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marzo 09, 2019


Hai Xiu vino tal y como había prometido. El balneario de aguas termales se encontraba en un suburbio cerca de la zona provincial y tardaron dos horas en llegar.
El coche de Feng Fei y Hai Xiu se unió al resto de coches a las siete de la mañana. Sin bajarse, Feng Fei avistó a Shao Yue Ying y tuvo que admitir que era guapa. No era demasiado alta, pero sus proporciones eran buenas. Tenía la cara pequeña, los ojos enormes y la piel clara. Se había arreglado, de eso no cabía duda. Y la brisa matutina jugueteaba con su cabello rizado.
Feng Fei, con unos pantalones pitillo que le hacían parecer todavía más alto de lo normal, se bajó del coche, se puso las gafas de sol y le echó una mirada de soslayo a la chica a modo de declaración de guerra. No pensaba perder.
–¿No tienes… frío? – Hai Xiu, embutido en un abrigo doble, contempló a Feng Fei con preocupación.
Decir que no tenía frío sería mentir, sin embargo, apenas notaba nada gracias a lo emocionado que estaba.
–¡Un poco! – Exclamó. Shao Yue Ying los estaba mirando desde lo lejos.
–Dame la mano. – Hai Xiu frunció el ceño.
Antes de salir de casa ya le había avisado a Feng Fei que iba a hacer frío y que lo mejor era que se abrigase más, pero Feng Fei hizo caso omiso de sus reproches.
–¿Cómo te has podido venir así? – Le regañó mientras le frotaba las manos. – ¿A quién le quieres presumir?
Feng Fei no pensaba confesar que se había vestido de esa manera para poder competir contra Shao Yue Ying. Se limitó a apartarse a un lado para quedar fuera del alcance de la chica y le murmuró:
–¿Crees que voy a prestarle atención a otro cuando es nuestra primera noche vieja juntos?
–¿De verdad? – Hai Xiu contuvo la sonrisa. – ¿De verdad que no es para presumir?
–Al único al que quiero impresionar es a ti. – Feng Fei sonrió. – ¿Te has quedad prendado de mí ya?
–Sí, claro. – Hai Xiu soltó una carcajada alegre.
–Pues ya está.
–¿Por qué no esperamos en el coche? – Hai Xiu seguía preocupado por él.
–No, tranquilo. – Feng Fei sacudió la cabeza. – Quiero ir a saludar.
Feng Fei tiró de su mano y anduvo hasta el coche que estaba delante de todos pasando por delante de Shao Yue Ying. Feng Fei no se molestó ni en mirarla, pero Hai Xiu se puso en guardia. Deseaba alejarse de ella.
–Qué pronto llegáis, ¿no? – Bromeó He Hao.
–Anda, tira y haznos de chofer. No quiero molestar tanto al conductor de mi padre. Todavía no me ha llegado el carnet.
–Como quieras. – He Hao asintió. Se puso la chaqueta y se bajó del coche.
–¿Son amigos tuyos, He Hao? – Preguntó Shao Yue Ying con una sonrisa de oreja a oreja.
Shao Yue Ying le dedicó una sonrisa encantadora a Hai Xiu.
–¿No eras la delegada? ¿No deberías saber quienes somos? – Comentó Feng Fei para sorpresa de todos.
Shao Yue Ying se quedó de piedra. Hai Xiu apretó los puños y ladeó la cabeza para ocultar su sonrisa complacida.
–Bueno, ya os conocéis. – He Hao rompió el silencio. – Yue Ying, ve y dile al otro delegado que os puede llevar ese coche. Como Feng Fei no tiene carnet, tendré que conducir yo.
Shao Yue Ying volvió en sí y parpadeó.
–¿No tienes carnet? Oh, yo sí. – La adolescente se miró a Hai Xiu con dulzura. – No hace falta que te molestes, He Hao. Ya conduzco yo.
Hai Xiu sintió que la sonrisita de Shao Yue Ying era para provocarle, por lo que sacudió la cabeza.
–No… – No habló muy alto, pero sí con firmeza. – No querríamos molestarte.
Feng Fei contuvo una carcajada al ver la decepción de Shao Yue Ying.
–Oh, ¿no es el coche de Hua Zi?
He Hao se giró para ver.
–Sí, sí. Llevamos esperándole media hora, venga, al coche.
Feng Fei le tiró las llaves a He Hao para que las atrapase. Este se posicionó rápidamente en el asiento del conductor. Aliviado, Hai Xiu inhaló y exhaló, dio media vuelta y volvió al coche con Feng Fei rodeándole con el brazo.
Shao Yue Ying se mordió el labio inferior y se subió a otro coche.

–Enciende la calefacción. – Feng Fei se tapó.
–Caray. – Se quejó He Hao, divertido. – Pensaba que no sabías lo que era el frío.
–Es una cosa de la gente guapa como yo, no lo comprenderías. – A Feng Fei le daba pereza explicarse, tragó saliva y preguntó. – ¿Nos vamos ya o qué?
–No me conozco bien esta carretera, prefiero esperar a que ellos vayan primero. – He Hao se ató el cinturón y esperó al resto. – ¿No os vais a quedar a dormir?
Feng Fei asintió afirmativamente.
–Quiero pasar las Navidades a solas con Hai Xiu. – Miró sonriente por el espejo interior. – Hay demasiada gente por aquí.
He Hao hizo una mueca y Feng Fei se lo miró de soslayo. Hai Xiu, de repente, le escribió algo en la palma de la mano preguntándole qué quería decir, a lo que Feng Fei respondió en gestos que sería un inconveniente. Hai Xiu siguió sin enterarse, pero ignoró su duda para escribir si He Hao sabía lo suyo. Feng Fei afirmó.
–Se enteró, pero tranquilo, no se lo contará a nadie. – Le susurró al oído.
En realidad, a Hai Xiu le hacía ilusión que Feng Fei estuviese dispuesto a contárselo a más gente.
–No hace falta que te andes con pies de plomo con él.
Siendo sabedor de que He Hao sabía lo suyo, Hai Xiu pudo relajarse por fin. Se apoyó al lado contrario de Feng Fei, cosa que disgustó al otro chaval.
–¿Por qué te sientas tan lejos?
He Hao miró por el espejo interior. Hai Xiu se ruborizó.
–Vente para aquí. – Ordenó Feng Fei.
Sin embargo, Hai Xiu hizo caso omiso.
–Si no vienes, te besaré. – Amenazó.
Hai Xiu se apretujo contra él a la velocidad del rayo. Feng Fei sabía lo tenso que estaba.
–¿De qué tienes miedo? ¿Si lo sabe ya no puedes estar conmigo? ¿No sería más fácil si se lo contásemos a todos? A nuestros amigos… y familia. ¿Cuándo lo sepan me vas a ignorar?
–¿Se lo vamos a contar a nuestra familia? – Preguntó Hai Xiu, conmovido.
–Algún día. Tarde o temprano.
A Hai Xiu le inquietaba tener que confesar la realidad de su relación, pero la seguridad de Feng Fei lo tranquilizaban.
–¿Te vas a esconder de mí?
–Me da vergüenza… que el resto nos vea… – Balbuceó Hai Xiu, totalmente rojo.
–No hay de qué avergonzarse. – Contestó Feng Fei con voz grave. – ¿Quién es el que me hizo besarle delante de todo el mundo cuando ganó un juego?
–No-… – Hai Xiu entró en pánico y le tapó la boca. – No digas eso…
Feng Fei se acomodó contra el respaldo del asiento, todo sonrisas y se lo miró con indiferencia. De repente, abrió los ojos del todo y le lamió la palma para que Hai Xiu le soltase.
–Cuando todo el mundo lo sepa… – Susurró Hai Xiu. – No te voy a ignorar…
–¿De verdad? – Feng Fei arqueó una ceja.
Hai Xiu asintió con la cabeza. Todas las frustraciones e inquietudes de Feng Fei desaparecieron de repente.
–¿He Hao?
He Hao llevaba haciéndose el sordo medio día. Tampoco le apetecía hablar con Feng Fei cuando estaba tonteando con Hai Xiu todo el rato, por lo que también fingió ser ciego. No obstante, Feng Fei se levantó del asiento y le movió el espejo interior para asustarle cuando volviese a mirarlo. Bueno, estar ciego era preferible. Porque Feng Fei acababa de empezar a besar a Hai Xiu en el asiento de atrás.

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