Capítulo 50: El médico de familia de los Taran

febrero 24, 2019


El intercambio entre Anna y Philip continuó durante todos aquellos meses. Anna iba a aprender de Philip cada vez que tenía tiempo libre y Philip admiraba la pasión de Anna. Una vez a la semana atendían a los necesitados en un callejón remoto, hecho que mejoró drásticamente las habilidades de Anna.
–¿Qué tontería es esta de que te has comido artemisa para hacer una medicina? – Exclamó una mujer de mediana edad.
En la estancia sólo había dos mesas separadas por una cortina. Anna paró atención a la voz de la paciente de Philip.
–¿Cómo voy a saber que me había comido eso? Sólo eran hierbas.
–¿Estás ciega o algo? ¡De dónde te sacas que parecen hierbas!
–¿Y para qué lo dejas en la cocina?
Madre e hija discutían alzando la voz.
¡Artemisa! Anna se detuvo y fijo la vista en la cortina oscura.
–¿Y dónde está el problema? – Philip habló con toda la calma del mundo.
–¡Ay, doctor! Se ha comido eso y no le ha venido la regla. Pensar que no va a poder ser una mujer del todo me quita el sueño.
–Pues yo lo prefiero así.
–¡Cállate, loca! ¿Quieres ser estéril?
Anna pegó un respingo de repente, corrió la cortina y ni siquiera se fijo en la expresión aturdida del par de madre e hija. Philip miró a Anna y se dirigió a la paciente.
–No puedo tratarte si armas tanto jaleo. Vamos a ver. ¿Cuánto has comido?
–Más o menos un plato. Lo mezclé con verduras.
–¡Serás…! – Exclamó la madre. – ¿Cómo puedes llamar verdura a eso? ¡Caray! ¡En lugar de una hija, he parido a una inútil! – Y continuó refunfuñando.
–¿Cuándo tuviste tu primera menstruación?
–Creo que hace dos años.
–No has seguido comiendo artemisa, ¿verdad?
–No.
–Pues entonces sólo es temporal, el mes que viene volverá. No te preocupes. Usted tampoco.
La madre y la hija intercambiaron una mirada de incredulidad y tuvieron que prometerles y jurarles que así sería para conseguir que se marcharan.
–¿Qué ocurre, Anna? – Preguntó Philip. – ¿Algún problema con el paciente?
–…No. Luego te cuento.

La jornada terminó cuando ya empezaba a oscurecer y la pareja de doctores regresó a la caseta de Philip a tomarse un té.
–Es la primera vez que veo a una paciente con un síntoma como ese… ¿La artemisa es capaz de cortar la menstruación? ¿Cómo puede ser?
–No es común, pero puede ocurrir. No es nada por lo que valga la pena preocuparse, sólo es temporal.
–¿Y sabes de algo que pueda hacer que no vuelvas a menstruar?
Philip se dejó la taza de té en los labios, hizo una pausa, le relucieron los ojos y bajó la taza.
–Qué interesante. ¿Tienes una paciente así?
–Sí, tiene amenorrea. Estuvo tomando artemisa durante mucho tiempo.
Anna había comprado un centenar de libros medicinales para descubrir una cura para su duquesa. Repasó cada uno de los libros de los mercados y habló con todos los médicos de la ciudad de Roam. No obstante, ninguno fue capaz de reconocer algo así. Anna pensó en experimentar con su propia dieta, pero por desgracia, ya tenía la menopausia y no quería hacerlo con otra persona.
–¿No me habías dicho que habías tratado a muchos pacientes mientras viajabas, Philip? Qué vergüenza. La medicina de verdad debería hacerse con el corazón, no por avaricia.
–Tus habilidades son increíbles, Anna. Eres sincera y muy entusiasta. Es una pena que no te lleves todo el mérito por ser mujer.
–Me halagas. – Anna sonrió y saboreó su té una vez más.
–¿Quién es la paciente? – La intensidad del fulgor de los ojos de Philip era aterradora.
Anna titubeó. La confidencialidad era uno de los deberes del doctor, sin embargo, no quería perder una pista sobre el estado de su señora como aquella. No sabía porqué Philip estaba bajo vigilancia y eso la hizo decantarse por guardar silencio.
–Sinceramente, vine a buscarte para preguntarte sobre eso.
Era obvio que la doctora de la duquesa sólo iría a pedir una segunda opinión a otro doctor si era para su única paciente.
–¿Se tomo la artemisa desde su primera menstruación…?
–¡Exacto! – Exclamó Anna, alegremente. – ¿Sabes curarlo?
–Por suerte, sí.
–¡Cielos santo!
El tratamiento que había estado buscando estaba justo delante de sus ojos. Si hubiese preguntado desde un principio no habría tenido que pasar por tanto. Sin embargo, no se arrepentía de todo aquel tiempo.
–¿Cómo se la tomó?
–De niña ignoraba los cambios que suceden en el cuerpo de una mujer, e intentó cortar la hemorragia con la artemisa.
–¿Durante cuánto tiempo se lo estuvo tomando?
–Medio año. ¿Tiene cura?
–Estos síntomas requieren unas condiciones en especial: no debe ser virgen y sólo se puede haber unido con un hombre.
–No será un problema.  – Anna no delató a la duquesa, pero los dos doctores se entendieron. – ¿Tiene cura?
Philip bajó la cabeza y no dijo nada. Anna aguardó en silencio para no interferir con sus pensamientos, pero en realidad, Philip intentaba controlar su emoción.
Sí.
–Iré a ver a mi señora ahora mismo. ¡Seguro que le encantará saber que he encontrado la cura! – Anna saltó de la silla sin darse cuenta que acababa de mencionar el nombre de la paciente.
–No sé dónde está la libreta donde apunté la cura. Es un remedio familiar, puede que tarde un tiempo.
–¡Mucho? ¿No puedo ir a buscar la libreta contigo?
–Me temo que no. Está en un lugar secreto.
–Oh, lo siento.
–No pasa nada. Te daré la cura, pero todavía no se lo digas a la paciente.
–¿Cuándo volverás?
–En una semana más o menos.

Después de que Anna se marchase, Philp se sentó en el sofá cabizbajo. La luz iluminaba la estancia. De repente, el anciano empezó a temblar hasta romper a reír como un loco.
–¡Jajaja! ¡No es el final! ¡Todavía no!
Philip no solía perder el control de sus emociones de esa manera. Tenía los ojos inyectados en sangre y le sudaba la frente; era como un espíritu maligno.
Tras la trágica muerte del anterior duque, alguien le había secuestrado. Se desmayó y cuando volvió a abrir los ojos se encontró en la cárcel hasta que el nuevo duque, Hugh, se dignó a irle a ver.
La mirada de Hugh rebosaba odio y le exigió saber dónde estaba el secreto de poder dejar descendencia. Al joven parecía repugnarle la idea.
La aparición de Damian fue una gracia de los cielos, sin embargo, si no conseguía una mujer que compartiese sangre Taran, sería el final.  Toda aquella situación era un milagro. Damian tendría una mujer, los Taran continuarían su legado.

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1 comentarios

  1. Ooooh ora sale que tiene que haber incesto OoO que cosas gracias por los 2 capítulos n_n

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