103: Negociaciones (1)

agosto 29, 2019


 Lucia salió corriendo del dormitorio para recibir a Fabian en cuanto le avisaron de su llegada.
–¿Has visto al señor Krotin? – Preguntó con urgencia una duquesa desgastada por el cansancio. – ¿Está a salvo?
–Sí, no le pasa nada. – Contestó Fabian pensando en que era prácticamente imposible matar a ese bastardo. – La celda no es el mejor de los sitios, pero se está adaptando.
Lucia suspiró aliviada. Katherine le había dicho que Roy era un asesino y aquello también la había dejado más tranquila porque, si él era el criminal, por lo menos, estaba a salvo.
–¿Qué será de él?
Lucia ignoraba los detalles de lo ocurrido más allá de que Roy había matado a la condesa de Falcon y a David. Se enteró de que la criada a la que la condesa le había suplantado la identidad no regresó jamás y presagió su final.
–Todavía lo están investigando.
De las seis víctimas, sólo se había corrido la voz de que Roy era el autor de dos de las muertes. Las dos mujeres envenenadas se asociaban con la condesa y no se había concretado nada sobre los soldados.
–Si se lo encuentran culpable, le condenarán a muerte. Ha matado al primogénito de un duque.
–…Sí, pero-…
–Voy a ir a testificar a palacio, si explico la situación-…
–No, mi señora. – Fabian y Jerome la interrumpieron a la vez.
–Comprenda el motivo por el que el señor Krotin ha guardado silencio hasta ahora. Si usted testifica, la tendrán que investigar también.
Roy era un famoso buscarruidos, nadie dudaba de la veracidad de los sucesos. La princesa Katherine aseguró que la duquesa había estado con ella en el momento de la tragedia, así que Lucia quedó excluida del caso. Que la duquesa se quedase encerrada en su mansión tampoco era sospechoso por lo conocido que era el hecho de que a Lucia no le agradaban salir en público. Además, comprendían que el abominable acto de su escolta debía haberla dejado amedrentada.
–Entiendo su frustración, mi señora. – Fabian quería vivir muchos años y, desde luego, si la duquesa acababa metida en el ajo sus días estarían contados. – Pero, por favor, espere a que vuelva el señor. Le he enviado un mensaje urgente y me ha contestado que ya está de camino.
–¿Entonces me tengo que quedar de brazos cruzados? ¿Y si ejecutan a al señor Krotin? El duque de Ramis no esperará a que vuelva mi marido.
–Eso no ocurrirá, no se preocupe.
El rey no le deseaba mal a Roy. El soldado le había salvado la vida en varias ocasiones, así que, para compensar, esperaría a la llegada del duque de Taran para comenzar con la investigación.
–Y pensar que un hombre inocente como el señor Krotin está en semejante situación por ayudarme… Es imposible que planease un asesinato. Estoy segura de que llegó a la conclusión de que el conde de Ramis me iba a hacer daño y tomó el toro por la cornamenta.  – A Lucia se le enrojecieron los ojos. Se le saltaron las lágrimas y aceptó el pañuelo que Jerome le ofreció casi de inmediato.
Fabian apretó los labios. No podía consolarla admitiendo que Roy era un loco desbocado.
–No podemos juzgar sin contar con el testimonio de Roy. Sé que es frustrante, pero espere a que vuelva el señor duque, mi señora.
–…De acuerdo. Se ve que no puedo hacer nada.
–Lo que importa es que usted esté bien.
Fabian condenaba los actos precipitados de Roy, pero en realidad, admitía que el soldado había hecho bien. Sólo de imaginarse a la duquesa rodeada de rumores sobre una presunta aventura con David era suficiente para que un escalofrío le recorriese la columna vertebral.

*         *        *        *        *

Hugo le confió autoridad absoluta a Callis y partió camino de la capital de inmediato cambiando de montura cada cierto tiempo para poder cabalgar a toda velocidad. Tardó cinco días en llegar a la capital y, aun así, corrió a su mansión sin respetar el tráfico de carruajes que se detenían abruptamente en cuanto lo veían acercarse. Entró en su casa como loco que lleva el diablo. Ni siquiera Jerome que lo esperaba consiguió verle algo que no fuese la espalda mientras trotaba rumbo al segundo piso.

Lucia se hallaba sentada en el sofá de su dormitorio sin motivación ninguna. Jerome no dejaba de insistirle con que comiese algo, pero todo le parecía soso. Tenía la cabeza repleta de preocupaciones. ¿Qué estaría tramando la condesa de Falcon para arriesgarse a usar un objeto mágico? Fabian le había dicho que seguramente su intención era esparcir un rumor sobre ella, pero Lucia no lograba comprenderlo. ¿Para qué? Lucia era incapaz de empatizar con la parte retorcida del ser humano. Ni siquiera en su sueño había albergado rencores o odios profundos por sus deudores.
A Lucia volvieron a llenársele los ojos de lágrimas. Su criada debía estar muerta. Había muerto sin merecérselo. No es que fuese una sirvienta a la que favoreciese, pero era una muchacha sincera y honesta cuya familia no podría quejarse. La duquesa se sentía culpable por no haber sido capaz de protegerla y se lamentaba por no saber cómo consolar a los que había dejado atrás.
En ese momento, escuchó el sonido de la puerta abriéndose y se puso de pie de un salto en cuanto reconoció a la persona que entró en el dormitorio. Quiso correr a sus brazos, pero se quedó inmóvil.
–¿Hugh…?
Hugo se la llevó a los brazos sin darle tiempo a pensar.
Lucia escuchó un suspiro. Se deleitó con el aroma de su esposo y se le aceleró el corazón.
–¿Te duele algo?
Su voz no era una ilusión.  A Lucia se le hicieron las piernas mantequilla y cayó entre sus brazos.
Hugo abrazó a su exhausta esposa y se sentó en el sofá. Apoyó la cabeza de Lucia sobre su pecho, le rodeó la cintura con un brazo para mantenerla sujeta, le acarició la frente y le besó los ojos húmedos.
–Hugh, el señor Krotin está-…
–Lo sé. ¿Tú cómo estás? Me han dicho que te habías desmayado. ¿Has llamado al doctor?
–Me dijeron que me inyectaron una anestesia. Estoy bien, no me duele nada. Pero por mi culpa, el señor Krotin está-…
Hugo acogió a su esposa consolando su llanto con palmaditas en la espalda. En cuanto la había visto, toda su ansiedad se había esfumado como por arte de magia. En el mensaje no habían mencionado a su esposa y eso le preocupó todavía más.
–Para, Vivian. No llores más.
–¿Qué voy a hacer? Krotin…
–Ya me encargo yo. – Hugo le sujetó la barbilla y le secó las lágrimas con las manos. – Estás más delgada. – Le besó los labios. – ¿Estás comiendo bien?
–Estoy bien, estoy bien protegida.
–Por supuesto, te dije que sólo tenías que preocuparte de comer y vivir bien, ¿no?
–Pero es que todavía no había pasado esto…
–No pasa nada, no hay nada de qué preocuparse.
Lucia estalló en carcajadas. Las palabras de su marido parecían arreglarlo todo, como si realmente no fuera necesaria su preocupación.
–Tienes las manos frías. – Lucia sonrió por primera vez desde el incidente. – Y la cara.
–Es porque he venido cabalgando. ¿Estoy demasiado frío?
–Me gusta, estás fresquito. Me ayuda a despejarme la cabeza.
Hugo se la miró, le atrapó las mejillas con las manos y la besuqueó por todos lados.
–Hugh… ¡Hugh! ¡¿Qué te pasa?!
–Me estoy asegurando.
–¿De qué?
–De que estés aquí de verdad. Cada vez que cerraba los ojos te me aparecías, pero desaparecías en cuanto abría los ojos.
Lucia le pidió que parase, pero él hizo caso omiso durante un buen rato.
–¿Qué ha pasado con tu vasallo?  Me dijiste que era importante.
–Se lo he encargado a alguien de confianza y he vuelto. Lo de aquí era más importante.
–No sé qué hacer. No se me ocurre cómo puedo ayudar al señor Krotin.
–Ya te he dicho que me encargaré de ello. Te dije que podías imponerte todo lo que quisieras, y menuda manera de hacerlo.
Lucia ladeó la cabeza recordando lo que le había asegurado su esposo en otro momento, ahogó una exclamación indignada y le pegó en el pecho.
–¿Te lo estás tomando a broma?
Hugo se rio y le dio otro besito.
–Sólo te estoy diciendo que no te preocupes.
–¿De verdad puedes arreglarlo?
–Claro. No te preocupes, no le pasará nada.
–Sé que el señor Krotin es importante para ti. Si le pasa algo, tú también te pondrás triste. No quiero verte así.
Hugo se la quedó mirando, entonces, soltó una risita, extendió los brazos y la abrazó. Era raro. Roy le caía bien, pero no hasta el nivel de ponerle un nombre o darle importancia, y sin embargo, escucharla repetir que el soldado era importante para él lo estaba empezando a convencer.
–Me alegra volverte a ver. Te he echado de menos, Hugh.
Hugo volvió a besar a su amada esposa que le susurraba las palabras más bellas del mundo exclusivamente a él.

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