Capítulo 106: Muerta de miedo

septiembre 26, 2018


‒Cálmate, Lao Furen. ‒ La criada Luo corrió a servirle una taza de té a su señora.
La anciana señaló a Li Wei Yang sin querer:
‒¡¿Qué pasa aquí?!
Li Wei Yang parecía aturdida.
‒Empieza a hacer calor, abuela, y a mi querida hermana le encanta ir guapa… A veces va un poco descocada… Tal vez haya atraído a algún insecto venenoso o algo…
‒¡¿Qué insecto iba a ser tan potente?! ‒ La anciana frunció el ceño. ‒ ¡Se le ha caído todo el pelo!
Li Zhang Le yacía en el suelo como inerte después de haberse tragado la bebida tranquilizante. Li Wei Yang bajó la mirada. Sí, el veneno era terrible: destrozaba las entrañas y causaba unos picores horribles. Puede que su hermanastra hubiese conseguido dormirse por ahora, pero en cuanto volviese a abrir los ojos el escozor la atormentaría de nuevo.
Jiang Yue Lan observó la arena negra del camino de sándalo y ordenó:
‒¡Id a por cuerdas! Cuando vuestra señora se despierte, tenedla bien atada. ¡Que no vuelva a alborotarse tanto!
Li Wei Yang miró de reojo la carne rojiza de Zhang Le y suspiró pesarosamente.
‒Con lo que se gusta a sí misma mi queridísima hermana… Anda que acabar… así.
Se lo merecía.
Jiang Yue Lan siguió el rumbo de su mirada. El rostro de Zhang Le, que tan bello había sido, se encontraba cubierto de sangre y con un aspecto demasiado parecido a la lepra. Se había arañado hasta dejarse irreconocible, sobretodo alrededor de los ojos. La joven matriarca sintió una punzada de miedo en su corazón; la bellísima Zhang Le, la que solía ser un hada, se había convertido en un demonio. Aunque lograse sobrevivir, preferiría morir a tener que aguantar de esa manera.
Li Xiao Ran se apresuró a cruzar el patio y se quedó de piedra en cuanto vio la escena. Jiang Yue Lan intentó abrir la boca un par de veces, sin embargo, se lo repensó al ver la severidad de la expresión de su marido.
‒¡Ya he pedido que traigan a un médico! ‒ Jiang Yue Lan se quedó un buen rato callada antes de atreverse a murmurar algo.
Como matriarca, la responsabilidad de las niñas recaía en ella. ¡Era increíble! Apenas llevaba casada unos meses, ¿cómo podían haber pasado acontecimientos tan horripilantes ya?
‒¿Qué traigan a un médico? ¡No! ¡No podemos llamar al médico! ‒ Li Xiao Ran empalideció. ‒ Si la gente se entera… Con esa cara…
Li Wei Yang se burló para sus adentros de los sentimientos de su padre.
El hombre no podía creer que Jiang Yue Lan no supiese que Li Zhang Le y Tuoba Zhen estaban prometidos. ¡Todo se echaría a perder si el tercer príncipe se enteraba de lo que había pasado con el rostro de su hija! Aunque consiguiera casarla con él, ¿cómo iba a tener su favor con esa cara? Li Xiao Ran albergaba la esperanza que Li Zhang Le muriese. No obstante, Jiang Yue Lan no se lo permitiría porque de ser así, el duque no la dejaría vivir en paz.
A Jiang Yue Lan se le heló la sangre cuando recordó lo que su madrastra y su padre le habían advertido antes de enviarla a la finca de los Li. ¡Sin Zhang Le quedaría totalmente vulnerable!
‒Lao Ye, la mujer del duque ha anunciado que se pasará por aquí dentro de dos días, si ella-… Mucho me temo que habrán problemas si eso pasase.
‒¿Y…? ‒ Le espetó Li Xiao Ran, harto de las amenazas e intimidaciones de los Jiang.
‒Mi señor, ‒ continuó Jiang Yue Lan con suavidad. ‒¿para qué vamos a pelearnos? Somos familia, tenemos un vínculo.
Li Xiao Ran continuó inquieto unos minutos, entonces, frunció el ceño y ordenó:
‒¡Llamad al médico!
Li Wei Yang, que le había pedido a Tan Shi que le pasase al bebé, estaba al lado de Lao Furen, aparentemente preocupada.
El médico llegó media hora después y le comprobó el pulso a Zhang Le sin andarse con rodeos.
‒Hay rastro de veneno, primer ministro.
¡Otra vez veneno!
‒¡¿Qué le ha pasado a esta casa?! ‒ Gritó furioso. ‒ ¡Cada pocos días envenenan a alguien! ¡¿Quién ha sido?!
El médico se sorprendió y consciente de que la ignorancia era un tesoro, se lo tomó a broma.
‒Lo mejor será buscar una forma de curar a la señorita, no al culpable.
‒¿Cómo lo hacemos?
‒Con todos mis respetos, Primer Ministro Li, mi campo son las enfermedades crónicas y la medicina interna, no soy muy conocedor de las artes del veneno. Creo que lo mejor sería ir a por Lu Gong, el médico de la otra vez.
‒Wei Yang, ‒ Lu Furen le cogió la mano. ‒ ¿dónde vive?
‒Sé dónde vive, pero el paradero y cómo reaccionará Lu Gong… Aunque diéramos con él, mucho me temo que no podrá llegar a tiempo para salvar a Dajie.
‒¡Ya basta de cháchara! ¡Id a buscarle! ‒ Apremió el patriarca.
Justo en ese momento se escuchó un altercado afuera. Li Wei Yang Frunció el entrecejo.
‒Lao Ye, ‒ informó una criada. ‒ un hombre que asegura ser el cuarto señor de los Jiang dice haber traído al médico Lu…
‒¡Dejadle pasar!
La criada se retiró rápidamente y, en cuestión de segundos, Jiang Nan, un hombre robusto, entró acompañado por un anciano que, en efecto, no era otro que Lu Gong.
Li Wei Yang arqueó la ceja y repaso a los presentes. No se veía por ningún lado a la criada Liu de Zhang Le.
‒Tío. ‒ Saludó Jiang Nan.
A pesar de que Da Furen ya no estaba, la relación entre los Jiang y Li Xiao Ran no cambiaría jamás. Sobretodo en la corte. Cuando la carne se une, los huesos permanecen.
En cuanto Jiang Nan se posicionó ante él, Li Xiao Ran sonrió con dulzura y le dio una palmadita en el hombro.
‒Cuánto has crecido. Hacía años que no te veía.
¡Qué cariñoso! Li Wei Yang esbozó una sonrisa. Li Xiao Ran era un hombre práctico que había sobrevivido en la corte una década; era prudente y se le daba bien regalarle los oídos al Emperador. Jamás daría un paso en falso o se enfrentaría a los Jiang aunque estos le escupieran en la cara.
‒Me ha llegado que mi primita no se encuentra bien, así que he traído a Lu Gong antes de que fuera demasiado tarde.
‒¡Bien, bien! ‒ Contestó Li Xiao Ran. ‒ ¡Justo iba a enviar a alguien para que le llamaran! ¡Salve a mi niñita, Lu Gong! ¡Se lo ruego! ‒ Pidió fingiendo ser un padre benevolente.
‒Veamos. ‒ Lu Gong se acercó a Li Zhang Le, la examinó y, de repente, se dio la vuelta. ‒ ¡Es un veneno muy fuerte! ‒ Exclamó.
‒¡¿Qué pasa?! ‒ Jiang Nan fue el primero en romper el incómodo silencio de la sala. ‒ ¡¿Cómo se ha arañado tanto la cara?!
‒Es un veneno del sur de Xinjiang. ‒ Explicó Lu Gong sacudiendo la cabeza. ‒ El escozor no tiene cura y acaba pudriendo los intestinos. Aunque, técnicamente, ninguna víctima ha muerto jamás por el veneno, sino de rascarse. Me alegra ver que habéis sido lo suficientemente inteligentes como para atarle las manos, sino… a estas alturas ya estaría…
Jiang Nan le dirigió una mirada cargada de desprecio a Wei Yang. Wei Yang, por su parte, se la devolvió sin un ápice de disgusto. El veneno lo habían traído los Jiang, por lo que era totalmente justo que probasen su propia medicina.
Ahora Jiang Nan se daba cuenta de lo feroz y fría que era esa muchacha: no le temía. ¿Por qué habrían jugado con fuego?
‒¿Hay alguna manera de curarla? ‒ Suspiró.
‒Por suerte, ‒ Lu Gong asintió. ‒ tengo una botella de pastillas que pueden curar hasta el veneno más fuerte del mundo. ‒ Dicho esto, se rebuscó por los ropajes y sacó una pastilla lila. ‒ Disolvedla y dádsela.
‒Sólo me queda una pastillla. ‒ Wei Yang estudió la botella de porcelana del anciano. ‒ Me la dejó mi señor… ‒ La inquietud de su tono de voz extrañó a la joven. ‒ ¡Rápido! ‒ La expresión de Wei Yang le sorprendió. ‒ ¡Que se la tome!
Tan Xiang corrió a preparar el remedio y, con la ayuda de las demás criadas, obligó a Zhang Le a tomárselo.
La mirada de Wei Yang pasaba de Jiang Nan a Lu Gong. Apretó los labios. Min De tenía razón, ahí había gato encerrado. Hizo un gesto para que Zhao Yue la entendiese.
‒He traído el mejor de los tés para Lu Gong, Xiaojie. ‒ Zhang Yue volvió a entrar en la estancia. Anduvo hasta el anciano y le sirvió una taza, sin embargo, se tropezó con la mesa a propósito y se cayó.
A pesar de su avanzada edad, Lu Gong fue capaz de esquivar el té que salió por los aires. Jiang Nan se inquietó, miró a Wei Yang y entonces a Lao Furen. Ambas estaban cuchicheando como si nada.
‒Lo siento mucho, médico Lu. ‒ Se disculpó Zhao Yue avergonzada.
‒No pasa nada. ‒ Lu Gong sonrió amargamente. No sabía si Li Wei Yang lo habría descubierto, pero sus habilidades no eran ninguna exageración.
Al otro lado de la sala, Li Zhang Le continuaba callada y ya no se rascaba. Todos los presentes se tranquilizaron, excepto Wei Yang. Burlona, imaginaba cómo enloquecería su queridísima hermanastra cuando viera el estado de su rostro. ¡No había nada más divertido!
‒¿Quién la ha podido envenenar? ‒ Preguntó Jiang Nan.
‒Llegaré al fondo del asunto. ‒ Li Xiao Ran le miró de reojo.
‒Voy a tener que explicárselo a mi abuela, tío. ‒ Avisó el atractivo hombretón. Era su manera de decir que no se marcharía sin respuestas.
‒¿Qué ha comido tu señora estos últimos días, Tan XIang?
Tan Xiang se estremeció por el miedo, incapaz de hablar.
‒La criada Zhou es quien se ocupa de todas sus comidas, Lao Ye. ‒ Una mujer alta y delgada de mediana edad contestó en lugar de la otra criada. ‒ No ha podido haber ninguna equivocación, todas las comidas pasan por varias inspecciones. Además, creo que el problema no ha sido la comida.
Li Xiao Ran se la quedó mirando con incredulidad.
‒¿Entonces dónde está el problema según tú, criada Liu? ‒ Exigió Jiang Nan.
La criada Liu alzó la vista y revisó la estancia.
‒Me temo que es la habitación: los muebles, el incienso o puede que hasta la ropa de la casa.
‒¿Estás diciendo que hay alguien en esta casa que quiere hacerle daño a Da xiaojie? ‒ Inquirió Wei Yang.
‒No me atrevería, San xiaojie. Pero deberíamos revisar todas estas cosas por si acaso.
La criada Liu era así. Ahora comprendía porqué Li Zhang Le había tenido que empezar a usar la cabeza.
‒Haz justicia en nombre de mi prima, tío. ‒ Insistió Jiang Nan.
Li Xiao Ran miró a cada uno de los presentes hasta llegar a su madre. Lao Furen sorbió té y asintió con la cabeza.
‒Zhang Le es mi hija, sangre de mi sangre. No pienso quedarme de brazos cruzados.
Jiang Nan miró a Wei Yang. Esa joven estaba ahí, tan tranquila, Tenía agallas.
‒Encárgate tú, criada Liu.
‒Así será.
Si YIniang le pidió a Li Chang Xiao que se marcharan. La presencia de Zhang Le le disgustaba.
‒No creo que esté bien que nos vayamos ahora mismo.
‒¡Venga! ¡Da igual! ‒ Le molestaba el hedor de la sangre.
Sin embargo, en cuanto se dio la vuelta dispuesta a marcharse, Jiang Nan intervino.
‒Lo siento mucho, pero de aquí no se mueve nadie hasta que descubramos al asesino.
A Li Xiao Ran le cambió la cara.
‒¿Cómo sabes que el asesino está aquí?
‒Tienes que odiar mucho a tu víctima para emplear un método tan terrible, tío. ¡Estoy seguro de que quien sea que haya sido ha querido ver el resultado!
Li Wei Yang sonrió con crueldad. No sentía el más mínimo remordimiento, ni tensión; tampoco le preocupaba que la descubrieran.
‒¡¿Qué dices, Jiang Shaoye?! ‒ Exclamó Si Yiniang. ‒ ¡¿Cómo puedes atreverte a decir que hemos sido nosotros?!
‒¡Todavía no estoy seguro!
‒¡Lao Ye!
‒¡Se acabó! ‒ Li Xiao Ran no estaba de humor para ponerse cariñoso. ‒ ¡Nadie se va hasta que se sepa la verdad!
‒Lao Ye. ‒ La criada Liu presentó un aceite de peonía en una bandeja. ‒ Lo único nuevo que hay en la habitación es esto.
‒¿Qué problema hay? ‒ Li Xiao Ran frunció el ceño.
‒Hay venenos que no se pueden detectar a simple vista. Quizás lo mejor sería pedir que lo examinen.
Li Xiao Ran asintió con la cabeza.
‒¡No hace falta! ‒ Exclamó Jiang Nan.
El hombre cogió a una criada con tanta fuerza que la hizo gritar, le abrió la boca y la obligó a tragarse el aceite.
‒¡¿Qué haces?! ¡No es comestible! ‒ Exclamó Lao Furen escandalizada.
‒ Reconozco que he perdido los estribos, señora, pero el aceite de sésamo y este aceite para pelo se hace de la misma manera, no va a morir por comérselo. A no ser que sea venenoso, sino-…
‒Es nuestra criada, no un perro o un gato. ‒ Le recordó Li Wei Yang con total frialdad.
Jiang Nan esbozó una mueca cruel, orgullosa.
‒¿Para qué sirve una criada incapaz de proteger a su señora?
Todo el mundo puso mala cara, pero guardó silencio. Li Xiao Ran sonrió con frialdad y dijo:
‒Los generales de Wuwei cada vez son mejores. ‒ Wei Yang vislumbró la tormenta en tu tono de voz.
Jiang Nan era consciente de su propia arrogancia, pero le daba igual.
‒¡La vida de mi prima es más importante que la suya! ¡No sé qué le voy a decir a mi padre o a mi abuela como no se pueda curar! ¡Ruego que me sepas perdonar, Li Lao Furen!
Li Xiao Ran fue incapaz de controlar sus expresiones faciales, pero en cuestión de segundos apartó la ira de su rostro y volvió a sonreír a pesar del atrevimiento de ese zagal. Los Jiang eran naturalmente agresivos y mandones, además de que mostraban abiertamente sus puntos flacos. Si Jiang Nan carecía de respeto en su presencia, ¿cómo se comportaría frente al Emperador? Esta nueva generación acabaría por los suelos en manos de unos jóvenes como este.
En ese momento, la criada empezó a rascarse y rodar por el suelo ante la mirada horrorizada de los demás. Era el mismo veneno que Zhang le.
‒¿Vas a dejar que tu paciente muera delante de ti, Lu Gong? ‒ Li Wei Yang fue la única que abrió la boca.
Lu Gong se estremeció de repente, ordenó que sujetasen a la criada y dijo:
‒Ya no me quedan pastillas, pero puedo usar otros métodos para ralentizar el proceso mientras busco otra forma de curarla, no perderá la vida, pero-…
No terminó la frase: la criada iba a sufrir muchísimo, todos lo sabían. Se llevaron a la criada dejando la estancia en un silencio sepulcral.
‒Al parecer el problema es este aceite.
‒Lo trajo el mayordomo hace diez días. ‒ Tan Xiang corrió a explicarse. ‒ A xiaojie le encantó y lo usa cada día…
La chiquilla repasó mentalmente la cantidad de veces que había tocado ese mejunje. Se sentía una superviviente.
‒Este tipo de veneno tarda bastante en hacer efecto si no se ingiere. ‒ Explicó Lu Gong.
‒¡¿Quién lo trajo?!
‒¡Llamad al mayordomo! ‒ Rugió Li Xiao Ran.
Jiang Yue Lan empalideció, le costaba mantenerse en pie y apretó los dientes.
‒Yo soy la que le ordenó que lo trajera.
¡¿El aceite era un regalo de la nueva matriarca?! Todas las miradas atónitas se centraron en ella.
‒¡Pero yo no me atrevería a hacerle daño! ‒ Se excusó. ‒ Ha venido así de la tienda y también les he regalado aceites a Wei Yang y a Chang Xiao.
A Jiang Nan le cambió la cara. Lo último que se esperaba era que la culpable fuese Jiang Yue Lan. ¡Era ridículo! Si no lo hubiese visto con sus propios ojos, no se lo habría creído. Cualquier madrastra odiaría a los retoños de la antigua matriarca por temor a que pisoteasen los derechos de sus propios hijos, sin embargo, Yue Lan era de los Jiang y la única manera de alzarse líder en los Li era aliándose con Zhang Le. ¿Cómo iba a quitarse la ventaja?
‒¡Aquí hay gato encerrado!
Jiang Yue Lan empalideció más y más.
‒¡Seguro! ¡Alguien debe haber hecho algo!
Li Xiao Ran tuvo una revelación en ese preciso instante: no podía dejar que Jiang Nan se fuera de rositas.
‒Los únicos que han tocado el aceite han sido los tuyos. ¿Quién iba a envenarlo? ‒ Espetó mirando a Jiang Yue Lan con desconfianza.
‒Padre, ‒ empezó Li Wei Yang. ‒ con lo amable que es madre, ¿cómo iba a hacer algo así? Estoy segura de que alguien debe haber sobornado al mayordomo. ¿Por qué no le interrogamos?
Conseguir esta situación había sido pan comido. Primero había sobornado a la amante del mayordomo con la promesa de cien lingotes de oro y había aprovechado el rato que el criado tardaba en enviar su sueldo a su familia para cambiar los aceites.
Jiang Yue Lan sabía que Li Xiao Ran no sospechaba de ella, sino que quería avergonzar a Jiang Nan. Su vida le parecía más importante que cualquier injuria.
‒He sido una tonta, Lao Ye. ‒ Reconoció. ‒ Castígame, por favor. Alguien me ha usado para envenenar a Da xiaojie.
‒¡Hay que investigar a este mayordomo a fondo! ‒ Jiang Nan no se creyó nada. ‒ ¡Que registren las habitaciones de todo el mundo!
‒General Wuwei, ‒ Lao Furen le interrumpió. ‒ tu posición de tercer rango no te permite registrar la casa de un oficial de primer rango.
‒Sí, joven amo Jiang. ‒ Si Yiniang apoyó a la anciana. ‒ Esto no es la casa de los Jiang. ¿Por qué íbamos a seguir tus órdenes? ¡Qué arrogancia!
‒Ahora, ‒ se burló Li Xiao Ran. ‒ si tuvieran un edicto imperial lo haríamos con gusto.
Jiang Nan tenía que recular: Li Xiao Ran estaba en su derecho de arrastrarle ante los pies del Emperador y exigir que le castigasen por haber sido tan irrespetuoso.
‒¡Perdóname, Lao Furen! ¡Me he portado como un necio! ‒ Su actitud cambió radicalmente y se arrodilló. ‒ ¡Pero si no investigamos a fondo lo que le ha pasado a mi primita, no sabré qué decirle a mi familia! ¿Cómo vas a quedarte de brazos cruzados en un momento así, Lao Furen? Zhang Le es tu nieta. ¡Si la gente se entera pensará que los Li la han herido a propósito!
Li Wei Yang se quedó pasmada al ver el cambio de actitud de este generalucho. Sin embargo, el joven también estaba aprovechando el momento para recordarles que las dos familias seguían estando relacionadas.
‒¡Paparruchas! ¡Te has pasado de la raya, Jiang Nan!
‒Oh, Lao Furen, ‒ Jiang Yue Lan intervino. ‒ el general Wuwei solo quiere investigar un poco. Será mejor que le dejemos. ¿Y si va por ahí diciendo que nuestra familia está protegiendo a un asesino? ¿Qué será de nuestra reputación?
Lao Furen vaciló. Si Jiang Nan esparcía un rumor como ese, su familia se vería muy afectada.
‒Revisad los aposentos de todo el mundo. ‒ Li Xiao Ran le echó un vistazo a su esposa e hizo un gesto con la mano. ‒ ¡Traed cualquier cosa sospechosa que veáis!
Un grupo de criadas registraron cada una de las habitaciones. Li Wie Yang, a todo esto, miró a Zhao Yue y asintió, sonrió y se volvió para Lu Gong.
‒¿Dajie volverá a estar tan guapa como siempre?
‒Yo… ‒ La expresión de Lu Gong era incompresible. ‒ No creo que pueda hacer nada sobre eso. ‒ Sonrió con amargura.  
‒¿No hay nada que hacer? ‒ Jiang Yue Lan se inquietó.
‒Con haber sobrevivido ya ha tenido suerte.
Jiang Yue Lan se miró a Li Zhang Le.
‒¡Mi niña! ¡¿Qué será de ti?! ‒ Exclamó visiblemente angustiada.
A Jiang Nan no le importaba la espantosa apariencia de Li Zhang Le, estaba acostumbrado a ver rostros desfigurados en batalla. Lo único que importaba en ese momento para el general era encontrar alguna prueba contra Wei Yang. Y es que estaba completamente seguro que la joven debía haberse dejado algo por ahí.
Una hora después, las únicas personas que disfrutaban de los aperitivos y conversaban eran Wei Yang y Lao Furen. El resto se dirigían miradas acongojadas y estresadas de vez en cuando en medio de una tensión que se podía cortar con cuchillo.
Jiang Nan estudió el rostro de Wei Yang. La joven no mostraba ni un ápice de culpa y temor, ni siquiera incomodidad. Se vio obligado a admirar la fortaleza de esa mujer. Lu Gong, por otra parte, se dedicaba a sorber té sin atreverse a mirar a Zhang Le: era la primera vez que veía algo tan espantoso y su prima le daba pena. ¿Cómo iba a casarse con esa cara?
Jiang Yue Lan permaneció sentada al lado del solemne Li Xiao Ran hasta que la criada Luo se les acercó con una bandeja en las manos.
‒Hemos descubierto que el aceite de San xiaojie también da problemas.
Jiang Nan perdió su sonrisa victoriosa en cuanto escuchó esa afirmación. ¡Maldita sea! Miró a la criada Liu que sacudió la cabeza.
‒No me lo puedo creer, Lao Furen… ‒ Li Wei Yang fingió estar apenada.
Lao Furen le dio una palmadita en la mano.
‒Menos mal que tu no sueles usar aceites, sino tú también habrías acabado como Zhang Le.
‒Sí, ‒ Li Wei Yang suspiró. ‒ si no se me hubiese olvidado regalárselo a las criadas… ¡Ni Bai Zhi ni las otras habrían podido escapar de este horrible incidente!
Jiang Nan vio la actuación de Li Wei Yang a sabiendas de que era el cerebro de toda esta situación. Sus tácticas eran demasiado rudas, no podía usar los mismos métodos que en el campo de batalla, no obstante, la muchacha se quedaba a un lado y esperaba que cayeras en la trampa antes de abalanzarse sobre ti una vez más para asegurarse de que no podías volver a tenderte en pie. Sí, le había usado desde el principio. Su terquedad e insistencia de registrar la casa le había dado vía libre a Wei Yang para poder librarse de todo pecado.
‒¡¿Si a la criada no se le hubiese caído mi aceite, yo también habría acabado como mi hermana, madre?! ‒ Preguntó Li Chang Xiao, aterrorizada, tirando de la manga de la cuarta concubina.
‒Ese aceite nos deja con dos posibilidades: que San xiaojie es otra víctima o que es la asesina. ‒ Razonó Jiang Nan.
‒¡Cuidado con lo que dices, primo! ‒ Li Wei Yang frunció el ceño. ‒ ¿Cómo voy a envenenar algo que no he enviado yo? ¿Intentas decir que me he aliado con madre para acabar con mi hermana mayor? ¡¿O qué fui yo quien sobornó al mayordomo?! ¡Tonterías! ¡Si tan seguro estás, ¿por qué no nos atas al mayordomo, a madre y a mí para interrogarnos, a ver qué consigues?!
Jiang Yue Lan empalideció. Esa niña acababa de arrástrala al meollo del asunto y le era imposible defenderse porque había sido ella quien había regalado los aceites.
Jiang Nan fulminó a Jiang Yue Lan con la mirada, culpándola. Justo cuando iba a enfrentarse otra vez a Wei Yang, Li Xiao Ran les interrumpió.
‒¡Ya basta!
Li Xiao Ran estaba molesto. Ya había perdido a una hija, así que fuese cual fuera la verdad, debía proteger a Wei Yang. ¡No podía permitirse perder a dos de sus hijas en un solo día!
‒¡¿Qué más quieres?! ¡Ya has registrado mi casa! Esto es un asunto de los Li, si Jiang Xu tiene algo que decir, que venga en persona. ¡Ya hablaremos! Ahora mismo lo que quiero es que Zhang Le descanse y se recupere. Si te quieres quedar, tienes una habitación para invitados y té por ahí. ¡Pero no vuelvas a incriminar a nadie!
A Jiang Nan se le desencajó la cara porque no esperaba que Li Xiao Ran fuese capaz de portarse así con él.
‒Pues me iré, ¡pero estaré esperando una explicación! ‒ Dicho esto, se marchó.
Lao Furen se quedó allí, mirando la figura del hombre y sonrió. Jiang Xu no se atrevería a jugar contra los Li. Los Jiang se habían vuelto más arrogantes y eso significaba que morirían antes.
‒Lo dejo todo en tus manos, Lu Gong.
La anciana quería retirarse, no soportaba seguir viendo la espantosa cara de Zhang Le.
‒Te acompaño. ‒ Li Wei Yang se ofreció y la ayudó a levantarse.
Lao Furen le acarició la mano y dijo:
‒No hace falta, ve y descansa. ‒ Entonces, se dirigió al resto. ‒ Idos.
‒Padre, madre, ‒ empezó Wei Yang. ‒ debéis estar agotados, descansad. Yo también me iré.
Li Xiao Ran miró a su hija y pareció querer decirle algo, pero acabó suspirando y se quedó observando su silueta mientras se alejaba. Esa niña se parecía demasiado a él. No vacilaba ni con sus hermanas de sangre, pero suponía que debía haberse enterado de algo y explotado, tal vez algo relacionado con lo de Min Zhi. Miró de reojo a Zhang Le, que descansaba en la cama, y sacudió la cabeza.
‒Voy a descansar contigo, Lao Ye. ‒ Anunció Jiang Yue Lan.
Li Xiao Ran asintió con la cabeza y salió caminando. Jiang Yue Lan le dedicó una mueca a Lu Gong, también miró a Li Zhang Le con preocupación y siguió a su marido.
Los únicos que quedaron en la sala fueron las criadas de Zhang Le y el médico. A Lu Gong le entró un escalofrío al ver el aspecto horripilante de la joven. Temía que la muchacha enloqueciera al verse. Sin embargo, no era algo evitable: Zhang Le abrió los ojos siete días más tarde.
Tan Xiang cargaba con un gran tazón de agua cuando escuchó que Zhang Le la llamaba.
La bellísima melena de Zhang Le había desaparecido y eso era difícil de ocultárselo, pero todavía no se había visto en el espejo y nadie en la habitación se atrevía a comentárselo. Hasta la criada Liu buscaba y encontraba motivos para no tener que entrar en la estancia.
‒¡Mi pelo! ¡¿Qué le ha pasado a mi pelo?!
Tan Xiang sintió un escalofrío recorriéndole la columna vertebral y no se atrevió a mirarle la cara.
‒Señorita, ‒ murmuró. ‒ te volverá a crecer… ¡Tenemos a Lu Gong!
A Li Zhang Le le dolía todo el cuerpo. Bajó la vista y descubrió todas las vendas que la envolvían, algunas con manchas de sangre.
‒Traedme agua para lavarme la cara.
Tan Xiang, cabizbaja, le acercó el tazón, siempre manteniéndose a tres pasos de su señora.
‒¡¿Estás sorda?! ‒ Aulló la joven. ‒ ¡Te he dicho que me des agua!
Tan Xiang no conseguía controlar sus temblores.
‒¡Serás inútil! ‒ Iba a continuar insultando a la sirvienta, pero cuando bajó la vista y se vio en el reflejo del agua…
Un grito recibió a Li Wei Yang que acababa de pasar la puerta del patio de su hermanastra.
‒Aguanta el regalo. ‒ Le dijo a Zhao Yue toda sonrisas.
Lu Gong también escuchó el grito y se topó con Wei Yang a la entrada de la estancia. No sabía si reír o llorar.
Li Zhang Le se abalanzó sobre Wei Yang en cuanto la vio entrar por la puerta. Por suerte, Tan Xiang la sujetó.
‒¡Señorita! ¡No te pongas así! ¡Se te volverán a abrir las heridas! ‒ Exclamó Lu Gong.
A Zhang Le no podía importarle menos.
‒¡Serás zorra! ‒ Chilló. ‒ ¡Mira lo que me has hecho! ¡Zorra! ¡Te quiero matar! ¡Te voy a matar!
Sabía que la única capaz de hacer algo semejante era Wei Yang.
‒¿Estáis muertas todos o qué? ‒ Preguntó Li Wei Yang, serena como nunca. ‒ ¿No veis que vuestra señora está mentalmente inestable? ¡Sujetadla!
Todas las criadas intercambiaron miradas aterrorizadas, temiendo que pudiese pasar algo. Li Zhang Le se revolvía y peleaba contra las criadas, la ira y la sangre le nublaban la vista.
‒¡Zorra! ¡Morirás entre terribles sufrimientos!
Li Wei Yang recordaba haber oído esas exactas palabras en otro lugar. ¡Oh! Sí, es lo mismo que la difunta matriarca le había deseado.
Li Zhang Le se había convertido en alguien que prefería morir. Tal vez la anterior matriarca tenía razón y ella había venido al mundo para maledicr a los demás.
Li Wei Yang estudió el rostro de su hermanastra. Se había arrancado la carne de las mejillas y tenía los ojos inyectados en sangre. Parecía que se le estaba pudriendo la cara… Era nauseabundo. Li Wei Yang se regocijo.
‒Querida hermanita, no te pongas así. He venido a verte. ‒Dijo lentamente. ‒ Zhao Ye, cuelga el regalo en la pared.
Zhao Yue asintió y se movió hasta la pared para colgar una pintura.
Li Zhang Le desorbitó los ojos. Era una pintura de un jardín de peonías con una mujer bellísima, como una deidad, recogiendo flores y dejándoselas en el delantal. Era una muchacha de cintura delgada, ojos almendrados y cejas bien definidas. ¡Era ella! ¡Era su antiguo yo!
‒Llevo sin dormir tres noches para poder acabarlo a tiempo, hermanita. ‒ Li Wei Yang sonrió con suma dulzura. ‒ Lu Gong dijo que te ayudaría a recupérate, pero como nunca ha visto una belleza como la tuya, pensé que le sería difícil reconstruirte. ¡Por eso decidí colgar esta pintura en tu pared! Así, aunque no puedas volver a como eras, por lo menos podrás apreciar los recuerdos que te queden de ello.
Lu Gong no daba crédito a sus oídos, pero comprendió las intenciones de Wei Yang al ver cómo aullaba Zhang Le. La joven luchó por saltar sobre su hermana pequeña, pero las criadas la detuvieron. Así que todo lo que podía hacer era quedarse ahí, atacándose a sí misma.
‒¡Sujetad a vuestra señora! ‒ Gritó Lu Gong. ‒ ¡Deprisa!
Las criadas le ataron los pies y las manos a la joven. Chillaba como una leprosa bajo control. Su rostro era tan espantoso que todo el mundo apartaba la vista.
‒¡Zorra! ¡Te voy a matar! ¡Te voy a matar, aunque sea lo último que haga! ‒ Prometió la chiquilla fulminando a Wei Yang con la mirada.
Li Wei Yang la observó en silencio. Su expresión no mostraba ni satisfacción, ni disgusto, sólo tranquilidad y paz. Sus pupilas reflejaban la angustia de Zhang Le y su propia frialdad.
Lu Gong, o mejor dicho, el quinto hijo de los Jiang fue incapaz de adivinar las intenciones de la más joven de las muchachas. La apariencia de Wei Yang no era rival para Zhang Le, sin embargo, su intelecto era claramente superior.

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2 comentarios

  1. Aaah estuvo brutal este capítulo gracias espero el que sigue n_n

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  2. Me provoca tantos sentimientos esta novela. La protagonista no es mala con todos, sólo con los que la provocan, incluso con lo que le hicieron en su vida anterior ella en esta nueva vida no comenzó los conflictos fueron los otros que comenzaron atacandola, basicamente ella se está defendiendo. Su crueldad está tan bien justificada me encanta

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