Capítulo 53

julio 26, 2018


Habéis oído que se dijo: “Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.” Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis[a] hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.
‒Mateo 5:43-45

Xu Zheng se despertó de repente. Se sentó en la cama, empapado de sudor y con el corazón a mil. Jadeó un par de veces y llamó a su hermano.
‒Gege.
No le contestó nadie. La ventana sólo estaba un poco abierta y la brisa matutina movía las cortinas. El lado de su hermano estaba vacío y las sábanas le cubrían. La noche anterior habían tirado la ropa por todos lados por el subidón del momento, pero ahora estaban bien amontonadas y dobladas en una esquina de la cama.
Xu Zheng se tranquilizó al ver la ropa. Se dejó caer otra vez sobre la cama y se llenó del aroma de su hermano.
Había soñado. Xu Zheng casi nunca soñaba, normalmente se quedaba totalmente dormido. La primera parte del de esa noche estaba tan borroso que apenas recordaba nada, sólo sabía que había estado remando a algún lado con su hermano. El tiempo era increíble y estaban rodeados por flores de loto. Su hermano le hablaba con dulzura y él estaba totalmente feliz. “Xiao Zheng”, le llamaba mientras le ayudaba a mover las flores. Cuando él había mirado en su dirección, Xu Ping le había besado. “Gege”, se había sonrojado. Y entonces, todo se hacía añicos como un cristal roto.
Xu Zheng se había despertado en ese momento.
Ignoraba el motivo de su sueño y eso le angustiaba. Se retorció por la cama con la cara enterrada en el cojín que olía a Xu Ping. Su hermano solía regañarle cada vez que hacía eso, pero Xu Zheng jamás lo corrigió. Anhelaba el aroma de su hermano, como si de un adicto al opio se tratase. Era imposible controlar el impulso de lamerle el cuello como un cachorro. Xu Zheng empezó a tener calor.
Cogió la camiseta y se la puso con torpeza, entonces, metió las piernas en los pantalones. Lo primero que hizo fue ir al baño y bajar las escaleras a saltos para buscar a Xu Ping.
Xu Ping no estaba en la casa. El equipaje ya estaba bien colocado en una esquina del pasillo y había una taza de, presuntamente, agua caliente en la mesa de la cocina.
Xu Zheng echó otro vistazo, pero no le encontró. A continuación, abrió la puerta que llevaba a la playa que estaba totalmente vacía a excepción de ropa.
‒¡Gege! ‒ Xu Zheng las recogió y las esnifó. Todavía olían a su hermano.
El joven hombre gritó con tanta fuerza que hasta asustó a dos pájaritos que descansaban en uno de los árboles. Las extremidades de Xu Zheng se enfriaron y se le puso la piel de gallina.

Xu Ping sentía estar pasando por un túnel negro. No obstante, no tenía miedo, sólo paz interior. No sabía dónde estaba a dónde iba. Era como si todo lo malo hubiese desaparecido, se sentía ligero. La oscuridad le hacía feliz.
Anduvo hasta el final donde encontró una luz deslumbrante que engrandeció su anhelo, como si algo le llamase. Se acercó.
En la luz había dos siluetas: un hombre y una mujer. La luz les envolvía y tenían la cara borrosa. Totalmente en paz y satisfecho, él se alzó ante ellos y los llamó.
‒Papá… Mamá…
Recordó muchas cosas que creía olvidadas.
‒¿Estoy muerto? ‒ Preguntó.
Las dos personas se limitaron a mirarle. Xu Ping, por alguna razón, no estaba asustado. Todo era tranquilo y bueno en ese mundo. No existía el dolor ni las preocupaciones. Era como el cielo.
Pensó en su vida pasada y no se arrepintió de nada; había cumplido su misión.
‒Llevadme. ‒ Sonrió.
Dio un paso hacia la luz, pero de repente, escuchó un grito atronador a lo lejos.
‒¡Gege!
Vaciló y miró atrás.
El gritó penetró en la oscuridad y resonó en el latido de su corazón.
‒¡Gege, gege!
Xu Ping sintió un dolor enloquecedor, como si la voz le estuviese partiendo en dos.
Al cabo de instantes, rompió a llorar.

Le pesaban los párpados. Estaba completamente inmóvil, empapado y helado. Alguien le daba golpes en el pecho, le pellizcaba la nariz y le soplaba en la boca. El hombre le sopló en la boca un rato más antes de volver a darle golpes en el pecho.
‒No me hagas esto, Xu Ping. ‒ Le temblaba la voz. ‒ No me hagas esto.
Le sonaba la voz, pero no recordaba de quién era. El desconocido le hizo el CPR varias veces, pero Xu Ping apenas respiraba.
‒¡Vuele, Xu Ping! ¡Te acabo de ver llorar! ¡Estás despierto, ¿verdad?! ¡Vuelve! ¡Vuelve! ‒ El hombre parecía tan herido que a Xu Ping le sentó mal.
Quería mover los dedos, pero unas cadenas invisibles restringían su movimiento. El hombre continuó ayudándole a respirar, sin embargo, Xu Ping no se levantaba. Le abrazó la cabeza y jadeó de una forma extraña.
Xu Ping creyó que el hombre estaba riéndose hasta que notó unas gotas cálidas sobre su rostro.
‒Es culpa mía… Es culpa mía…
No sabía qué estaba ocurriendo. Hizo todo lo posible para abrir los ojos y ver quién era, pero justo entonces, los labios del desconocido se posaron sobre los suyos. Aquel hombre le besó con más intensidad y, entonces… Escuchó un golpe.
El desconocido salió volando por los aires.
Escuchó el rugido furioso de su hermano que se abalanzaba sobre él para luchar. Ambos rodaron por la arena.

Xu Zheng hervía de rabia.
Había nadado de un lado al otro y no había conseguido encontrar a su hermano. Estaba totalmente frustrado. Quizás por el hecho de que Xu Ping ya le había abandonado una vez en su niñez. Xu Zheng todavía recordaba a su hermano ensangrentado en el suelo gritándole que se muriese y que no quería volverle a ver. A pesar del tiempo transcurrido, una parte de él continuaba creyendo que no era suficiente para su hermano y que un día le abandonaría sin dejar rastro como en ese momento, llevándose toda su luz.
Xu Zheng recordó la sensación que más temía en el mundo.
Goteando, volvió a la orilla. Desesperado, enfadado y atemorizado. No entendía cómo había sucedido. Últimamente, su hermano le había estado tratando muy bien, habían hecho cosas que ni siquiera se había podido llegar a imaginar. Su hermano le abrió su cuerpo, le besó, le abrazó con tanta intimidad y alegría que Xu Zheng explotaba de alegría y… De repente, había desaparecido.
Frunció el ceño y apretó la mandíbula. Le temblaban los músculos de la cara y, en ese instante, vio a su hermano tumbado en la arena de la playa, con los ojos cerrados como si estuviese dormido y a un perfecto desconocido besándole.
Xu Zheng se quedó patidifuso ante la imagen, inmóvil. Le pasaron muchos pensamientos por la cabeza, pensamientos desordenados. Algunos que ni siquiera él mismo comprendía, pero todos se convirtieron en uno: Gege no me abandonaría, me han robado a mi gege.
La mitad de su ansiedad y sus miedos se transformaron en jolgorio, la otra mitad en ira.
Gege no le abandonaría, le habían robado a su gege.
Xu Zheng cogió al hombre por el cuello y le pegó un puñetazo en la cara haciéndole sangrar la nariz. Cuando el hombre se balanceó y se alejó de Xu Ping, se lo miró con incredulidad como si no pudiese creer que Xu Zheng le hubiera pegado.
Xu Zheng pasó por al lado de su hermano y cogió al desconocido por el hombro, listo para volverle a pegar. El hombre le cogió por la muñeca y le obligó a caer en la arena.
Xu Zheng, ignorando al hombre, le empujó y le pegó una y otra vez en la cara. Su víctima, que también era fuerte, le arañó todos los ojos a puñetazo limpio. Lloraba lágrimas de sangre, pero no sentía dolor. Su pecho parecía estar ardiendo, le dolía la cabeza y sólo podía pensar en una cosa: “¡Lo mato, lo mato!”.
Rodaron por la arena, enzarzados en una buena pelea. Al parecer, el otro hombre también se había enfadado y le devolvía los golpes al cien por cien. Se miraban con ojos llenos de ira salvaje, planeando la muerte del otro.
Xu Zheng no había estado tan enfadado en la vida. Le temía tanto a la idea de que ese hombre escondiese y se llevase su luz obligándole a vivir el resto de su vida en el dolor que se estremecía.
Aulló como un oso enfadado y saltó para estrangular al hombre y empujarle la cabeza en la arena.
El hombre se escabulló y escupió al suelo.
‒¡Xu Zheng! ‒ Gritó con la voz ronca.
Xu Zheng apretó la mandíbula y continuó pegándole, haciendo caso omiso.
‒Xu Zheng, tu hermano está muerto.
El puño derecho de Xu Zheng se detuvo justo delante de la nariz del desconocido, vaciló unos instantes y aterrizó pesadamente.
El hombre tosió sangre.
Xu Zheng cogió al hombre por el cuello de la camisa y le volvió a golpear.
‒Xu Ping está muerto. ‒ Susurró mirándole fijamente.
Le cayó una lluvia de golpes y él no se resistió. Se hizo un ovillo en la arena y se cubrió la cabeza con los brazos en silencio.
El alboroto cesó dios sabe cuánto tiempo después. Xu Zheng, empapado en sudor, jadeaba con las manos en las rodillas.
El hombre tosía pesarosamente en el suelo.
Xu Zheng se irguió lentamente, pasó por encima del hombre y se acercó a Xu Ping.
‒Levántate, gege. ‒ Le sacudió el brazo. ‒ Vámonos a casa, gege. ‒ Xu Ping seguía con los ojos cerrados. Xu Zheng se mordió el labio inferior y consideró qué decir. ‒ He hecho mal, gege. No tendría que haberme peleado. No te enfades conmigo. ‒ Le cogió la mano. ‒ Vámonos a casa.
La única respuesta que consiguió fue el vaivén de las olas sobre la playa. El hombre empezó a sollozar y Xu Zheng, como si no fuera consciente de lo que estaba sucediendo, se quedó mirando fijamente la arena como ausente. Entonces, de repente, se arrodilló, besó a Xu Ping en la mejilla y estudió su expresión como un perro intentando complacer a su dueño.
‒¿Estás cansado, gege?
Xu Ping no contestó.
Xu Zheng se tumbó a su lado de cara a él.
‒Estás cansado, gege. Voy a dormir contigo un rato.
Tiró de él suavemente y colocó su propio brazo debajo de su cabeza.
El rostro de Xu Ping estaba pálido. Tenía las pestañas entrelazadas. Lo único con algo de color eran sus labios rosados.
Notando lo frío que estaba, Xu Zheng se quitó la camiseta y la dejó encima de Xu Ping.
Se volvió a tumbar y le tocó las pestañas.
Qué largas eran.
‒Duerme bien, gege. ‒ Le besó el ojo con suma dulzura. ‒ Cuando te despiertes nos iremos a casa.

El cielo se oscureció con el paso de las horas hasta que las nubes negras, que parecían un ejército preparándose para la batalla, cubrieron el sol. A lo lejos, como tambores de guerra, resonaron unos cuantos truenos anunciando la llegada de los relámpagos y la tormenta.
‒Levanta. ‒ El desconocido estaba de pie al lado de Xu Zheng. ‒ Suelta a Xu Ping. ‒ Ordenó con frialdad.
Intentó coger el brazo inmóvil del hermano mayor, pero Xu Zheng abrió los ojos y lo alejó. Seguidamente, se incorporó y se quedó delante de su hermano a la defensiva, fulminándole con la mirada como un lobo.
‒Está muerto, Xu Zheng. ‒ Dijo el hombre después de callar unos minutos.
En cuanto terminó de hablar, las palabras le apuñalaron a él mismo y tuvo que levantar la cabeza al cielo para controlar las lágrimas entre temblores.
Xu Zheng se lo quedó mirando cansado.
‒Tenía una enfermedad terminal. Ha venido aquí contigo porque quería tener buenos recuerdos contigo en sus últimos días. ‒ Mientras hablaba intentó tocar a Xu Ping, pero Xu Zheng le quitó la mano. ‒ Siempre ha sido así. Parecía listo, se le daba bien estudiar, pero en realidad era un idiota que no sabía hacerlo de otra forma. ‒ El hombre lo volvió a intentar, pero Xu Zheng le dio una patada. ‒ No he podido volver en todos estos años, así que le pedí a otros que le echaran un ojo. Le hice algo horrible que me ha perseguido como una pesadilla. Llevo todos estos años afirmándome a mí mismo que cuando lograse tener fama y poder volvería a rogar por su perdón. Le habría dado todo con lo que no habría podido ni soñar… Dinero, estatus, vida… ‒ Se levantó con dificultad, se quitó la arena de la cara y avanzó hacia Xu Zheng. ‒ ¿Sabes lo que es ir a estudiar y luego al trabajo sólo durmiendo tres horas al día? ¿Sabes lo que es pasarse veinte horas al día trabajando y que te ingresen en el hospital por espasmos epilépticos? ¿Sabes lo que es tener que sobornar, amenazar, traicionar y acosar a quien haga falta para conseguir subir de rango? ¿Sabes lo que es tener que ir en contra de tu orientación sexual y casarte con una mujer por la que no sientes nada, tener que fingir estar enamorado cada día delante del ricachón de su padre para conseguir financiamiento? ‒ Se alzó ante Xu Zheng. ‒ No sabes nada, ‒ Susurró. ‒ retrasado.
Despegó a Xu Zheng de una patada y apunto a su cuello. Xu Zheng empezó a retorcerse. El hombre esquivó los brazos de Xu Zheng mientras ejercía todavía más fuerza en su cuello.
‒Naciste como su hermano. Te ha amado, se ha preocupado de ti, te lo ha dado todo, ¿y tú qué has hecho por él? Has nacido retrasado, incapaz de cuidarte de ti mismo. ¿Qué te hace pensar que lo puedes tener sólo para ti? ¡No eres suficiente para él!
Xu Zheng no podía respirar y estaba todo rojo. Las manos del desconocido eran como unas esposas que le aprisionaban el cuello. Cada vez que intentaba zafarse de su agarre, aquel hombre le esquivaba sin dificultad alguna.
‒Por fin… Por fin… ‒ Empezó ahogarse. ‒ Me enteré de que tenía cáncer y pensé que esta vez podría llevármelo, curarle y darle la mejor de las vidas. No dejaba de decirme a mí mismo que esperase, que esperase, que le iría a ver cuando volvierais de vuestras vacaciones y que entonces le pediría perdón, le diría que le he echado de menos todas estos años, que he buscado a los mejores doctores para que le curen, pero… Pero… ‒ Xu Zheng notó como unas gotas calientes le caían sobre la cara. ‒ Es demasiado tarde. Es demasiado tarde… Xu Ping está muerto. Estaba muy débil, pero ha querido ir a nadar. Debe haberlo hecho a propósito. ¿No eres su hermano? ¿No le querías y le atesorabas tanto? ¡¿Por qué no le vigilas?! ¡¿Por qué?!
Al fin las manos que rodeaban el cuello de Xu Zheng le soltaron. El hombre dio un paso para atrás y cayó de espaldas en la arena. Lloriqueando con las manos en la frente.
‒Tendrías que morir. Muérete y devuelve a Xu Ping. Se ha portado demasiado bien contigo. ¡Si para ti es tu hermano, haz que vuelva, ocupa su lugar!
Xu Zheng se sentó y observó al hombre llorando con la mano en la garganta antes de volverse hacia Xu Ping. Se inclinó y le tocó la frente.
‒Gege. ‒ Murmuró.
Le empujó.
‒Levanta, gege.
Le sacudió el hombro.
‒Despierta, gege.
El otro hombre le miró.
Xu Zheng sacudió a Xu Ping.
‒Levanta, gege. Gege.
Le dio una bofetada en la cara.
El otro hombre pasó de la sorpresa a la ira y pegó un salto para detenerle.
‒¡¿Qué haces?! ¡Ya está muerto!
‒¡No lo está! ‒ Rugió Xu Zheng. ‒ No está muerto. Está aquí mismo. Le oigo hablarme. ‒ Inclinó la cabeza para escuchar con más atención. ‒ Me está diciendo que no tenga miedo. Me está pidiendo que le espere.
El otro hombre abrió los ojos como platos y le soltó lentamente.
‒Gege. ‒ Volvió a decir Xu Zheng.
Besó a su hermano en una mejilla y, después, en la otra.
Incapaz de mirar la escena, el otro hombre desvió la mirada con labios apretados.
Xu Zheng le cogió la mano a Xu Ping y besó cada uno de sus dedos, poniéndole la mano sobre su cara.
‒No tengo miedo, gege. ‒ Afirmó con torpeza. ‒ Estoy aquí, no me pienso ir a ningún sitio. Te voy a esperar, gege.  ‒ Se inclinó y le besó en los labios. ‒ Gege…
Su voz tembló como la de un niño pequeño.
Su pelo estaba despeinado y su cara de un color negro y azul.
Se secó las lágrimas con un brazo y, de repente, rompió a llorar.
‒Te amo, gege. ‒ Articuló las palabras que tanto había querido decir. ‒ No me dejes, gege.
Una única lágrima cayó por el ojo de Xu Ping, recorrió su frente y acabó en la arena.
No dejaban de caer lágrimas, una detrás de otra, que pintaban la arena de la playa.
Xu Zheng seguía llorando. Era la primera vez que lloraba.
‒…Ambulancia… sí, joder, diles que lo he dicho yo. ‒ Farfullaba por teléfono un hombre a sus espaldas. ‒ Que traigan un helicóptero aquí ahora mismo…

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