a depender de mí toda su vida. ¿Qué mujer lo aguantaría? Prefiero no darle problemas.
‒Bueno, no te preocupes por eso. ‒ Wang Zedong suspiró aliviado. ‒ Mi esposa le explicó tu situación. Ella tampoco es joven y está divorciada. No pide mucho, sólo un chico majo para pasar sus días. Tu hermano tiene un buen trabajo, ¿no? No puedes decir que depende de ti del todo.
‒No puedo. ‒ Xu Ping le rechazó con firmeza.
‒¡¿Por qué no?!
‒¡…No me puedo casar!
‒¿Qué leñe te pasa? Tienes los pies en la tierra, un buen trabajo y una cara decente. Tu padre te ha dejado una casa. ¡¿Por qué no te puedes casar?! ‒ Wang Zedong se había enfadado.
Xu Ping no pudo rechazar con dureza al hombre, pero al final soltó:
‒No puedo tener hijos. ‒ Wang Zedong se quedó inmóvil. ‒ …Mi madre y mi hermano tienen una enfermedad mental. Consulté a los doctores y me dijeron que hay un ochenta o un noventa por ciento de posibilidades de que sea hereditario. Mi madre murió joven y a mi hermano lo llevan maltratando toda su vida. No quiero traer niños a este mundo para sufran.
‒No debería contarte sus asuntos personales, ‒ Wang Zedong recuperó el habla. ‒ pero si tu problema son los niños, puedes estar tranquilo. Esta mujer, bueno, es estéril. Su ex era un ricachón, pero le pegaba. Una vez se quedó embarazada y su marido le zurró tanto que perdió al niño y desde entonces no ha podido volver a quedarse. Es una chica bonita y su ex no quería divorciarse, pero su suegra quería un nieto y lo forzó. Ahora le va bien económicamente y no le falta nada, sólo un hombre con el que pasar su vida. Hasta ahora no le ha gustado ningún chico, pero cuando mi esposa le habló de ti y de lo buen hijo y hermano que eres, se interesó. ¡Es perfecto! Si os juntáis tú tendrás a una buena mujer sin hijos y ella un buen hombre.
Xu Ping se quedó callado unos minutos y, al final, sacudió la cabeza.
‒No.
Wang Zedong se enfureció y golpeó la mesa con las manos.
‒¡Llevo intentando convencerte todo este rato y sólo me dices que no! ¿Por qué no? ¡Dime!
‒…No quiero.
‒Pero si ni siquiera la has visto.
‒Mi padre acaba de morir; es demasiado pronto…
‒¿Quién te ha dicho que la tienes que conocer ya mismo? Sólo te lo hacía saber. Podemos hablar de esto dentro de cuatro meses o siete.
‒Yo no-…
‒Basta de excusas. ‒ Wang Zedong le interrumpió con la mano. ‒ Ya está decidido; me lo acabarás agradeciendo. Ahora ve a trabajar.


[1] El partido comunista chino llamaba a la censura: “armonía”. Es decir, lo que Xu Ping está haciendo en estos momentos es censurar documentos.
[2] La tradición marca que cada siete días se ha de celebrar una ceremonia para el fallecido hasta llegar a los cuarenta y nueve días. Se cree que los primeros siete días es cuando el alma vuelve a visitar su casa.
[3] Los centros hospitalarios chinos están obligados a autofinanciarse y muchos tienden a inflar los costes. Sus ingresos dependen de los pacientes y de la venta de medicamentos. El gobierno sólo financia el 60% de los costes médicos.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images