Capítulo 46: Verdades y Mentiras (parte 2)

diciembre 27, 2018


Los labios de Hugo se curvaron formando una sonrisa. Si se hubiese tratado de cualquier otra persona, le habría partido todas las extremidades de su cuerpo.
Damian se subió al carruaje y Lucia se quedó allí de pie hasta que ya no quedó ni rastro del coche.
–¿Qué haces? – Hugo se le acercó y le dio un toquecito en el hombro.
–…Me ha llamado: “madre”.
–¿Cómo te iba a llamar sino?
–Pero…– Vaciló. – Es la primera vez que me llama así…
La partida de Damian entristeció a Lucia, pero al mismo tiempo, haberle escuchado llamarla madre la dejó con sentimientos contradictorios. La joven se volvió hacia su marido con los ojos rojos como si pudiese romper a llorar en cualquier momento.
–¿Lo has visto?
–¿El qué?
–Como se nota que es hijo tuyo. Menudo Casanova.
Lucia se quedó pensativa con la mirada fija al camino por donde había desaparecido el carruaje y empezó a parlotear sobre lo terrible que sería si Damian se convertía en un mujeriego rompecorazones.
Ante lo cual, Hugo se alejó de ella y salió disparado hacia su despacho.

*         *        *        *        *

El pensar que Damian ya no estaba entristecía a Lucia y el recuerdo del chiquillo llamándola madre la ruborizaba. No obstante, cuando pensaba que iba a poder escucharlo de sus labios hasta dentro de un buen tiempo la volvía a sumir en amargura.
–El baño está listo, mi señora. – Repitió la criada por tercera vez.
–Oh, de acuerdo. – Respondió ella, cabizbaja.
De repente, alguien le levantó el mentón la fuerza para examinarle la cara: Hugo.
Los ojos carmesíes estudiaron el rostro de su mujer. Ver a Lucia con la cabeza gacha sentada en la cama como si estuviese llorando le había sorprendido y, la idea de su esposa llorando le incomodaba. Cuando vio que la expresión de Lucia era normal, sintió como si le hubieran quitado un peso de encima.
Lucia buscó con la mirada a la criada preguntándose qué hacía su esposo allí, pero no la encontró. Se liberó del agarre para explicarle a Hugo que tenía que asearse, pero antes de conseguirlo su marido ya le había aprisionado los labios. Se los estaba tragando y la tenía sujeta por los hombros mientras la tendía sobre la cama. Le levantó la camisola hasta los muslos y se colocó entre sus piernas, separándolas sin dejar de besarla en ningún momento. Su lengua exploró la de ella, estimulando y moviéndose con suma habilidad.
Lucia perdió la fuerza para resistirse y no volvió en sí hasta que notó cómo él le quitaba la ropa interior.
–¡Ay..!
Hugo se detuvo en seco cuando ella empezó a resistirse y a luchar. Desenredó su lengua, lamió los labios de la muchacha y se separó un poco.
–¿Qué pasa? – Preguntó contemplando las mejillas sonrosadas de ella.
–Todavía no me he bañado…
–Me da igual.
–A mí no.
–¿Quieres bañarte ahora que estamos así?
–Sí. – Contestó Lucia determinada. Debía bañarse. Ahora mismo.
–¿Lo haces a propósito? – Suspiró él.
–¿El qué?
–…Da igual.
Se le llevaban los demonios, pero aceptó sus quejas, se levantó de la cama y se la cargó sobre el hombro como quien lleva una maleta.
–¡Ah! ¡¿Hugh?!
La movió. Le rodeó la espalda con un brazo y se ayudó de la otra mano para más estabilidad. Entonces, se dirigió al baño a grandes zancadas.
–Quieta. Me has dicho que querías bañarte.
El vapor del agua caliente llenaba el baño. La criada que esperaba dentro se sorprendió al verle entrar, pero fingió serenidad.
Lucia balbuceó un “no sé qué está pasando” al ver al a sirviente y se cubrió la cara con las manos.
–¡Ah!
Hugo la depositó en el suelo bajó la mirada fulminante de ella y la desnudó como si nada.
En cuestión de segundos, todo lo que cubría los pudores de la duquesa era ropa interior y sus brazos. Hugo dio un paso para adelante y se cruzó de brazos para mirarla de arriba abajo. Era todo un espectáculo. Satisfecho, se acercó a su esposa que intentaba recular hasta que chocó con la pared. Hugo le imposibilitaba huida.
Lucia estaba tan avergonzada que no podía mantenerle la mirada.
Hugo esbozó una mueca divertida. Aquella mujer le enloquecía. Bajó la cabeza, inclinándola ligeramente a un lado y la besó.
–Ugh…
En algún momento, Lucia dejó de cubrirse los pechos para apoyarse en él. Hugo se quitó el batín que llevaba y lo tiró al suelo. Deslizó, entonces, una mano por su abdomen hasta llegar a su ropa interior y coló una mano dentro. Frotó el centro húmedo con la mano e introdujo un único dedo en medio. Ella se puso rígida a modo de respuesta. Un líquido cálido fluía de la entrada de ella y le permitía sentir el interior prieto de la muchacha.
Hugo le quitó la ropa interior y le levantó el muslo un poco. Lucia perdió el equilibrio, pero su esposo la abrazó y la ayudó a volver a la pared.
–Hugh… Todavía no me he-… – Intentó decir con la respiración agitada.
–Hay agua aquí mismo. Bañarte y hacerlo, hacerlo y bañarte viene a ser lo mismo.
–¿Cómo va a ser lo mismo?
–Sólo por hoy. Tu marido podría morirse ahora mismo.
Lucia soltó una risita por su exageración y dejó de resistirse.
Hugo le levantó una de las piernas y la penetró de golpe.
–¡Ah!
El duque apretó los dientes y la oleada de placer le estremeció. Entrar en ella era como una experiencia nueva. Cada vez que se metía le costaba no volverse loco. Movió la cintura para volver a penetrarla, impaciente.
–¡Ah! ¡Ah!
Lucia se colgó de su cuello, aferrándose a él. Apenas lograba mantener el equilibrio con una sola pierna y, de hecho, no tocar el suelo cada vez que él atacaba contribuía a su placer. Sus movimientos desesperados le indicaban que él la deseaba y, ahora mismo, ella sentía lo mismo.
La joven se aferró a su cuello con más fuerza y se levantó. Sus manos vagaron hacia arriba y le cogieron del pelo. Entonces, acercó los labios a su oreja y le mordió el lóbulo. Ella también quería saborearlo. Le metió la lengua y le lamió el cuello.
–Nn… Vivian.
Hugo se tensó y pronunció su nombre como si fuera un reproche. Sin embargo, ella no respondió, sino que le lamió el cuello con más insistencia. La muchacha encontró los músculos que se habían tensado y los mordió.
–…Lo has provocado tú.
Dicho esto, Hugo le levantó la pierna, acercó la cintura y le sujetó los cachetes. Ella chilló y se le aferró con todavía más fuerza. Él levantó la cabeza y empezó a penetrarla intensamente.
–¡Ah, ah, ah! – Gemía ella.
Lucia no conseguía concentrarse. Las oleadas de placer la invadían. Los gemidos y las respiraciones aceleradas hacían eco en el baño y se combinaban con el vapor del agua y el sudor.
Hugo la volvió a apoyar contra la pared, la abrió y la penetró sin misericordia alguna.
–¡Ah, Hugh! – Quería aferrarse a él, pero el sudor le dificultaba la tarea.
La joven llegó al orgasmo. Su noción de la realidad desapareció momentáneamente, la oscuridad la engulló dejando paso a un placer indescriptible. Sus paredes internas espamearon como locas y el cuerpo de su esposo se tensó mientras contenía un gruñido. Su miembro llegó al límite y la llenó de semen. Las piernas de Hugo temblaron, él cerró los ojos e intentó recuperar el aliento.
–Ah… Ah…
–Joder… – Se quejó. – Si esto sigue así voy a morir. De verdad, eres-…
El cuerpecito que descansaba en su regazo parecía haber perdido todas sus fuerzas. Hugo la abrazó y notó los latidos de sus corazones convirtiéndose en uno. Entonces, a continuación, se levantó con ella en sus brazos y entró en la bañera.
El agua hirviendo enfrió su calor y Lucia se apoyó contra el ancho pecho de él.
La pareja disfruto de la paz y del silencio que les otorgó el baño.
–¿Por qué has hecho eso? Parecías enfadado.
–Pensaba que estabas llorando porque el chico se ha ido.
–¿Qué dices? Tiene que estudiar, por eso se ha ido.
Al principio la idea de deshacerse del cachorro de zorro y del chico a la vez para quedarse a solas con su mujer, a Hugo, le había parecido fantástico. Pero pensándolo bien, su esposa podría sentirse sola, tal vez abandonada, y eso le hizo plantearse el conseguirle un nuevo cachorro para que pudiese volcar sus afectos en él. Sin embargo, quería que ella diese el primer paso en pedírselo.
–Le voy a enviar muchas cartas y regalos. Así, aunque no se lo dé yo personalmente, sabrá que tiene una madre en alguna parte.
Hugo quiso quejarse de la demasiada atención que le prestaba a su hijastro y a modo de protesta le apretó los senos con las manos y a pintarle el cuello de besos. Manoseó el pecho de su esposa hasta que ésta suspiró y se apoyó en él. Le lamió los labios y la besó muchas veces sin dejar de jugar con sus pezones. Haciéndola gemir.
Lucia notó que algo le tocaba la espalda cuando Hugo se apretujó contra ella y, como era molesto, lo cogió con las manos provocando que Hugo se tensase por completo.
–Es que… No parabas de moverte… – Se excusó, mirándole a los ojos rojos.
Hubiese sido mejor que en lugar de fijar su mirada ardiente en ella, se lo hubiese tomado a broma. Su miembro creció y, en el momento en el que Lucia lo soltó, Hugo la hizo darse la vuelta y le capturó los labios. Entonces, volvió a hacerla girar, le separó los muslos, la sujetó por la cintura y indicándole con la mirada que se refería al borde de la bañera ordenó:
–Cógete fuerte.

*         *        *        *        *

Sobre el pecho de Hugo, Lucia sentía deseos de trazar un círculo en su musculoso pecho. La joven titubeó. No sabía si era un buen momento para preguntarle algo que llevaba rondándole por la cabeza un buen tiempo. Se preguntaba si Damian había visto a su madre biológica desde que había entrado en el internado o, incluso, desde que Hugo consiguió la custodia. Y de no haberlo hecho, se preguntaba si sería porque la madre no quería verle o porque Hugo no se lo permitía. En su caso, se veía incapaz de soportar el anhelo de ver a su hijo.
–Hugh… Eh… – Lucia vaciló.
–¿Qué pasa? – Preguntó Hugo con los ojos cerrados.
–Es sobre Damian…
Hugo frunció el ceño.
–Deja de mencionar otros hombres.
–¿Qué otro hombre? Es la segunda vez que dices algo así. Es tu hijo.
–Sí, no una hija.
–…No podemos no hablar de Damian.
–Al menos que no sea en la cama.
Lucia hizo una mueca enfurruñada. ¿Cuándo sino? Apenas contaban con tiempo para hablar, ¿cuándo podría hablarle de Damian si no era de noche? Hugo le había asegurado que no odiaba a Damian, ¿por qué no le mostraba un poco de afecto paterno? La sensación era más parecida a la indiferencia que a la falta de afecto en sí.
Cuánto más lo pensaba, más admirable de parecía Damian por haber sido capaz de convertirse en un niño tan dulce y sincero.
–Déjame preguntarte una cosa solo.
–Vale.
–¿La madre de Damian… no te ha pedido nunca verle?
Lucia estaba nerviosa. El silencio que siguió a su pregunta la incomodó y se preguntó si tal vez no debería haberla hecho.
–Está muerta.
–Ah… – Se sorprendió ella. – ¿Por eso te lo quedaste?
–Algo así.
–Debe haber sido una mujer bellísima.
–Ni idea, no la he visto nunca.
–¿…Qué? – Lucia alzó la cabeza para mirarle.
La expresión de Hugo cambió radicalmente.

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2 comentarios

  1. Gracias por el capítulo estuvo muy zukulento OoO

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  2. A pesar que no me gustan tanto las historias con demasiado lemon, me encanta la relación madre-hijo. Muchas gracias por tu trabajo.

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