Capítulo 47

julio 26, 2018


Me levantaré ahora e iré, pues siempre, día y noche,
oigo el rumor del lago ante la orilla;
cuando estoy en la calzada, o en las grises aceras,
lo oigo en lo más hondo de mi corazón.
‒William Butler Yeats, La isla del lago de Innisfree

Querido editor jefe Wang.

‒Gege.
‒¿Sí?
Xu Ping repasó con la mirada las estanterías de la sección masculina del centro comercial. Su hermano salió del probador con un par de vaqueros nuevos.
‒¿Te aprietan demasiado? ‒ Preguntó tirándole de la cadera.
Su hermano sacudió la cabeza a modo de respuesta.
‒Señor, llevo trabajando aquí muchísimo tiempo y es la primera vez que veo a alguien a quien le quedan tan bien los pantalones. ‒ Le alabó el vendedor.
Xu Ping ignoró su comentario.
‒¿Hay una talla más? ‒ Hizo una pausa. ‒ En azul marino, gris y negro, por favor.
‒Los pantalones quedan mejor si están ajustados, señor. Una talla más no acentuaría las líneas de las caderas o las piernas. ‒ Advirtió la empleada con amabilidad.
‒Es mejor que le vayan grandes. Se los podrá poner cuando engorde.
La empleada no discutió más y se marchó.
Xu Ping cogió una caja de zapatos que descansaba en un sillón de cuero y lo abrió.
‒Pruébatelos.
Su hermano se sacó sus zapatillas gastadas y metió el pie en uno de los zapatos de cuero.
‒¿Qué tal? ¿Cómodos?
‒Aprietan. ‒ Xu Zheng frunció el ceño.
Xu Ping abrió otro par que también estaba en la silla.
‒¿Y estos?
Xu Zheng dio un par de pasos.
‒Muy sueltos.
Xu Ping se agachó y le ató los cordones.
‒¿Y ahora?
Xu Zheng volvió a dar un par de pasos, pero no dijo nada. Xu Ping le quitó los zapatos y los dejó en la silla justo cuando la empleada volvía con los pantalones.
‒Pruébatelos. ‒ Le ordenó al menor.
Xu Zheng frunció el ceño, impaciente. Xu Ping se paró a pensar unos instantes antes de elegir una de las camisas que habían comprado antes.
‒Con esta.
Xu Zheng miró para atrás, pero no aceptó la ropa.
‒¿Por qué no le ayudo, señor? ‒ Se ofreció la empleada.
‒Ya lo hago yo. ‒ Xu Ping la detuvo y le pasó la caja de zapatos. ‒ ¿Puedes buscarme unas sandalias de esta talla? Gris o marrón.
La muchacha se marchó con los zapatos en la mano.
Xu Ping contempló a su hermano y se dejó caer en el sillón, agotado.
‒Ya sé que no te gusta ir de compras, pero ¿no puedes aguantar un poquito más?
‒Odio cambiarme de ropa. ‒ Gruñó Xu Zheng.
Xu Ping no supo qué responder.
‒¿Y si te ayudo yo? ‒ Suspiró.
Su hermano lo consideró durante unos segundos y asintió. El probador no era muy grande. Una de las paredes eran de espejo.
Xu Ping corrió la cortina, le desabrochó la camiseta y los pantalones. Ambos estaban muy pegados por culpa del espacio limitado y Xu Ping podía sentir la calidez y el aroma del cuerpo del otro hombre sobre el suyo.
‒Levanta las manos.
Xu Ping se escabulló y le quitó la camiseta. Su hermano se dio la vuelta para ayudar al mayor a quitarle los pantalones. Cuando Xu Ping se inclinó para seguir con los botones del pantalón, Xu Zheng le empujó contra el espejo y ahí sintió el miembro de su hermano pequeño rozándole el estómago.
‒No. ‒ Xu Ping ladeó la cabeza cuando el pequeño quiso besarle.
‒¡Sí!
Xu Ping le miró de mala manera.
‒¿Qué me habías prometido? Nada de besos y abrazos fuera.
‒¡Esto no es “fuera”! ¡Sólo estamos tú y yo!
Xu Ping se quedó callado unos segundos y finalmente susurró:
‒No.
‒¡No me quiero cambiar de ropa! ‒ Gritó enfadado Xu Zheng. ‒ ¡Vámonos a casa ya! ‒ Y empezó a tirar de los pantalones.
‒¡Para! ‒ Xu Ping le sujetó.
Xu Zheng hizo caso omiso y se concentró en desnudarse.
‒Sólo un beso. ‒ Xu Ping le cogió las manos y se comprometió. ‒ Pero después tienes que probarte esto.
Su hermano se paró para mirarle. Xu Ping suspiró, abrazó a Xu Zheng por el cuello, cerró los ojos y se inclinó sobre él rodeado por los brazos de su hermano pequeño.

No sé cómo decirte esto. Me has tratado muy bien todos estos años. Más que mi jefe, para mí eres un profesor, un hermano mayor y un amigo. No sé dónde estaría ahora mismo si no fuera por ti.

‒Serán cinco mil ochocientos treinta y tres yuanes[1]. ¿Tarjeta o efectivo?
‒Efectivo.
‒Ahora tenemos una promoción para conseguir más miembros, señor. Siendo miembro de oro por cada compra igual o superior a ochenta y ocho acumula puntos que puede usar para comprar en cualquiera de nuestros centros comerciales y un veinte por ciento de descuento.
‒No, gracias. ‒ Xu Ping sonrió.
‒Se ahorraría mucho dinero viendo lo mucho que compra si fuera miembro, señor.
‒Gracias. Si vuelvo a venir a comprar me lo pensaré.
‒Claro. Aquí están sus seis mil yuanes.
Xu Ping cogió el cambio y el tiquete y le indicó a su hermano que cogiera las bolsas.
‒¿Nos vamos a casa? ‒ Preguntó Xu Zheng.
Xu Ping asintió algo vacilante.
Xu Zheng llevaba todo el día con una expresión severa, sin embargo, en cuanto pusieron un pie en la calle se le suavizó.
‒…Gay… En el probador… en el cuello… he visto…
Xu Ping se tensó y giró la cabeza en la dirección de donde provenía la conversación. La empleada de antes parloteaba con otra compañera de espaldas a él. La compañera notó que Xu Ping estaba ahí y se quedó de piedra, le dio unas palmaditas a la empleada y le hizo gestos para que se diera la vuelta.
La empleada se giró, intercambió una mirada con Xu Ping y su cara se contrajo por la sorpresa. Ninguno dijo nada.
‒Gege.
Xu Zheng le alcanzó y le cogió los papeles que Xu Ping tenía en la mano. Xu Ping miró a su hermano y acarició donde le había besado. Xu Zheng no notó nada. Se cambió las bolsas de mano y cogió la de su hermano con la otra. Xu Ping le esquivó.
‒¿Gege?
Xu Ping todavía sentía las miradas de acero de las dos mujeres escudriñándolos. Con los ojos como platos miró a los de su hermano. Para Xu Zheng el mundo estaba vacío. Él era lo único que veía.
Xu Ping bajó la cabeza y relajó los hombros. Dio un paso y le cogió la mano.
‒Perdona, se me ha ido la cabeza.
Xu Zheng enredó sus dedos con los de su hermano y Xu Ping le sonrió.

Me han llegado los resultados de mi revisión y me han diagnosticado cáncer estomacal. El día que me enteré fue el mismo en el que fuimos a esa cita.

‒¿Estás listo, Xiao Zheng?
Xu Ping estaba sentado delante del ordenador de la sala de estar con dos maletas a sus pies escribiendo. Su hermano todavía no había contestado. Xu Ping dejó el teclado y fue hasta la puerta de su hermano pequeño. Su hermano estaba admirando el sol que brillaba fuera.
‒¿Qué miras tanto? No me has respondido. ‒ Xu Ping le dio una palmadita en la espalda.
Su hermano guardó silencio, se quitó las gafas de sol y se las pasó. Xu Ping se las puso y el mundo se volvió de un tono azul claro como el océano.
‒Pensaba que las habíamos perdido. ¿Dónde las has encontrado?
Su hermano no contestó.
‒¿Te acuerdas? Te las compró papá. Las mías eran verdes y las tuyas azules. Nos llevó a la piscina cuando me gradué del instituto… ‒ Xu Zheng se limitó a mirarle. ‒ Hace veinte años ya. ‒ Xu Ping soltó una risita. ‒ El tiempo pasa volando, ¿eh? ‒ Le acarició las marcas rojas de la frente. ‒ ¿Te duele?
Xu Zheng sacudió la cabeza. Xu Ping aflojó la tira y le puso las gafas.
‒Has crecido mucho, por eso te van pequeñas. ¿Qué tal? ¿Mejor?
Xu Zheng se las colocó bien. Xu Ping miró el reloj y le dio un golpecito en el hombro.
‒Déjate de tonterías. Si no nos vamos en diez minutos perderemos el avión. Es nuestro primer viaje.
Xu Zheng se quitó las gafas de mala gana.
‒Nunca has visto el mar, ¿a qué no? ‒ Rió Xu Ping.
Su hermano sacudió la cabeza.
‒Yo tampoco. ‒ Suspiró. ‒ Pero me han dicho que es precioso. El cielo es azul, como el océano. La playa es blanca, hay árboles verdes…‒ Xu Ping se detuvo y le sonrió. ‒ Bueno, ve al baño y bebe agua antes de irnos.
Su hermano obedeció.
Xu Ping se sentó delante del ordenador otra vez y continuó escribiendo su correo electrónico.

Perdóname por no contártelo en persona, por favor, pero no se lo puedo decir a nadie. Necesito un poco de tiempo para ocuparme de mis asuntos personales.

El teléfono empezó a sonar. Xu Ping lo cogió y colgó tras un par de frases.
‒El taxi ya está abajo, Xiao Zheng. ¿Estás listo?
Xu Zheng salió corriendo del baño.
‒Todavía no he bebido agua.
‒Bueno, pues date prisa. ‒ Le ordenó Xu Ping.

Te adjunto el trabajo. Ya te he enviado los textos. Me disculpo por tantas molestias.
Lo siento mucho. Gracias.
Con mis mejores deseos, se despide atentamente,
Xu Ping.


[1] 5833 yuanes vendrían a ser unos 735,02 euros o 862,21 dólares.

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