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abril 22, 2019


–¡Vaya Cerera! ¡¿De dónde has sacado el valor para hablar así delante del Emperador?! – Elaine empezó a agasajar a Cerera en cuanto llegamos a la habitación.
Estaba de acuerdo con la criada, decir que el pelo del Emperador era “caca” delante de la persona en cuestión era impresionante.
–¿Eh? ¿Qué? – Cerera no era consciente de haber hecho algo tan asombroso. Me dejó en la cuna e inclinó la cabeza perpleja.
–Lo que has dicho…
–¿El qué?
–Pues, eso… – Elaine intentó explicarse, pero Cerera no la entendía. – “Caca”, has dicho “caca”. – Finalmente, Elaine se decantó por reproducir sus palabras exactas.
–¿Y qué pasa? Es lo que es.
Lo último que me habría imaginado es que Cerera poseyese una personalidad tan directa. El Emperador había dejado de reír en cuanto la había escuchado y yo temí por su vida. No obstante, mi nodriza me había sacado de allí en brazos bajo el pretexto de tener que lavarme la boca.
Me extrañaba que Cerera fuese capaz de colmarme de un amor tan sincero a pesar de no ser su verdadera hija.
–Venga, ve a por una toalla caliente.
Elaine se mordió el labio inferior y dejó la estancia. Cerera se acercó una silla a la cuna y me dio palmaditas en el pecho mientras yo yacía allí, inmóvil. Su sonrisa era tan agradable como las flores o una brisa primaveral.
–Me alegra que el Emperador la quiera tanto, princesa. Es la única persona que tiene. – Alcé la vista para mirar a mi nodriza que, de repente, parecía haber recordado todas las penurias del universo y cuyas lágrimas amenazaban por caer. – Sí, todo el mundo señala al Emperador y lo acusan de tirano e invasor, pero eso no es su culpa del todo. – La frágil mujer que hablaba como si estuviese confesándose a Dios parecía estar rezando. Su expresión se tiñó de pena. – Espero que sea capaz de enseñarle al Emperador lo que es la felicidad, princesa. Espero que sepa enseñarle la felicidad que hay en proteger y criar lo que es suyo en lugar de robar lo que le pertenece a otro. Eso es lo que más deseo.
¿Cómo iba a cumplir con las expectativas de esta mujer? Cerera rió como el sol que acaba con las tinieblas, dejándome sin palabras.
–Puede hacerlo, ¡verdad, princesa?
–Señora Cerera. – Elaine entró en la estancia, le entregó la toalla y preguntó algo que llevaba vagándome por la mente mucho tiempo. – Me da la sensación de que tratas a Ariadna como si fuera tu hija.
Cerera rió.
–Bueno, es que es mi hija. – Contestó con firmeza.
Su afirmación me emocionó. Tuve que tragarme las lágrimas, pero Cerera las notó y supuso que estaba soñolienta que y había llegado el momento de dejarme dormir.
–¿Y Graecito? – Dijo Elaine.
La expresión de Cerera se endureció al escuchar el nombre de su hijo. Se sonrojó y se animó.
–Mañana voy a verle.
–¿Oh? ¿De veras?
–Aunque sólo será por unas seis horas…
–¡Me alegro muchísimo por ti! – Elaine le cogió las manos.
Me alegraba que Cerera pudiese ver a su familia después de haberse consagrado a mi cuidado durante tanto tiempo, pero no pude evitar sentir algo oscuro en las profundidades mi corazón. Esperaba que la buena mujer lograse ser feliz algún día, siempre pensaba en ello.
–Mira, hasta la princesa se alegra por ti.
Cerera me miró mover los pies y los brazos y casi rompe a llorar.
–Qué amable es. – Dijo mientras me cogía en brazos.
Quise demostrarle mi afecto, así que le di un beso en la mejilla.
–¡Vaya! ¡Te ha dado un beso! – Exclamó Elaine.
Cerera también me miró maravillada.
–Mi querida princesa… – Le tembló la voz.
–Ts. – Elaine rechistó.
–¿Estás celosa?
–No, no. Yo…
Me reí, la chiquilla estaba claramente muerta de celos, así que extendí una mano hacia ella para que viera que no la odiaba.
–¡Oh!
Era la primera vez que le mostraba algún tipo de afecto. La pobre muchacha tartamudeó sin poder decir nada coherente y se quedó allí, patidifusa.

*         *        *        *        *

El tiempo pasa volando. Ya era un bebé de seis meses capaz de sentarme. A los cinco meses había empezado a crecer con más lentitud, era capaz de usar las piernas y empecé a intentar gatear sin resultados positivos.
–Oh, ¿quiere volverse a sentar, princesa?
Solté una risotada encantada. Últimamente mi nodriza estaba más contenta gracias a que podía ver a su hijo una vez al mes. Yo fingía poder quedarme con otros criados por su bien, así que le concedieron el permiso sin pensárselo mucho.
–Abra la boquita. Ah…–Abrí la boca para disfrutar de la comida solida que tanto había echado de menos. – Poco a poquito. Buena chica. ¿Está bueno? ¿Quiere más?
En realidad, no era más que un puré de frutas, era como beber zumo.

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