85: Recuerdos de mamá (3)

mayo 28, 2019


Lucia se quedó bordando en la salita hasta la hora de la cena. Sus habilidades con la aguja habían mejorado bastante, antes sus puntadas carecían de delicadeza y ahora apenas encontraba alguna fuera del sitio.
Llevaba un año sin ver a Damian y se preguntaba cómo de grande estaría. ¿Cuándo vendría a la capital? Si por Hugo fuese, no saldría del norte jamás.
Las fiestas de té eran una buena oportunidad para establecer vínculos y relaciones, así que, por el bien de crear un camino para Damian necesitaba dejar de evitar a la gente.
–Mi señora. – La llamó Jerome. – El señor ha enviado un mensaje de que llegará más tarde de lo esperado, puede que no esté para la cena, pero le gustaría que cenarais juntos.
–¿Sí?
La noche anterior ya le había avisado de que llegaría mucho más tarde de lo que le avisaba el mayordomo.
Jerome vio claramente la alegría reflejada en el rostro de su señora. El amor de la pareja crecía sin parar día tras día y su cariño había afectado a los criados.
–¿Me quedan invitaciones, Jerome?
–Sí, señora. Cada vez llegan más.
–Elimina cualquiera baile o quedada a gran escala, acepta las que sean más íntimas.
–Sí, señora.
Jerome fijó la vista en el pañuelo que estaba bordando la duquesa con un bonito dibujo de una flor idéntico al que su señor siempre llevaba consigo.
El duque había pegado un cambio asombroso. De una bestia salvaje a un animal doméstico. Nunca había sido un señor duro, era un hombre racional que no regañaba sin razón. No obstante, Jerome había sido testigo de la sed de sangre que emanaba de él hasta hacía poco. Era como si en lugar de llevar piel de humano, estuviese convirtiéndose en uno.
–¿Qué le parecería regalarle un pañuelo bordado al señor, mi señora?
–Uso un hilo demasiado gordo para un pañuelo de seda, lo echaría a perder.
–Podría ser uno de algodón…
–¿Cómo va a llevar un adulto uno de algodón, Jerome?
La risita de la duquesa extrañó a Jerome. Estaba claro que no sabía nada porque era algo de lo que se encargaban los criados.
–Estoy seguro de que le encantaría recibir un regalo vuestro aunque no lo vaya a llevar.
–Mmm… Tampoco es que se me dé demasiado bien, pero… Vale, le haré uno con su nombre.
Jerome esbozó una mueca. Un buen mayordomo comprendía a la perfección los deseos de su amo, y él era un gran mayordomo.

*         *        *        *        *

A pesar de que muchos se reunieron para darle la bienvenida, a Hugo sólo le alegró la presencia de una persona. Rodeó a su esposa por la cintura y se la arrimó al pecho para poderla saludar con un beso.
–Ya estoy aquí.
–Bienvenido.
A Lucia no le disgustaban esas sutiles muestras de afecto, pero seguía costándole hacerlo delante de los criados.
–¿Has cenado?
–Me has dicho que te espere.
–Si tenías hambre, deberías haber comido.
–Tampoco tenía tanta hambre.
–¿Ya está lista la cena? – Le preguntó Hugo a Jerome.
–Pueden pasar directamente al comedor, señor.
Cuando los señores de la casa entraban en el comedor, los criados se mostraban inexpresivos, convencidos de que, si no reaccionaban a sus cariños, la señora no se sentiría incómoda. Desde luego, una casa colmada de amor, era mejor que una fría.
–Pero… ¿qué haces? – Jerome chasqueó la lengua viendo a su hermano boquiabierto.
–…Creo que estoy viendo visiones.
–Mira, vete a mi despacho, cena o algo mientras acabo de servir la cena.
Fabian detuvo a su hermano que estaba a punto de entrar en el comedor.
–¿Todos los días es así? ¿Hacen estas tonterías todos los días? ¿A nadie le sorprende?
–Bueno, ya estamos acostumbrados.
Jerome miró piadosamente a su hermano gemelo que creía que se avecinaba el apocalipsis.

Durante su habitual paseo de después de la cena Lucia le explicó a Hugo que había firmado un contrato con Antoine y, aunque él guardó silencio, no se le veía especialmente de acuerdo.
–Me gustan sus vestidos y voy a seguir comprándoselos.
–Lo que tú quieras.
–Así que, no puedes tener ningún contrato con Antoine que no sea el mío.
–¿…Qué contrato?
Lucia adivinó lo del contrato porque el precio final del vestido para la coronación le pareció demasiado barato, pero la reacción de Antoine se lo confirmó todo. Se había firmado un contrato del que ella no estaba al tanto.
–Ya lo he hablado con ella.  – La ambigüedad de las palabras surgieron efecto e hicieron malentenderlo todo a Hugo.
Antoine era una mujer de sentido común, por mucho que Lucia la hubiese interrogado no habría confesado nada.
–No quería que te preocupases por el dinero. – Admitió el grandioso duque que acababa de caer de cuatro patas en una trampa tan simple a pesar de sus tantísimos años de experiencia.
–No me voy a preocupar tanto a partir de ahora. Pero si me entero de que haces algo y yo no lo sé, me sentará mal.
–Vale, no lo volveré a hacer.
Lucia detuvo sus pasos, le miró a los ojos, extendió los brazos y la abrazó. Le estaba muy agradecida a su encantador marido. Estar entre sus brazos la colmaba de felicidad y deseaba que aquel momento no terminase jamás.

Fabian se sujetaba la barbilla con la mano y contemplaba como dos siluetas se abrazaban por la ventana del despacho de Jerome impacientemente.
–¿Cuándo va a tardar el paseíto? – Farfulló rechinando los dientes. – A este paso se nos va a hacer de día. – Quería informar a su señor y volver a casa con su esposa y sus hijos.
–¿Por qué estás así? – Jerome estaba sentado en su escritorio.
–Déjame en paz. Estoy intentando superar la situación. – Le contestó Fabian que no podía dar crédito cuando había visto a la pareja cogerse de la mano después de cenar.
–Que se lleven tan bien es algo bueno, lo que te pasa es que tienes la mente muy cerrada.
–¡Precisamente por eso trabajo para mi señor! ¿Sabes lo…? Mira, déjalo. ¿Para qué te hablo? Chupaculos. No sé cómo tienes la cara de ir por ahí diciendo que eres el hijo de tu padre. –Jerome se compadeció de su hermano. – ¡Es que no sabes nada! ¿Sabes qué clase de persona es? ¡Si le hubieras visto no estarías tan tranquilo!
Era la primera vez que Fabian deseaba que su hermano hubiese sido testigo de la verdadera naturaleza de su amo.
–¿Y qué? ¿Qué pasa? ¿Qué imagen tienes del señor?
–…Ninguna. Es que me preocupa. ¿No has oído nunca decir que el que cambia de la noche a la mañana es porque está loco?
–No te preocupes por esas tonterías y cuida esa lengua que te va a traer problemas.
Fabian fulminó con la mirada a su hermano y continuó remugando.

El informe sobre David Ramis que Fabian presentó ante Hugo era el fruto de grandes esfuerzos.
–Seguimos evaluando la personalidad del objetivo. Algunos creen que es buena persona y otros que es demasiado cerrado de mente y astuto.
La reputación entre los nobles era siempre extrema. Aquellos con los que se llevaba bien le consideraban una persona encantadora, mientras que los de peor estatus le tenían por un bastardo. Aquello no sorprendió a Hugo que estaba más que acostumbrado a ver los cambios de ser en personas según quien les rodease.
El duque se saltó la información básica como su edad, nombre o relaciones y se centro en una parte más escabrosa. Oficialmente, David había embarazado a una criada a la que habían echado con una compensación generosa, no obstante, la versión no oficial era otro cantar.
–¿Me estás diciendo que hay quien asegura que está muerta?
–Sí. Según una amiga suya que trabajaba con ella, la mujer desapareció sin decir nada. La amiga también dijo que la víctima había estado nerviosa los días previos a su desaparición y que la había pillado llorando.
–¿Pruebas?
–Es difícil encontrar testigos porque pasó hace mucho tiempo. Fui al pueblo natal de la criada, pero su familia tampoco sabía nada.
–Con que no tenemos ninguna.
Asesinar a una criada no sería un golpe contra un duque, sin embargo, este tipo de casos ayudaban a descubrir qué tipo de persona era el otro y David era capaz de cometer atrocidades. El abuso y el asesinato de los criados era algo común que los nobles disfrazaban de castigo o ocultaban tras un velo.
–El padre el objetivo se enfadó y no se volvió a tocar a ninguna otra criada.
–Las malas costumbres no desaparecen. ¿Empezó a ir a burdeles? – masculló. – Debe tener montones de mujeres lanzándose a sus pies con su estatus.
¿Por qué tenía que enterarse de la actividad sexual de ese bastardo? Hugo estaba molesto. Sólo quería saber si tenía que andárselas con cuidado por algo.
–Pregunté a las prostitutas con las que mantiene relaciones y me dijeron que es peculiarmente sádico. Le gusta tener a su pareja sexual totalmente a su merced. Supongo que encontrar a una noble totalmente sumisa no es trabajo fácil.
Nada podía interesarle menos que los detalles de la vida personal de David.
–¿Asociación de los Jóvenes de la Nueva Nación? Será gilipollas.
¿El muy inútil no sabía lo peligroso que era añadir “nueva nación” a su organización? Era como decir que quería sublevarse contra la monarquía.
–Representa que la organización busca atraer a jóvenes. ¿Tiene un motivo oculto?
–Más bien, no sigue lo que debería seguir. No es que esté reuniendo jóvenes a secas, sino jóvenes para que le sigan a él.
–Un grupo de imbéciles.
Da igual como lo decores: la basura es basura. Hugo no vio qué utilidad podía tener indagar más en la organización.
–Hay detalles de interés. El objetivo está al mando de la organización, así que es quien elige las normas y las actividades. Está todo relatado en el libro extra.
Hugo aceptó el libro que su lacayo le entregó, hojeó su contenido y su expresión se heló. Las dos grandes potencias del reino eran el rey, que personificaba la autoridad real, y la nobleza, que expandía su territorio y se encargaba de controlarlo. Con todo, existía un sector de la población entre los nobles que no poseían tierras y que soñaban con ser alguien. En su mayoría eran escolares e intelectuales que insistían en que las leyes debería escribirlas unos ministros y que el monarca debería ser condenable. Eran una minoría insignificante, pero lo suficientemente persistente como para ir ganando seguidores progresivamente hasta poder llegar a constituirse una tercera fuerza.
Los Taran jamás habían empleado la sabiduría que almacenaban en una habitación secreta para desarrollar el mundo. Mientras que el cabeza de familia continuase gobernando el norte, no necesitaban nada más, lo ideal era convivir con una monarquía de autoridad moderada.
Una tercera potencia intentando alzarse contra el régimen era peligroso. En otros tiempos poco le hubiese importado el destino del reino y de su propio título, pero ahora, al menos hasta la hora de su muerte, Hugo necesitaba que la familia gozase de lujos y bienestar que, más tarde, pudiese heredar y disfrutar Damian.
–Sigue investigando.
–Sí, señor. Hay una última cosa que debería saber sobre el objetivo, está en la última sección del informe.
Hugo volvió a coger los documentos y los ojeó, extrañado.
–¿El duque Ramis le está siguiendo?
–Sí, y no es un simple vigilante, parece una investigación. Nos hemos encargado de que no supiera de nuestra existencia.
Hugo reflexionó intentando adivinar las intenciones del duque. No parecía especialmente complacido con su hijo y puede que tuviese en mente la posibilidad de nombrar a otro heredero. Con suerte, las cosas seguirían su curso y se solucionarían sin necesidad de intervenir.
–¿Quiere que sigamos vigilándole?
–No retires a todos los hombres y si veis algo raro, hacédmelo saber.
–Sí, mi señor.
–Buen trabajo. Y busca esto.
Fabian cogió el papel que el duque le extendió: era el dibujo de un colgante diferente a ninguno que hubiese visto antes.
Hugo se había encontrado con el conde a espaldas de Lucia para que el anciano pudiese utilizar el portal cuando se le antojase para poder venir a la capital a ver a su nieta y le preguntó sobre el colgante.
El anciano le había preguntado si le interesaban las antigüedades y, ante la respuesta directa de Hugo sobre que buscaría cualquier cosa que le gustase a su esposa, el conde le dibujó un boceto.
El poderoso duque quería sorprender a su mujer. Echaba tanto de menos a su madre que le encantaría. Sólo de pensar en la cara que pondría se emocionaba.
–Si ya tiene dueño, ¿traigo la información y ya?
–No, haz lo que haga falta para traérmelo. No hace falta que me informes sobre el proceso.
Fabian le echó un último vistazo al boceto antes de marcharse.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images