58: La alta sociedad de la Capital (2)

abril 21, 2019


Lucia se despertó por la tarde. Repasó el dormitorio con la mirada: el techo era más bajo que el de Roam y era una habitación más pequeña. Todavía tenía que acostumbrarse a la casa, era bastante probable que acabasen pasando allí un buen tiempo.
–Me gustaría ver a una conocida. – Anunció después de comer. – El problema es que no sabe quién soy. Me gustaría confesárselo hoy.
Lo primero que quiso hacer al poner los pies en la capital fue ir a ver a Norman. Llevaba un año sin ponerse en contacto con ella y se preguntaba cómo le iría.
–El doctor le espera, mi señora.
–¿Qué doctor?
–El señor ha pedido expresamente que le hagan una revisión para asegurarse de que no se enferme por el agotamiento del viaje.
Lucia se sonrojó. Ese “agotamiento” del que había hablado su marido seguramente no se refería al viaje.
–Muy bien, ¿sólo es una revisión?
–También le ha comprado unos tónicos, señora.
¡Menudo era su esposo! Su plan no podía ser más obvio. Lucia nunca se había creído débil a pesar de lo pequeña que era su figura, sin embargo, después de casarse con él tuvo que admitir que mantener relaciones con una bestia como con la que se había casado consumía sus fuerzas.
–…Ya veo. Si no puedo evitarlo, que así sea.
–La acompañaré, mi señora. El señor Heba también anda por aquí, así que nos puede escoltar.
Jerome lo había preparado todo de antemano como si le hubiese leído la mente. Tanto el carruaje como el caballero que los acompañaría habían sido despojados de la insignia del duque para no llamar tanto la atención.  Y así partieron hacia el hogar de Norman.

Detuvieron el carruaje a unos cuantos pasos de la casa de la que había sido su amiga. Lucia llamó a la puerta esperando encontrarse con el rostro regordete de la señora Phil, pero no contestó nadie. Insistió un par de veces más, pero no hubo respuesta. ¿Habría salido? ¿Por qué no estaba la señora Phil? No podía marcharse sin verle la cara a Norman, así que se quedó allí de pie.
–¡Lucia! – La llamó una voz.
A lo lejos una mujer acompañada de un hombre comenzó a correr en su dirección saludándola entusiasmada con la mano.
–¡Eres Lucia, ¿verdad?! – Exclamó una versión más entrada en carnes de Norman.
–Norman. – Saludó Lucia.
Norman la abrazó con todas sus fuerzas.
–¡Dios mío! ¡Cuánto tiempo! ¡Déjame verte! Caray, estás todavía más guapa. Qué piel tan blanca… – Norman la examinó de la cabeza a los pies con lágrimas en los ojos ante la incomodidad de Dean y Jerome. – Pasa, pasa. Tienes que contarme dónde y cómo has estado todo este tiempo-…
–Ah, Norman. – La interrumpió la joven. – ¿Él…?
Lucia sentía curiosidad sobre la identidad del hombre que acompañaba a su amiga. El hombre esbozó una sonrisa y se apegó a Norman con una expresión encantadora.
–Casi se me olvida. Es Thomas, mi prometido.
–¿Prometido? – Exclamó sorprendida Lucia.
Norman soltó una risotada avergonzada y los presentó antes de echarle. Thomas quiso acompañarlas, pero Norman no se lo permitió. Era, sin duda, un hombre dulce y amable.
–¿Y estos quiénes son? ¿Tú también…? – Norman se interesó por el par de hombres atractivos que acompañaban a su amiga por fin. Miró inquisitivamente a Lucia como preguntándose cuál de los dos era su pareja.
–No, son mis escoltas.
–¿Escoltas? ¡Vaya, Lucia! ¿Qué te ha pasado? Creo que tenemos mucho de qué hablar, pero ellos…
–No se preocupe por nosotros. – Respondió Jerome.
Norman abrió los ojos como platos. Hasta el momento había creído que Jerome era un hombre del montón, pero su etiqueta y gracia le delató. Norman continuó estudiando a los dos hombres con total descaro hasta que Lucia la empujó dentro de la casa.
–¿Y la señora Phil?
–Dimitió por su dolor de espalda. – Explicó Norman. – Además, me voy a ir dentro de poco.
–¿Te vas?
–Sí, bueno, ya has visto a mi prometido. Me voy a ir a su pueblo a casarme.
–¡Felicidades, Norman! ¿Cuándo te vas?
–Mañana pasado.
–¿En dos días?
–Sí, casi no nos vemos. No sabía cuándo vendrías, así que cuando alquilé la casa les dije que, si algún día te pasabas, que me llamasen.
Lucia se lamentó. Norman era la primera amiga y la primera familia que había tenido jamás. Había sido gracias a ella que había conseguido conocer a Hugo. La diferencia entre la Lucia de ahora y la de cuando se vestía de criada era abismal y le preocupaba que su relación pudiese romperse. Quería despedirse de Norman como la Lucia que conocía, quería dejarla vivir una vida normal y creía que si Norman ignoraba quien era, todo le iría mejor.
–A decir verdad, yo también me he casado.
–¿Qué? ¿De verdad?
–Desaparecí de repente porque me tuve que ir por mi marido. Lo siento.
–Ahora lo entiendo todo… Y no, no te preocupes por eso. Yo también me voy a casar y sé lo que significa, te entiendo. ¿Tu marido es el que te ha puesto esos escoltas?
Lucia asintió a modo de respuesta y Norman continuó con un interrogatorio sobre quién, dónde, por qué y cómo conoció a su marido. Sin embargo, no quiso indagar demasiado para no incomodarla. Supuso que su amiga se había casado con un noble o algún mercader rico a juzgar por el tipo de carruaje en el que viajaba.
–¿Te trata bien?
–Sí, es muy cariñoso.
–¿Gana dinero?
–Sí, – Lucia estalló en carcajadas. – bastante.
–Y por la noche…
–¡Norman!
–¿Qué pasa? No me seas mojigata que estás casada, ya has hecho todo lo que hacen las casadas.
Lucia se ruborizó y Norman continuó molestándola y pidiéndole consejo para su propia noche de bodas.
–¿Sabes? Pensé en enviarte una carta, pero me preocupaba la manera porque pasó una cosa rara.
–¿Una cosa rara?
–Sí, me vino a ver una mujer que aseguró que era mi fan. No sé quién era exactamente, pero por la forma como se movía y se comportaba era noble.
–También puedes tener fans nobles.
–Sí, pero te buscaba a ti.
–¿…a mí?
–Te mencionó de pasada y me dijo que la conocías y me preguntó de qué te conocía yo. Yo le dije que éramos amigas y ya está. No es que me interrogase, pero intentó sonsacarme información sobre ti. No te suena, ¿no?
–No sé. No se me ocurre nadie…
Que alguien estuviese investigándola no le hizo ni pizca de gracia. Lucia imaginó que el verdadero objetivo de la pesquisa era su marido.
–¿Sigue viniendo a verte?
–No, dejó de venir hace meses. No la he vuelto a ver.
Norman le describió las facciones de la desconocida a petición de Lucia que estaba convencida que algún día iría a verla a ella.
–¿Por qué me miras así?
–Estás cambiada.
–Ha pasado mucho tiempo.
–No, no es por eso.
Después de un año lidiando con las damas de la alta sociedad del norte, los modales y comportamientos de Lucia se habían perfilado y ese cambio era evidente a ojos de Norman aunque no consiguiese atinar el motivo.
–Contraté a una persona para que me informase de lo que pasaba en la alta sociedad, pero no hay nadie que lo explique tan bien como tú.
–¿Algo interesante?
–Supongo que… lo del duque de Taran. – Lucia casi se atraganta con el té. – Se ve que se ha casado. ¿Has oído algo?
–Pues no sé…
–Bueno, no solemos fijarnos en estas cosas. Pero este es interesante, se ve que el duque se casó en secreto y se la llevó a sus tierras. – Lucia escupió el té. – ¿Qué pasa? ¿Te has quemado?
–No…
Norman le pasó un pañuelo para que se limpiase la falda.
–Ay, qué rabia. Creo que la mancha no va a salir.
–No pasa nada.
–¿Por dónde iba…? ¡Ah, sí! El duque de Taran. Pues eso, corren rumores que el duque hizo eso porque su mujer es toda una belleza.
Lucia empezó a tener sudores fríos. Esa famosa belleza no era otra que ella misma.
–Se ve que el duque encierra a la duquesa y-…
–¿Vas a seguir escribiendo cuando te vayas? – Preguntó Lucia en un intento desesperado de cambiar el tema.
–No lo sé. No sé si mis novelas se venderán bien en el campo, pero no me preocupa. He ganado mucho dinero aquí y mi prometido tiene una tienda.
–¿Cómo ha podido pasar esto? No creías en el amor.
–Por eso la vida es tan divertida.
La tarde transcurrió tranquilamente. Lucia escuchó los detalles de la historia de amor de su amiga y Norman relató su aventura con los ojos en llamas.
–¿Y tú qué? ¿Eres feliz?
Lucia contestó afirmativamente con una gran sonrisa. Era verdaderamente feliz con Hugo.
–Bueno, puede que te sirva de regalo de bodas. Te he cedido la casa.
–¿La casa?
–Todavía tenía tu cuenta bancaria, así que ya me he ocupado yo de todos los impuestos y del papeleo.
–Es la primera casa que te compraste, ¿no? Está llena de tus recuerdos…
–Por eso quiero que e la quedes. Los recuerdos que tengo aquí son los que hice contigo. No quiero venderla, pero no sé cuando voy a volver. – Dicho esto, se levantó, se sentó al lado de su amiga y la abrazó. – Tienes que ser feliz, Lucia. Me preocupo mucho por ti. Si tu marido no te hace feliz, vente conmigo.
–Gracias, Norman. Si no fuera por ti, yo… – Lucia se quedó sin palabras.
Las dos se abrazaron entre lágrimas de alegría por su encuentro y de pena por su despedida.
Al cabo de un rato, ya más tranquilas. Lucia convenció a Norman para que no la acompañase hasta la puerta con el pretexto de que su buena amiga iba a estar atareadísima preparándose para el gran día.
–Cuídala bien, por favor. Es como mi hermana pequeña. – Le rogó a Jerome.
–No se preocupe. Voy a servirla con el mayor de los cuidados.
A Norman le alivio que Jerome fuese tan buen hombre y deseó que el marido de Lucia también gozase de tan buen carácter. En realidad, la escritora había pensado en presentarle el hermano pequeño de su prometido, pero viendo que Lucia ya no estaba sola la dejó tranquila.

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