Capítulo 105: La efímera belleza de Dajie

septiembre 16, 2018


Zhou Tian Shou levantó la cabeza y frunció el ceño cuando vio que Yin Tian Zhao le insistía al Emperador para que entrase al pasillo interior. ¿Qué estaría tramando? ¡Si no fuera porque el Emperador, podría haber oído a escondidas qué decían! Ahora sólo podía quedarse ahí, preocupado por si aquel viejo sacerdote se dedicaba a malmeter. Temeroso, le echó un vistazo rápido al eunuco y abandonó los aposentos del Emperador. Puede que no fuera a ser capaz de escuchar la conversación en persona, ¡pero encontraría la manera de enterarse! ¡De todas formas, últimamente el Emperador se lo contaba todo a la consorte Lian!

‒Mi queridísimo sacerdote, me parece impresionante todo el tiempo que has pasado estudiando las estrellas por el futuro de Dali. Sin embargo, algo que me dice que hay algún problema. ¿Las estrellas te han revelado algo? ‒ Preguntó el Emperador, no obstante, lo que realmente le interesaba era si lo que Yin Tian Zhao, que no parecía tener mucha prisa por hablar, había insinuado es que su propia vida estaba en peligro.
‒El estado del reino es estable y a salvo. No hace falta estudiar las estrellas para verlo. ‒ Las palabras de Yin Tian Zhao no eran una respuesta, pero daba la sensación que sí había predicho algo.
‒Para nada, por muy estable que sea mi reino, siempre hay malos estragos. Tú puedes predecir el futuro, si ves alguna calamidad avecinándose, dímelo. No voy a culparte.
El sacerdote parpadeó y un fulgor nuevo apareció en su mirada. Sonrió con malicia, levantó la cabeza y dijo:
‒Su Alteza, si me insiste, este humilde sirviente no puede hacer nada, se lo contaré. Tiene razón, se avecina una terrible calamidad.

Li Wei Yang le dedicó una sonrisa a Min Zhi que jugueteaba en su cuna.
‒Vaya bichito, ‒ Tan shi sacudió la cabeza. ‒ se acaba de recuperar y ya está dando guerra. ‒ Min Zhi soltó una risotada. ‒ Qué cruel es. ‒ Suspiró su madre.
Li Wei Yang le cogió las manos regordetas a su hermano.
‒Oh, lo dudo. Se supone que va a ser muy sabio, ¿no?
Min Zhi aplaudió felizmente cuando escuchó hablar a su hermana mayor, haciendo reír a su madre.
‒Me preocupa que vuelvan a ir a por él otra vez.
‒Que se atrevan. ‒ Li Wei Yang volvió a reír, esta vez con frialdad. Tan shi se quedó atónita, pero la joven cambió su tono de voz rápidamente. ‒ No te preocupes, madre. Me encargaré de que aquellos que hagan daño a Min Zhi reciban su merecido.
Zhao Yue, que había estado montando guardia afuera, entró de repente y le susurró algo al oído a su señora.
‒Madre, ‒ Wei Yang sonrió y se levantó. ‒ tengo que ocuparme de una cosa, me voy.
Tan shi asintió con la cabeza y en cuanto Li Wei Yang se marchó caminando a paso ligero le preguntó a Zhao Yue.
‒¿Los habéis atrapado?
‒Sí, señora. ‒ Zhao Yue sonrió

Li Wei Yang regresó a sus aposentos, pero en lugar de entrar en su cuarto, se dirigió a la habitación mal iluminada que, a simple vista, no era más que un almacén. Allí se hallaba una mujer de constitución robusta y alta atada y amordazada.
Zhao Yue le quitó el trapo de la boca a la mujer con los ojos desorbitados cuando su señora le dio el visto bueno. Li Wei Yang estudió con atención a la mujer, sonriente.
‒Vaya, si es la criada Zhou.
La mujer iba vestida con un traje de algodón y se cubría con una capa de seda. Llevaba un par de accesorios de madera en el pelo y estaba totalmente alerta.
‒¡¿Qué significa esto, San xiaojie?!
Li Wei Yang la miró, pero la criada Zhou ni siquiera fingió sentir ni un mínimo de culpabilidad.
‒Se te ha visto merodear por las habitaciones de Si Di. ¿Qué hacías allí? ‒ Preguntó como si nada.
A pesar de que la sirvienta estaba atada, se las apañó para aparentar inocencia y desdicha.
‒Sólo seguía las órdenes de Da xiaojie. Ella me dijo que fuera a ver si Si shaoye ya estaba curado. Mira, hasta he traído un tazón de sopa de ginseng, pero Qi Yiniang me ha dicho que la sopa no era buena para el niño.
‒¡Es culpa tuya por colarte a hurtadillas y no contestar mis preguntas! ‒ Replicó Zhao Yue.
‒Mira, chiquilla, no sé si lo pillas. ¡Me has tirado la sopa al suelo y yo pretendía llevársela a mi nieto! ¡¿Cómo voy a estar de humor para contestar a tus tonterías?!
‒¡Paparruchas! ‒ Contestó Zhao Yue enfadada. ‒ ¡Te he llamado, pero me has ignorado!
A Li Wei Yang le pareció clarísimo que la criada Zhou había ignorado a Zhao Yue. La joven sonrió.
‒¿Estás segura?
‒Sí, señora. He investigado a fondo, no he descubierto nada sospechoso.
Li Wei Yang no se enfadó.
‒No tengo prisa. Con paciencia conseguiré que diga la verdad.
‒¡No he hecho nada, San xiaojie! ‒ El rostro de la criada Zhou estaba bañado por el odio. ‒ ¡¿Qué vas a hacerme?!
‒Hay muchas cosas que nos guardamos en nuestros corazones y que desconocemos, criada Zhou. ‒ Contestó Wei Yang con una sonrisita. ‒ ¿Por qué me preguntas algo tan obvio?
La criada vaciló y empezó a sudar. Sin embargo, apretó los dientes. Conocía los métodos de tortura, pero se rehusaba a creer que aquella joven fuera a usarlos. Si no regresaba al cabo de dos horas, Da xiaojie la ayudaría. ¡Estaba segura de ello! Da igual lo poderosa que fuese Wei Yang, no dejaba de ser una bastarda. ¿Cómo iba a conseguir nada? Al fin y al cabo, la criada Zhou eligió confiar en el poder de los Jiang.
‒Criada Zhou, fuiste tú la que envenenaste a mi hermanito y la que usó a Jiu Yiniang como cabeza de turco. ‒ Li Wei Yang la presionó.
‒No sé de qué me hablas, San xiaojie. ‒ La criada empezó a temblar y se le secó la boca. ‒ Yo no sé qué pasa con los señores. Todo lo que sé es que Jiu Yiniang intentó hacerle daño a Si shaoye y que ahora está recogiendo los frutos de ello. ¿Qué tiene que ver conmigo?
Li Wei Yang soltó una risotada.
‒¡Qué rídiculo! Has abusado de tu poder, has intentado hacerle daño a Si di, has intentado esconder la verdad y… ¿Ahora dices que no tiene nada que ver contigo?
‒Da xiaojie es la que decide si he hecho mal o no. ¡Si no me crees, enfréntate a ella! ‒ Respondió la sirvienta con frialdad.
‒¡¿Cómo te atreves a hablarle así a una señora?! ‒ Bai Zhi estaba furiosa.
‒Soy de los Jiang, San xiaojie no tiene potestad para juzgar mis acciones.
La criada Zhou consiguió calmar sus miedos. Li Wei Yang no podía hacerle daño y ella debía cerrar el pico, esa sería la única forma de girar las tornas.
Li Wei Yang observó cómo la criada ponía en marcha su táctica de no responder a nada por no ser una criada de los Li.
‒Trae el carbón. ‒ Ordenó.
La criada Zhou vio como Zhao Yue acercaba el brasero.
‒Hace mucho frío, no me gustaría que la criada Zhou estuviese incómoda, así que vamos a hacerla entrar en calor.
Zhao Yue cogió un pedazo de carbón rojo e intentó meterlo dentro de la capa de la criada.
‒¡San xiaojie! ‒ Gritó la criada horrorizada. ‒ ¡Estás loca! ¡Loquísima!
Las criadas de Li Wei Yang ignoraron sus protestas, le sujetaron los brazos y le llenaron la ropa de carbón ardiendo sin titubear. La habitación se llenó de un olor seseante y de los gritos de la criada.
Li Wei Yang no sintió ni la menor de las lástimas. Esa criada no tenía remordimientos por haber intentado asesinar a un bebé. Si Min Zhi hubiese fallecido de verdad… ¡Sería lo más despiadada posible con esa mujerzuela!
La criada Zhou creyó que Li Wei Yang sólo ordenaría a sus criadas que le pegasen un par de veces, nunca se habría imaginado que esa niña pudiese llegar a ser tan cruel. Desesperada, observó como Zhao Yue se acercaba con más carbón.
‒¡No sé nada, por favor, perdóname! ¡Por favor!
‒Qué pesada. ‒ Comentó Li Wei Yang.
‒Podemos quemarle la lengua, así no molestará más. ‒ La respuesta de Zhao Yue fue inmediata.
Era la primera vez que la criada Zhou sentía tanto miedo. Era la primera vez que descubría hasta que punto podía llegar esa joven de quince años. ¡Nunca había visto nada semejante!
‒¡Ha sido culpa mía! ¡No! ¡Mátame, por favor! ¡Mátame y punto! ‒ Chilló.
‒Gracias a ti, Min Zhi ha podido ver la muerte de cerca. ¿Acaso tuviste misericordia con él? ¡Me aseguraré que sientas el dolor que tuvo que padecer mi hermanito!
La criada Zhou se arrepentía. ¿Por qué se había ofrecido a ayudar a Da xiaojie? Había jurado vengarse de Li Wei Yang. ¡Pero no sabía lo bruja que era!
Cuando el carbón rozó su piel de nuevo, se desmayó.
‒Tiradle agua y despertadla. ‒ Ordenó Wei Yang.
La criada Zhou decidió guardar silencio de verdad. No tenía nada que perder. Mientras mantuviese el pico cerrado, Da xiaojie la protegería y guardaría sus secretos. ¡No le quedaba de otra!
‒¡No sé nada! ‒ La criada fijó la vista en la señorita. ‒ ¡No pierdas el tiempo conmigo! ¡No pienso ayudarte a involucrar a Da xiaojie en esto!
‒¿Involucrarla? ‒ Li Wei Yang repitió esa palabra como si acabase de escuchar un chiste. ‒ Sólo quiero saber cómo te las apañaste para conseguirlo. ‒ Suspiró. ‒ Bueno, no me culpes por hacerte esto. Es porque estás siendo demasiado cabezona… ‒ Le hizo un gesto a Zhao Yue y, acto seguido, su criada la entregó una daga que llevaba colgada de la cintura.
La criada notó una sensación helada en la muñeca justo entonces y vio cómo brotaba la sangre.
‒¿Ves esta arteria de la muñeca? Si dentro de una hora sigues sangrando, perderás la vida. ‒ Li Wei Yang esbozó una sonrisa. ‒ Dajie también se quedará tranquila. No le hace falta que sigas viva. ¡Le estoy haciendo un favor!
La criada respiraba con dificultad y estaba a punto de caer en un abismo de desesperación. Se le enfrió la sangre y cada vez sentía más frío. Tenía espasmos y castañeaba los dientes. Estaba muriendo.
‒Me he dado cuenta de lo maravilloso que es ser la mala. ‒ Li Wei Yang sonrió con dulzura. ‒ Vete de este mundo, criada Zhou. Me ocuparé personalmente de que se hagan los ritos y que no puedas volver a ver la luz del día.
‒¡Confesaré! ¡Te lo voy a confesar todo! ‒ La criada se rompió.
Li Wei Yang movió la mano. Zhao Yue se adelantó y cubrió la herida de la muñeca de la otra.
‒Como te atrevas a decir aunque sea sólo media mentira…
‒¡No lo haré! ¡No me atrevería! ‒ La criada lloriqueaba. ‒ Jiu Yiniang es inocente. Yo soy la que sobornó a su criada y le pedí a Yu’er que me ayudase. Yo soy la que preparó la escena para que la criada viese como se derretía el oro y hacerla pensar que la señora había metido algo dentro… La muerte de Jiu Yiniang también es porque le pedí a Yu’er que cambiase la comida y la bebida; no fue por un veneno fácil de detectar… Yu’er le dio a Jiu Yiniang comida cruda con veneno, y para confundirla-…
Li Wei Yang ya había adivinado toda esta parte, por lo que no le interesaba.
‒¿Saboteaste algo más? ‒ Preguntó.
La criada vaciló, estudió la expresión glacial de Wei Yang y contestó:
‒¡Sí! La comida de Qi Yiniang; sabemos que a Qi Yiniang le encanta el pescado, así que he sobornado al pescadero y le ha dado mercurio; no el suficiente para matar al animal, pero con el tiempo eso se va acumulando en el cuerpo. ¿A qué Qi Yiniang se queja de que se marea y se encuentra mal? Es por el mercurio…
‒¡Sigue! ‒ Ordenó Li Wei Yang.
‒Y… Y… ‒ La criada Zhou apretó la mandíbula en un acto de negación, pero el suspiro de Zhao Yue la hizo romper el silencio. ‒ ¡Sigo, sigo!  ¡Lo voy a contar todo, lo juro! Tengo una horquilla de madera en el pelo…
Zhao Yue examinó la horquilla que ya había revisado antes.
‒¡¿Esto qué es?!
La criada Zhou tenía la frente empapada de sudor, pero con lo asustada que estaba no podía importarle menos.
‒Está hueco y dentro tiene veneno que se puede sacar apretando donde toca… Estaba esperando el momento para volver a envenenar a Si Shaoye…
No obstante, la criada no imaginó que Li Wei Yang la descubriría antes de poder hacerlo. Había sido una buena estratagema de Li Zhang Le: la finca de los Li se hallaba sumida en el caos, absolutamente todas las familias de la capital habían enviado regalos para el bebé.
Li Wei Yang esbozó una sonrisita divertida. Su querida Da jie había empezado a usar la cabeza por fin. Sus planes ‒ como el de envenenar el pescado con mercurio ‒ eran la prueba de lo mucho que había mejorado. A pesar de lo habilidosa que era Wei Yang esa vez debía admitir que su hermanastra había conseguido penetrar sus fronteras.
La criada Zhou se obligó a aguantarle la mirada a Wei Yang.
‒Deberíamos entregársela a Lao Furen para que la castiguen, xiaojie. ‒ Susurró Bai Zhi.
Wei Yang suspiró con frialdad.
‒¿Entregarla a Lao Furen? ‒ Con lo prudente que estaban siendo los Li con cualquier tema relacionado con los Jiang, esta mujer como mucho acabaría con cincuenta latigazos y en su casa. ¿Quién pagaría por Min Zhi? ¿Quién se vengaría de su sufrimiento? ‒ La horquilla es preciosa… ¿Qué clase de veneno será…?
Zhao Yue comprendió sus palabras de inmediato: partió la horquilla, soltó una carcajada maquiavélica, sujetó a la criada Zhou por la barbilla y la obligó a tragarse el polvo marrón que contenía el objeto. La criada chilló e intentó zafarse de Zhao Yue, pero seguía atada así que no opuso mucha resistencia y, al final, terminó lloriqueando como un animal al borde de la muerte.
‒Si no fuera por el poder de los Jiang, te habría dejado testificar en contra de Li Zhang Le, criada Zhou. ‒ Empezó Li Wei Yang. ‒ Pero, claro, si hubiese demostrado que todo es culpa de Li Zhang Le, ¿qué habría sido de Si Di? No se habría podido vengar. ¡No me odies por tener que ser cruel! Estoy harta de tus repetidos amagos de hacerle daño, eres demasiado despiadada. Cuando llegues al infierno, acuérdate de que tienes que quejarte de Da jie, no de mí. ¡Ella es la que te ha condenado!
La criada no volvió a abrir la boca. Se clavó las garras en la cara hasta desgarrarse la piel. Ante la mirada atónita de los presentes, la sirvienta se arrancó la ropa y dejó a la vista un grotesco espectáculo carmesí. Bai Zhi se tapó los ojos. Aquello continuó durante una hora hasta que, al fin, la criada suspiró por última vez con los ojos desorbitados, los brazos en una posición anormal el abdomen abierto.
Bai Zhi abrió los ojos horrorizada. Las vísceras de la criada estaban al descubierto y el suelo estaba encharcado de sangre. Era una forma de morir terrible.
‒No ha hecho ningún ruido en todo el proceso, Bai Zhi. ¿Lo entiendes?
Bai Zhi asintió con la cabeza. Sí, la criada Zhou no había dejado de retorcerse y dar tumbos, como si algo estuviese jugando con ella, como si fuera una marioneta. Si un adulto reaccionaba así, Si Shaoye hubiera… ¡Qué mujer tan cruel! Menos mal que su xiaojie había ordenado que esa tal Zhao se tomase su propio veneno, no había mejor castigo para los de su calaña.
‒Haré que se deshagan del cadáver ahora mismo, xiaojie. ‒ Susurró Zhao Yue.
‒Me arrepiento. ‒ Admitió Li Wei Yang con la vista clavada en la punta de sus zapatos.
‒Este tipo de persona no se lo merece. ‒ Afirmó Zhao Yue.
‒Habría sido maravilloso que Li Zhang Le hubiese podido probar esta medicina. Tendría que haber guardado un poco. ‒ Continuó desdeñosamente.
Estaba claro que Li Wei Yang odiaba de corazón a Li Zhang Le. Hasta el momento cada vez que se había enfrentado a uno de sus planes, la joven había salido airosa como si no le importase, sin embargo, ahora que su hermanastra tenía como objetivo a un niño que apenas levantaba un palmo del suelo estaba decidida a arrancarle el pellejo.

Bai Zhi ayudó a su señora a cambiarse los zapatos en sus aposentos. Limpió los sucios con esmero y arregló el vestido. Su señora, de repente, se plantó delante del espejo de bronce con una expresión peculiar y, en cuestión de segundos, sonrió. La joven cogió una cajita de palisandro, la abrió y sacó una hermosísima botella de porcelana. Le quitó la tapa y permitió que la estancia se impregnase del aroma de los osmanthus. Los olores fuertes no eran santo de su devoción, por lo que Wei Yang solía regalarle esos aceites para el pelo a sus criadas. Jiang Yue le enviaría otro cargamento de exquisitos aceites aromáticos dentro de poco.
‒¿Xiaojie?
‒Debe ser difícil hacer este… aceite. ‒ Musitó Wei Yang.
‒No mucho. ‒ Bai Zhi hizo una pausa. ‒ Los criados recogen las flores, las secan a la sombra y luego lo meten en un pote con aceite. Sólo tarda unos días. Bueno, eso es lo que hacen los pobres, el que usas tú es de lujo, los pobres no podríamos ni olerlo.
Li Wei Yang esbozó una sonrisa.
‒Pídele a Zhao Yue que venga a verme.
‒Sí.

*         *        *        *        *

El sol vespertino se colaba a través de la ventana y creaba sombras en las suaves cortinas de seda con un bordado de peonías. El ambiente agradable de la estancia se debía a la dulce fragancia del hornillo de cobre y el incienso. Li Zhang Le acababa de secarse el pelo, sólo llevaba su capa interior del vestido  ‒ una tela simple de un rosa pálido y una falda del color de la luna creciente ‒ y se relajaba delante de su tocador.
‒¿Dónde está la criada Zhou?
Tan Xiang se la miró con ese par de ojos que parecían charcos de agua otoñal, cálida y amable. Temerosa, bajó la cabeza.
‒No ha vuelto desde ayer.
‒¿Habrá fallado? ‒ Li Zhang Le frunció el ceño.
‒¿Por qué no… voy a enterarme por ahí? ‒ Se ofreció la criada entre susurros.
Li Zhang Le resopló.
‒¡Ese bastardo tendría que estar muerto hace mucho! ¡Todo es culpa de Lu Gong, si no se hubiese entrometido…!
La joven era plenamente consciente que Lu Gong era quien había echado a perder su plan, por suerte, ignoraba que en realidad no era otro que Jiang Tian.
Tan Xiang bajó la cabeza. Da xiaojie le parecía demasiado despiadada.
‒Da igual, péiname. ‒ A Li Zhang Le la otra criada le daba igual; para ella esa mujer era una criada del montón, reemplazable.
Tan Xiang cogió la bufanda blanca bordada que tenía al lado y se la colocó en los hombros a su señora. Entonces, se hizo con el cepillo de madera y empezó a trabajar con la melena morena de Li Zhang Le.
‒Ayer la ama de llaves trajo unos aceites de peonía para el pelo. ¿Quieres probarlos?
Todo lo que Li Zhang Le tocaba y comía era previamente inspeccionado por la criada Zhou, no obstante, la criada no estaba allí ese día. Li Zhang Le hizo un gesto con la mano y una criada se acercó con el aceite.
‒¡Esa vieja arpía! ‒ Maldijo a la ama de llaves. ‒ Cuando mi madre estaba viva tenía todo lo que quería, pero hace tiempo que no me da nada de lo que pido.
‒Ahora que la nueva Furen está aquí, sí lo hace. ‒ Tan Xiang sonrió. ‒ Debe habértelo enviado ella. No volverás a pasarlo mal.
Li Zhang Le sonrió encantada. Tan Xiang aplicó el aceite en la melena de su señora: lo peinó, cepilló y empapó con los aceites aromáticos. Tan Xiang sujetó el cabello de Li Zhang Le con una horquilla de flores y una jade para que el peinado ostentase una elegancia y belleza sin rival.
Li Zhang Le escrudiñó su reflejo, complacida.
La joven no tardó más que diez días en enamorarse del aceite de peonía, tanto le gustaba que aplicárselo se convirtió en parte de su rutina. Ordenó a su gente que descubriera qué había sido e la criada Zhou, y al no haber rastro, empezó a sospechar que Li Wei Yang tenía algo que ver, sin embargo, no se atrevió a dar un paso en falso. Todo lo que pudo hacer fue informar a las autoridades de la desaparición de su criada.
Cuando el tiempo mejoró, Jiang Yue Lan albergó la esperanza de que la primavera llegase a su útero también. Ya habían pasado unos meses desde la boda y todavía no notaba ningún movimiento. Un día, frustrada, decidió ir a dar un paseo por los jardines donde se encontró a Li Wei Yang y Qi Yiniang jugando con Min Zhi en el estanque de las carpas mientras que Lao Furen las miraba en el pabellón junto a Si Yiniang y Li Chang Xiao. Todo eran risas.
‒Qué feliz estás, Lao Furen. ‒ Jiang Yue Lan se les acercó para saludarlas con una sonrisa radiante.
‒Justo iba a pedir que te fueran a buscar. ‒ Lao Furen también le sonrió. ‒ Ven, siéntate.
‒Cada día es más adorable. ‒ Comentó mirando a Min Zhi. ‒ Es irresistible. ‒ Pero no se atrevió a acercarse. Cada vez que lo intentaba el niño rompía a llorar.
Min Zhi había heredado los rasgos de Li Xiao Ran y los ojos de Tan Shi. Su piel era rosada y suave, y sus cejas parecían pintadas. Tan Shi lo llevaba en brazos y el bebé se regocijo al descubrir a todo su público. Era un niño adorable cosa que afligía a Jiang Yue Lan. Ese bebé casi había sido suyo.
En ese preciso instante, Li Zhang Le se  acercó a grandes zancadas.
‒¡Lao Furen, madre! ‒ El rostro de la muchacha estaba cubierto de lágrimas. ‒ ¡Ayudadme, por favor! ‒ Rogó.
Lao Furen frunció el ceño y miró a Jiang Yue Lan de soslayo quien preguntó con suavidad:
‒¿Qué pasa, Zhang Le?
‒Pues… ‒ Li Zhang Le sollozaba. ‒ Las criadas han encontrado el… cuerpo de la criada Zhou… está… está enterrado en el bosque de bambú que hay en mi patio trasero… Seguramente es culpa de la lluvia de anoche que…
Todas las presentes se sorprendieron al escuchar sus palabras.
‒¿La criada Zhou? ¿La que trajo Guo Gong Furen?
Li Zhang Le le echó un vistazo a Wei Yang y sonrió disimuladamente: estaba decidida a aplastarla.
‒¡Sí! ¡La misma! No sé qué ha podido pasar. Le pedí que le llevase comida a Si Di, pero no volvió… Me pareció raro, por eso la busqué por todos lados que ni rastro, así que se me ocurrió que podría haber vuelto con los Jiang… Pero me dijeron que no… Por eso ya había empezado a pensar que se había escapado por miedo a que la castigaran por algo. ¡Nunca me habría imaginado que la habían asesinado!
‒Puede que no la hayan asesinado, a lo mejor enfermó de repente. ‒ Repuso Lao Furen con frialdad.
‒Por lo que sé, la criada Zhou no estaba enferma y viendo el estado del cuerpo, la deben haber envenenado. ¡Cuánta maldad! ‒ Dicho esto, la joven se levantó con los ojos fijos en Wei Yang. ‒ ¿Tú no la viste, hermanita?
‒¿A la criada Zhou? ‒ Li Wei Yang habló con toda la calma del mundo. ‒ Ay, Dajie. Tienes muchísimas criadas, ¿cómo iba a saber yo cuál se llama “Zhou”? ‒ Se giró para Bai Zhi. ‒ ¿Tú sabes quién es?
Bai Zhi contuvo una sonrisa.
‒Sí, xiaojie, pero no la he visto nunca en nuestros patios.
La temperatura pareció caer en picado y se elevó una tensión pesada. Li Zhang Le se quedó de piedra.
‒Yo le ordené llevarle algo a Si Di…
‒¡Oh! Si le ordenaste eso… ‒ Li Wei Yang se volvió para Tan Shi. ‒ ¿Tú la viste, Qi Yiniang?
Tan Shi reflexionó durante unos segundos y, entonces, sacudió la cabeza en negativa.
‒No.
La buena mujer decía la verdad; lo de enviar comida no era más que una coartada que Li Zhang Le había acordado con su criada.
‒¿Por qué alguien que va a ver a Qi Yiniang puede haber acabado muerta? ‒ Li Zhang Le parecía un poco nerviosa, como si la hubiese pillado desprevenida. ‒ Era la criada favorita de mi otra abuela, se suponía que iba a tener que volver a su finca dentro de dos meses. ¿Qué le voy a decir ahora? ‒ Sus ojos albergaban un odio incalculable y tenía las manos cerradas en un puño. ‒ Por eso he tenido pesadillas últimamente. ‒ Se lamentó. ‒ Siempre sueño con que la criada Zhou me pide que me vengue de quien la ha dejado empapada de sangre. ¡¿Qué debo hacer, Lao Furen?!
Li Wei Yang esbozó una sonrisa gélida.
Lao Furen esperó unos instantes para poder contener su ira antes de contestar.
‒¡Investigad! ¡Averiguad a dónde fue la criada y dónde desapareció para que podamos dar una explicación!
Li Zhang Le, complacida, miró a Li Wei Yang de reojo.
‒Bueno, ¿y qué pasaría si encontráramos al culpable?
A Lao Furen le temblaba la sien por el enfado. ¿Qué intentaba decir esa niña? Iba a reprenderla cuando, justo en ese instante, Li Wei Yang abrió la boca y habló con un tono tan suave como la brisa o una estrella fugaz.
‒Por supuesto que se debe castigar al culpable.
‒Tienes razón, San mei. ¡Estoy segura de que Lao Furen va a castigar al autor de semejante fechoría! ‒ La muchacha río.
Si Yiniang estudió las expresiones de todo el mundo.
‒Sólo era una criada, Da xiaojie… ‒ Empezó con una mueca.
Li Zhang Le sonrió como una flor con un fondo cruel que incomodaba.
‒El quid de la cuestión no es el estatus de la criada, sino que alguien la ha castigado sin preguntar, Si Yiniang. Espero que se me perdone mi ignorancia de no ser así, pero tenía entendido que en la casa de los Li no se puede castigar con la muerte a ningún criado sin la aprobación de Lao Furen.
‒¡Basta! ‒ Exclamó la anciana con amargura. ‒ Ya hemos decidido que vamos a investigarlo, vale ya.
‒Gracias, Lao Furen. ‒ Respondió Li Zhang Le con dulzura, mirando a Li Wei Yang.
‒¡Qué exageración! Sólo es una criada. ‒ Le murmuró Si Yiniang a  Li Chang Xiao.
‒Baja la voz, madre. ‒ Le advirtió su hija.
Lao Furen no quería alargar al asunto y le hizo un gesto a Tan Shi.
‒Ven, Min Zhi, vente con la abuela.
Tan Shi se borró la preocupación del rostro y entregó al bebé con una gran sonrisa. Justo cuando Lao Furen iba a cogerlo, se escuchó un alarido perturbador: era la voz de Li Zhang Le.
Todas intercambiaron miradas como inquiriendo qué acababa de pasar.
‒Es la voz de Zhang Le, ¡corred, vamos a ver qué pasa! ‒ Jiang Yue Lan fue la más rápida. En pánico, corrió seguida de sus criados.
‒Vamos. ‒ Declaró la anciana antes de seguirla.
En cuanto llegaron al pasillo se encontraron con Li Zhang Le en el suelo, temblando. Jiang Yue Lan la llamó y estudió el rostro paliducho de la niña.
‒¡Ayuda! ¡Madre, ayúdame! ‒ Chillaba Zhang Le.
Jiang Yue Lan se horrorizó ante la imagen que retrocedió unos pasos. El resto de testigos también se sorprendieron y jadearon asustados. A Zhang Le se le había caído la mayoría de su melena, apenas contaba con un par de pelos sueltos. Se pasaba los dedos por la calva sangrienta. Era desagradable.
‒¡Cielos! ¡¿Qué pasa aquí?! ‒ Exclamó Si Yiniang.
Lao Furen estaba al borde de un desmayo y a Jiang Yue Lan se le aceleró el corazón. Li Zhang Le se rascaba la frente, los ojos y la nariz como si quisiera arrancarse la carne de los huesos. Sus hermosísimos rasgos quedaron destrozados en cuestión de segundos, volviéndose una mezcla espantosa de sangre y carne. ¿Qué le diría a los Jiang?
‒¡Deprisa, detenedla! ‒ Exclamó. ‒ ¡No dejéis que se siga rascando!
Las criadas tuvieron que aguantar el disgusto e inmovilizar a Zhang Le, que no dejaba de retorcerse y resistirse contra el suelo.
‒¡Traed una medicina calmante! ¡Ya! ‒ Ordenó Jiang Yue Lan.
Li Wei Yang disfrutó de la escena con frialdad absoluta. No era de extrañar que a su hermanastra le picase todo. La joven había extraído el veneno de la sangre de la criada Zhou y lo había mezclado con el aceite para el pelo antes de hacérselo llegar. No era difícil adivinar que el dolor que debía estar padeciendo Zhang Le era peor que la mismísima muerte. ¡Todo había salido a pedir de boca!
Li Zhang Le se quejó e intentó rodar por el suelo. Algunas de las criadas estaban perdiendo fuerza, a la joven ya no le quedaba pelo en la cabeza y el suelo estaba cubierto de sangre. Era increíble, no parecía humano. Zhang Le no sólo acababa de perder su imagen de bellezón, había caído mucho más bajo que cualquier vagabundo.
‒¡Ah! ¡Qué horror! ‒ Chilló una de las criadas de repente.
La sangre rezumaba de las heridas de Zhang Le y, además, también supuraban algo negro. Era como si en su estómago habitasen gusanos y se la estuvieran comiendo por dentro.
Li Wei Yang mantuvo la compostura; si hubiera estado sola, Zhang Le ya se habría destripado.
La criada de Jiang Yue Lan obligó a Zhang Le a beberse la medicina calmante.
‒¡Rápido! ¡Dejadla inconsciente! ‒ Yue Lan cogió a la criada.
El resto de sirvientas, al principio, se quedaron anonadadas, pero viendo que la nueva matriarca iba en serio, cogieron sus palos de madera y golpearon a Li Zhang Le en la frente.  La joven señorita soltó un grito gutural y cayó al suelo.
 ‒¡Da xiaojie! ‒ Tan Xiang gritó. ‒ ¡¿Qué ha pasado, Da xiaojie?!
‒¿Qué ha pasado? ‒ Preguntó Jiang Yue Lan. ‒ ¿Cómo ha acabado así?
‒No lo sé… ‒ Tan Xiang no sabía qué decir. ‒ Acabo de llegar, Da xiaojie ha enloquecido de repente, y se ha empezado a arañar…
Jiang Yue Lan suspiró pesarosa y se obligó a tranquilizarse.
‒¡Llamad al médico! ¡Rápido!
Li Wei Yang anduvo hasta Tan shi mientras el resto continuaban con la vista fija en Li Zhang Le.
‒Ya está, ya puedes darte la vuelta. ‒ Susurró con dulzura.
Tan Shi le estaba tapando los ojos a Min Zhi para protegerle de semejante escena, pero el niño se resistía.
‒Te he ayudado a vengarte, Xiao Di. ‒ Li Wei Yang le pellizcó las mejillas.

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1 comentarios

  1. Muchas gracias estuvo tétrico el capítulo TuT esperando el que sigue

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