Capítulo 107: Maquinaciones

noviembre 07, 2018

–¡Espera, Xianzhu!
Li Wei Yang se detuvo y se dio la vuelta para ver cómo Lu Gong se acercaba a ella.
–Ten un poco de piedad, Xianzhu…
Lu Gong jamás se había dejado involucrar en los asuntos de los Jiang, pero Li Zhang Le era su prima, así que no le quedó más remedio que meterse. La belleza de esa mujer había sido incomparable, hechizante. ¿Cómo podía su prima soportar mirarse al espejo después de todo lo que había tenido y no volverse loca? Ni siquiera él mismo, como espectador, sabía quéhacer.
–Vaya, se te ve preocupado por mi hermanita. – Li Wei Yang arqueó las cejas y eximió una frialdad impecable. – ¿Qué pasa? ¿Os conocéis de algo?
Li Wei Yang era demasiado escéptica. El quinto hermano de los Jiang sintió como un escalofrío le recorría la columna vertebral. ¿Cómo reaccionaría su abuela cuando se enterase de lo ocurrido?
–Es que… – Se aventuró, inquieto. – Verla así me rompe el corazón.
Los ojos de Wei Yang le escudriñaron y él se preguntó si habría sido capaz de ver más allá de su coraza.
–Pues empieza a curarla si tanto te molesta. – Li Wei Yang alzó una ceja. – Y te recomiendo que no metas las narices donde no te llaman.
–¿Así es como tratas al salvador de tu hermana? – El quinto de los Jiang se obligó a serenarse.
–No, no lo olvidaré nunca. Te devolveré el favor cuando me sea posible. ¿Cómo es que te preocupan tanto los asuntos de mi familia cuando llevas todo este tiempo de escondrijo en escondrijo? ¿Cómo puede ser que llegarás justo a tiempo?
–¿Qué insinúas? – Fingió enfadarse. – ¡Lo hago por pura amabilidad y devoción a mis pacientes!
Paparruchas. Si Lu Gong odiase la idea de que alguno de sus clientes sufriera, estaría constantemente moviéndose para salvarles.
–¡Eso espero! – Wei Yang le dedicó una sonrisa helada y se retiró acompañada de su criada.
–La señorita le llama, doctor. – Le susurró una criada que tenía al lado minutos después de que Wei Yang desapareciese.
Su hermano había conseguido escapar y le había dejado a él en el ojo de la tormenta con su primera al borde de la locura.


Ya habían trascurrido un par de días desde el incidente y los temores de Lao Furen aún estaban por cumplirse. Los Jiang no habían hecho nada, por lo que la anciana estaba convencida de que estarían tramando un golpe.
Aquella tarde de primavera, los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas de seda. Bai Zhi y Mo Zhu descansaban en el pasillo mientras cosían y parloteaban cuando vieron a una mujer de mediana edad acompañada por dos criadas se acercaba por una de las esquinas.
–¿Está vuestra señora? – Preguntó una de las criadas.
Bai Zhi se levantó del suelo y se apresuró a disculparse.
–¿Qué la trae por aquí, criada Luo? – Preguntó afanosamente. – Mi señora está descansando.
La criada Luo sonrió. Los sirvientes de Li Wei Yang se regían por unas normas estrictas. Cuando la señora dormía, los criados solían hacer lo mismo y, sin embargo, cada vez que se pasaba por ahí, siempre había alguna criada alerta.
Bai Zhi le hizo un gesto a Mo Zhu que corrió las cortinas para despertar a su señora. Los ojos de Wei Yang, recién levantada, carecían de esa frialdad característica y poseían un encanto especial.
–¿Quién anda ahí? – Preguntó entre parpadeos.
–La criada Luo, señorita. – Bai Zhi se acercó a grandes gambadas hasta Wei Yang y la cubrió con una chaqueta.
Li Wei Yang sonrió, permitió que Bai Zhi la ayudase a vestirse y observó a Zhao Yue acercarse con un barreño de agua tibia.
–Tienes el sueño muy ligero. – Comentó Zhao Yue.
–Sólo he echado una cabezadita, tampoco estaba tan cansada.
Los movimientos de Bai Zhi fueron suaves y rápidos. Lavó y aseó a su señora en un abrir y cerrar de ojos.
–¿La criada Luo sigue afuera? – Preguntó suavemente. – Que entre.
–Sí. – Bai Zhi bajó la cabeza.
La criada Luo entró a prisa en la estancia.
–Lao Furen me ha pedido que venga a buscarte lo más rápido posible.
–¿Ahora? – Li Wei Yang se la miró. –¿Qué pasa?
–La señora del general Sun ha venido con su hija; nos hemos enterado de que ya os conocéis, así que Lao Furen quería que le hicieras compañía.
¿El general Sun? Lo primero que le vino a la cabeza a la joven era el porte solemne del guerrero que, además, se llevaba tan bien con el padre de Jiang Yue Lan. Su primogénito había caído en batalla, así que el título había pasado a manos del menor y, en cuanto a la señorita Sun, Li Wei Yang la recordaba como una joven caballerosa y brava. Aquellos últimos dos meses habían estado recibiendo un sinfín de visitas de las señoras de las otras casas bajo la excusa de ir a visitar a Lao Furen, aunque, su verdadera intención siempre había sido echar un vistazo a la nueva matriarca de los Li.
–¡Mi señora[1]! – Exclamó la señorita Sun al ver a Li Wei Yang cruzar el umbral de la puerta.
–¡Oh, con Wei Yang me vale! – A Wei Yang le caía bien esta muchacha y decidió no tratarla como a una desconocida.
La sonrisa de Sun xiaojie se agrandó.
–No soy digna. – Sun Furen, que estaba de pie al lado de su hija, era una mujer de mediana edad. Era alta y fruncía el ceño.
Que una joven de segundo rango como Wei Yang se dignase a saludarla primero a pesar de que ella misma sólo contaba con el título de tercera esposa demostró la modestia que gastaba la joven.
Jiang Yue Lan se lanzó a conversar con Sun Furen y, entonces, Sun Yan Jun se retiró con Wei Yang a un lado impacientemente.
–Hace tiempo que quería venir a verte para jugar o algo, pero mi madre me dijo que la tuya ha fallecido y que no era apropiado.
Li Wei Yang esbozó una sonrisa.
–La próxima vez que quieras venir, hazlo. – Susurró Wei Yang.
Sun Yan Jun se regocijó; le gustaba Wei Yang y verla ser tan fervorosamente amable con ella la hinchaba de satisfacción y entusiasmo.
–Tu nueva madre sabe cómo hablar y parece muy inteligente y amable. – Susurró sintiéndose cercana a la otra muchacha. – ¡Todo el mundo la halaga vaya donde vaya!
–Sí, – Wei Yang miró de reojo a Jiang Yue Lan y sonrió. – es muy lista. A Lao Furen le encanta.
–¡De todos modos será mejor que te andes con cuidado! – Sun Yan Jun siempre decía lo que le rondaba por la cabeza. – Dicen que las madrastras siempre son peligrosas. – Susurró. – La nueva esposa del oficial Liu ya ha casado a las cuatro hijas en estos dos años. Dicen que a la menor la tuvieron que atar y obligar a subirse al sedan. Ahora el oficial Liu es el hazmerreír de la corte, pero claro, su esposa le intimida tanto que no se atreve a criticarla. Pero, bueno, tú eres una Xianzhu, no creo que se atreva a hacerte algo así.
Li Wei Yang se quedó pasmada. Estaba tan acostumbrada a ser prudente y cautelosa que había olvidado lo que se sentía cuando alguien era genuinamente amable con uno. Sobretodo en un caso como este, en el que los Sun y los Jiang eran familias tan cercanas.
–En realidad yo no quería venir. – Comentó la chiquilla que tan abiertamente mostraba su disgusto hacia Jiang Yue Lan. – ¡Si no fuera por ti, no habría salido de mi casa! Odio toda esta falsedad.
–Como eres la única niña de Sun Furen, te mima mucho. – Li Wei Yang estaba de acuerdo con sus palabras, pero la advirtió. – Tu franqueza me gusta, pero será mejor que no vayas soltando estas cosas por ahí.
–Claro que no, no soy estúpida. – Sun Yan Jun sonrió. – Sé que no puedo dejar que los demás se enteren de esto; sobretodo los que disfrutan tanto de guardar las apariencias. – Su expresión cambió a peor. – A veces odio no ser hombre y no poder luchar por mi madre. Mis tres hermanos fallecieron y, mira, no es que mi madre no esté dispuesta a tener más hijos… ¡Pero mi abuela obligó a mi padre a tener amantes! ¡Qué irrazonable es esa vieja bruja! – Escupió con los ojos rojos.
–¿No tenía alguna concubina ya? – Li Wei Yang se sorprendió.
–Mi padre es hijo de una concubina y como mi abuela siempre ha favorecido a su primogénito, le dio dinero y le dejó que se fuera por su parte a vivir su vida. Mis padres se casaron y vivieron una vida moderada. La muerte de mis hermanos fue cuestión de mala suerte… Pero mi padre le prometió a mi madre que por muy ricos y honorables que se volvieran, no tendría concubinas jamás…
Li Wei Yang no daba crédito a sus oídos y miró a la encantadora Sun Furen. Veía todas las ventajas de ser una pareja pobre: así eran capaces de establecer una relación basada en sentimientos verdaderos, pero, sin embargo, las promesas se las lleva el viento.
–Pero cuando volvió, todo cambió. – Sun Yan Jun continuó al ver que Li Wei Yang no reaccionaba como los demás. – Padre heredó un rango militar y mi abuela empezó a meterse en sus asuntos. Dijo que mi madre era una pobretona inútil y le regaló dos concubinas. Se supone que padre mantuvo la promesa… Pero, al mes las dos concubinas estaban en cinta. Discutieron y yo le dije a mi madre que nos fuéramos…
Al otro lado de la estancia, las dos matriarcas se consolaban mutuamente. Jiang Yue Lan intentó apaciguar el malestar de la otra mujer aconsejándole que cuidase de los hijos de las concubinas lo mejor que pudiera para preservar su orgullo.
–¡¿Qué orgullo?! – Espetó Sun Furen. – ¡No quiero este tipo de orgullo!
Li Wei Yang asintió con la cabeza.
–Sun Furen parece haber aceptado la realidad.
–Sí, eso parece. Mi madre parece una mujer fuerte, pero en realidad es muy débil. – Sun Yan Jun miró a su madre. – Se culpa por no haberle podido dar hijos, ¿por qué tiene que culparse por eso? No es que no le haya dado hijos, ¡es que los tres están muertos!
–A lo mejor tendríamos que convencerla para que se divorciase. – Li Wei Yang sonrió y le acarició la mano.
Sun Yan Jun se la quedó mirando boquiabierta, como si estuviese hablando con un bicho raro.
–Era broma. – Li Wei Yang era consciente que la joven no pensaba aceptar una alternativa semejante.
–En realidad… – Sun Yan Jun bajó la vista al suelo y reflexionó. – Podría ser una solución. Las dos concubinas menosprecian a mi madre porque están preñadas, mi padre sólo piensa en los que están por nacer… ¿Para qué sufrir tanto? Eres mucho más lista y decidida que yo, Wei Yang. Pensaba llevarme a mi madre conmigo cuando me case, pero ella no quiere.
Tal vez el motivo por el que esta niña poseía una actitud tan atípica era por haber estado viviendo en la pobreza durante bastante tiempo.
–El divorcio no es fácil. – Wei Yang sacudió la cabeza. – Tu madre es una mujer terca. Si decide continuar peleándose con el General, acabará marchándose sin que tengas que abrir la boca. Pero, mírala, aun ahora sigue cumpliendo con sus deberes de primera esposa.
–¿Qué podría hacer mi madre? – Sun Yan Jun sabía que Wei Yang tenía razón y albergaba una ligera esperanza en su padre.
–Podría adoptar a uno de los hijos de las concubinas y criarlo como si fuera suyo. Lo único malo en esto que es que sólo el tiempo dirá si sus corazones van al mismo son a pesar de que las concubinas sigan allí con vosotras. Otra cosa que puede hacer es divorciarse. Eso sí, esto la acabaría dejando totalmente sola. El estatus de tu padre le impediría volverse a casar y, ella misma, se negaría a hacerlo. No hay ninguna solución perfecta. Será mejor que lo hables con ella, Yan Jun. – En realidad, existía una tercera solución: asegurarse de que los niños no llegasen al mundo jamás, tal y como había hecho Da Furen. Pero viendo lo bien educada y sincera que era Sun Yan Jun dejaba fuera de contemplación la posibilidad de que su madre fuera capaz de algo tan cruel.
–¡Venga, que se nos enfría el té! – Apremió Wei Yang.
Sun Yan Jun llevaba un buen rato reflexionando en las palabras de Wei Yang cuando preguntó:
–Oh, sí, ¿qué tal está Da xiaojie? Hace mucho que no la veo.
La que más destacaba de todas las señoritas en los círculos aristócratas era Li Zhang Le gracias a su apariencia. No obstante, la joven y su familia parecía haberse esfumado desde la llegada del invierno, por lo que la gente empezó a preguntarse por qué las bellas jovencitas estarían encerradas en su mansión. ¡Qué raro! Los Li intentaban casar a sus hijas con la realeza, ¿por qué dejarían de acudir a los banquetes?
Li Wei Yang esbozó una mueca. Desde lo ocurrido, ningún miembro de su familia osaba mencionar ese nombre, de hecho, Lao Furen lo había prohibido. Si ya sólo se salía raramente, las oportunidades de ver el exterior se redujeron y por eso, la segunda esposa sacó a Li Chang Ru a hurtadillas recibiendo un castigo exponencial: arrodillarse en el salón ancestral durante tres días.
–Se encuentra mal, está en cama. – Wei Yang contestó como los Li respondían siempre desde principios de invierno.
–Caray. – Exclamó Sun Yan Jun. – ¿Qué tiene para tener que estar postrada en cama tanto tiempo? – Era el tipo de persona que necesita llegar al meollo del asunto.
–Al principio era un resfriado, – Li Wei Yang sonrió. – pero en primavera empeoró. Es horrible, se le ha hinchado toda la cara. A mi hermana mayor le gusta ser guapa, es normal que no quiera que nadie la vea.
–Siempre ha menospreciado a los demás. – Sun Yan Jun se regocijó al enterarse de la presunta enfermedad dermatológica de Zhang Le. – ¡A esto se le llama karma! – De repente, recordó donde estaba y se disculpó inmediatamente por esa falta de modales. – Perdona, he hablado sin pensar. Mi madre me regaña a menudo por esto. Delante de desconocidos me sé controlar, pero con alguien que me gusta no.
Li Wei Yang era tan inteligente y genuina que a Sun Yan Jun se le hacía casi imposible contener sus pensamientos a pesar de lo reservada que era la otra muchacha.
–No te preocupes, – Contestó Wei Yang divertida. – a mí también me parece demasiado arrogante. Espero que aprenda de esto, no se puede vivir de belleza.
–¡Exacto! – Sun Yan Jun estuvo de acuerdo. – ¡Ya le tocaba! De cara me iba de amiga, pero se ve que se dedicaba a criticarme la barbilla por la espalda. ¡Qué mala persona! – Se tocó la barbilla. – ¿Tan fea es?
–Es mejor que la mía. – Comentó sinceramente Wei Yang.
–¡Qué bien hablas! – Dijo y le pellizcó la cara con alegría. – Un año más y ya podrás empezar a hablar de tu matrimonio.
–Fíjate, – Wei Yang sonrió a Bai Zhi. – la señorita Sun está desesperada por casarse y se está burlando de mí.
–¡Qué dices! – Sun Yan Jun soltó una risita y volvió a pellizcarle. – ¡Me preocupas! Si sigues encerrada, Su Majestad acabará escogiéndote el marido… ¡A ver cómo sales de esa!
Li Wei Yang se quedó pasmada y sonrió.
–¡Ya hablaremos cuando llegue el momento!
Los regalos de San Furen fueron extremadamente generosos. A Lao Furen la obsequió con una horquilla y un brazalete de jade y un biombo de Ibor; Jiang Yue Lan recibió un cepillo y unos pendientes de jade y una horquilla de fénix y, por último, a Li Wei Yang le regaló un colgante de jade extremadamente valioso. Toda aquella generosidad ocultaba un motivo: el general Sun debía necesitar algo de los Li. 
Las invitadas se quedaron a cenar y, aunque Jang Yue Lan siempre había sido amable, su comportamiento se le antojo peculiar a Wei Yang que, de inmediato, cayó en que su hijo debía tener algún hijo casadero y estaría barajando opciones. A pesar de que llevaba tiempo con los ojos puestos en el marqués, al final, el título de un marqués se quedaba en eso: un mero marqués que nada tenía que hacer frente a un oficial de tercer rango como Li Xiao Ran. Wei Yang recordó que el matrimonio del segundo hijo varón, un erudito, de los Li se había retrasado debido a un acontecimiento bochornoso. Ella le había visto en contadas ocasiones, pero recordaba que la había tratado igual que a Li Zhang Le. Wei Yang se volvió hacia la señora Sun para advertirle, pero se lo repensó: no podía asegurar que su hermanastro iba a ser un marido considerado, pero desde luego que parecía del tipo que respetaba  a su esposa y cuidaba bien de sus hijos.
Li Chang Ru era todo sonrisas y se dedicaba a ordenar a las criadas que sirvieran todavía más manjares en honor a Sun Yan Jun.
–Siento como si nos conociéramos de toda la vida. – Le comentó a Sun Yan Jun. – Espero que te pases a vernos más a menudo.
–Gracias, querida amiga. – Contestó sonriendo.
Aunque “querida amiga” pudiese parecer cercano, en realidad era una manera de crear una pared entre ellas. Por suerte, Li Chang Ru no se percató de ello y sonrió una vez más.
–No hace falta que seas tan modesta. ¡Ven cuando quieras!
–¿Vais a ir al banquete de la Emperatriz?
A Li Chang Ru le cambió la cara de repente y miró de reojo a su abuela.
–¿Cómo osaríamos rechazar la invitación de la mismísima Emperatriz? Te llevaré el libro que me has comentado.
La inquietud de Li Chang Ru aumentó. La única persona capaz de intervenir en casos así era la tercera señorita de la casa, Wei Yang, que gozaba de la confianza absoluta de Lao Furen. Li Chang Ru la envidiaba y admiraba simultáneamente. Li Chang Xiao, al otro lado, mantuvo la cabeza gacha y guardó silencio.
Al final del segundo plato, Sun Yan Jun, sentada al lado de Li Wei Yang, notó una sombra en la puerta. La luz del atardecer proyectaba sombras enigmáticas sobre a muchacha cuyo rostro llevaba cubierto con un velo espectacular. Sun Yan Jun continuó con la vista clavada en la muchacha y Li Chang Ru se dio la vuelta para mirar hacia la puerta.
Una criada se apresuró al lado de la recién llegada, le susurró algo y recibió una bofetada.
–Tendrías que estar descansando, Zhang Le. – Lao Furen se obligó a sonreír y borrar el horror de su expresión. – No quería molestarte, pero ya que estás aquí… Mira, estas son Sun Furen y su hija, Sun xiaojie-…
–No me encontraré bien, pero tampoco estoy sorda. –Repuso fríamente Li Zhang Le sin dar tiempo para que su abuela terminase de explicarse. – Llevo escuchando las risas un buen rato. ¿Ya no soy de la familia? ¿Por eso a nadie se le ha ocurrido llamarme?
¡Qué ultranza! Sun Furen no daba crédito a sus oídos. ¿Cómo se atrevía esa atolondrada a hablarle así a Lao Furen?
Lao Furen abrió la boca para contestarle, pero la ira la bloqueó y acabó quedándose inmóvil.
–Me ha llegado que había venido Sun xiaojie, así que me he pasado a saludar a mi yerna.
Las expresiones de todos los presentes cambiaron radicalmente. Sun Yan Jun se enrabió tanto que se puso roja como un tomate; giró la cabeza para mirar a su madre y se la encontró igual de enfadada. ¡Menuda humillación!
–¡¿Qué dices, Zhang Le?! – Lao Furen lanzó los palillos sobre la mesa, furiosa.
Era imposible adivinar las expresiones de Zhang Le debajo de su velo, pero su tono de voz estaba cargado de frialdad y parecía estar riéndose.
–¿No será una quedada para casar a gente, Lao Fuere? – Dijo, acercándose a la mesa.
Sun Furen se sentía abochornada, si su marido no le hubiese pedido explícitamente que fuese, se habría levantado de la mesa. Su verdadera intención había sido siempre casar a su hija con el cuarto hijo de los Jiang, pero como iban a enviarlo a la guerra le preocupaba lo que podría pasarle a la niña. Su rango militar les permitía casarla con un oficial como Li Xiao Ran que se había ganado el favor del Emperador a base de años de trabajo exhaustivo.
–¿Por qué ha salido, señorita? – La criada Luo intentó barrarle el paso a Li Zhang Le con una gran sonrisa en los labios. – No está en su mejor momento.
–¡¿Cómo te atrevas a cortarme el paso?! – Li Zhang Le empujó a la criada y la pasó de largo.
–Vámonos, madre. – Sun Yan Jun se levantó. – Ya hemos comido suficiente.
–Sí, ya vendré a verte yo misma otro día. – Añadió Jiang Yue Lan, decepcionada porque el matrimonio de su hijastro se volvía a retrasar.
La cara de Lao Furen era un poema.
–Nos vamos. – Sun Furen recuperó la compostura y se despidió.
–Voy a acompañarlas a la puerta, Lao Furen. – Se ofreció Wei Yang.
Cuando Zhang Le vio cómo Wei Yang se levantaba de la silla, se abalanzó sobre ella y la aferró del brazo.
–¿Qué pasa, hermanita? – Preguntó Wei Yang, visiblemente atónita.
–¿Contenta? Ahora eres la señora de la casa. ¿No te encanta? ¡Espero que tengas claro que siempre vas a ser una bastarda! – Li Zhang Le habló entre risotadas histéricas.
La joven levantó la mano para abofetear a su hermanastra, pero Zhao Yue, siempre alerta, tiró de su brazo, lanzándola por los aires y desgarrándole el velo que le cubría el rostro. La maldad y la arrogancia de Zhang Le se esfumaron de repente, dando paso a el pánico y el temor. Tan Xiang corrió a taparla con su chaqueta y, aunque Sun Yan Jun y Sun Furen apenas consiguieron vislumbrar nada, percibieron que algo no iba bien.
–¡Serás…! – Exclamó Wei Yang, fingiendo lamentarse. – ¿Qué haces ahí parada? ¡Ayuda a la señorita! – Le ordenó a Zhao Yue.
A pesar de que Jiang Yue Lan había intentado ayudar a levantarse a Zhang Le, su hijastra la había apartado de un empujón, así que había tenido que resignarse y pedirle ayuda a Zhao Yue.
–¡Rápido, levántala, Zhao Yue!
Todas las criadas rodearon a Zhang Le e intentaron levantarla hasta que, justo entonces, la criada Liu se adelantó y espetó.
–¡Cómo iba a dejarse tocar por algo tan miserable como vosotras con lo honorable que es mi señora! – Dicho esto, se agazapó para proteger a su señorita y volvió a hablar. – Discúlpala, Lao Furen. Tiene el rostro sensible y no se encuentra muy bien.
–Idos.
Mientras arrastraban a Zhang Le fuera de palacio, la joven fulminó con la mirada a Wei Yang de tal forma que parecía anhelar arrancarle los tendones. A Sun Yan Jun le entró un escalofrío y se aferró al brazo de Wei Yang. ¡Qué miedo daba esa chica!
Li Wei Yang contempló la escena con frialdad. No temía la venganza de su hermanastra, pero le preocupaban los Jiang. ¿Por qué no habían hecho nada a pesar de lo ocurrido con Zhang Le? Era extraño, terriblemente extraño.
–¡Wei Yang, Wei Yang! ¡Tengo que irme! – Sun Yan Jun se despidió de ella como atolondrada. No quería quedarse más rato entre los Li. – ¡Ya nos veremos en el banquete de la Emperatriz!
Li Wei Yang volvió en sí y estrechó las manos de la señorita Sun.
–Cuídate.


En los aposentos del quinto hermano de los Jiang reinaba el silencio. Li Zhang Le se hallaba delante del espejo cuando entró y él no se atrevió a mirarla.
–¿Te doy miedo, querido primo? – Li Zhang Le se burló con una risa gélida.
–Ya te he dicho que te vas a curar. – Le aseguró su primo que ya le había confesado la verdad sobre su identidad unos días antes. – Pero no debes salir, hazme caso.
–¡Cuánto tiempo voy a tener que vivir con esta cara tan horripilante! – La joven estalló. Hasta entonces siempre había seguido el consejo de su primo, pero ver a Wei Yang sentada aquella tarde la había enfurecido. – ¡Dime! – Aulló. – ¡Cuánto tiempo!
–Créeme que no será demasiado, ya he encontrado la forma de curarte. Ahora sólo falta que tengas paciencia y-… – Mintió él.
–¡Pero mírame! ¡Prefiero morir! ¡¿Cómo voy a tener paciencia si no puedo ni salir a la calle sin el velo?!
Si Zhang Le muriese las represalias serían terribles.
–¡No, no! – Intentó tranquilizarla. – Wei Yang te ha dejado entre la vida y la muerte. ¡No caigas en su trampa! Le partirías el corazón a la abuela.
–¡Si le doy igual! – Replicó la joven acercándose a su primo.
–La abuela lo tiene todo preparado para vengarte. – Explicó con la frente empapada de sudor. – ¡Ya verás!
–¡¿Cuándo?! – Preguntó Zhang Le agresivamente.
–¡Dentro de nada! – Prometió el quinto hijo de los Jiang. – ¡Ya lo verás! Aguanta unos días más y no tendrás que volver a soportar a Li Wei Yang nunca más.


[1] A pesar de que Sun xiaojie es hija de un general de alto rango, Li Wei Yang es la “xianzhu” por lo que está por encima de ella y se la debe tratar con respeto y reverencia.

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3 comentarios

  1. Gracias por el capitulo , espero que retornen uchi no musume algún día ....

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  2. Muchísimas gracias por todo el trabajo que invierten al traducir esta obra, les está quedando fenomenal, soy su fan. Espero que pronto puedan seguir actualizando la historia.

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