104: Negociaciones (2)

agosto 29, 2019


 Lucia se acomodó en el pecho de su amado esposo regocijándose por su regreso y, después de tantos días de insomnio, terminó quedándose dormida. Hugo, entonces, bajó al segundo piso después de depositar a su esposa en la cama.
–El asunto no tiene buena pinta. – Fabian ya le esperaba.
El lacayo le entregó un informe. Ya había transcurrido una semana desde el incidente. De haber estado presente el mismo día, Hugo habría sido capaz de arreglarlo en un santiamén, pero ahora se complicaba. Los rumores de las acciones de Roy estaban demasiado bien esparcidos como para poder lidiar con ellos y sería prácticamente imposible que la gente no inquiriese sobre la muerte del hermano de la reina. Muchos incluso hablaban de una posible guerra entre ducados.
–¿Podemos sacarlo?
–Creo que es imposible.
Roy no se explicó ni rogó, tampoco justificó sus acciones porque para ello tendría que mencionar a la duquesa.
Hugo pensó en la forma más extrema de librar a su amigo: culpar a David de rebelión. El rey no cooperaría, pero siempre podían manipular las pruebas. Poco le costaría difamar la organización de David, aunque su intento de golpe de estado no se perdonaría con su pérdida. Todos los involucrados saldrían malparados. Los enemigos del duque de Ramis no echarían a perder esta oportunidad dorada de acabar con él y, de ser así, la reina se vería arrastrada por el peso de su familia. Por supuesto, el rey no permitiría que su suegro fuese acusado de semejante crimen…
¿No habría alguna manera de sacarlo en secreto? Si ayudaba a Roy a fugarse se enemistaría con el duque de Ramis y, al final, con el rey. Hugo no le temía a la monarquía, poseía poder más que suficiente para acabar con todos, sin embargo, una guerra precisaba una justificación. A los guerreros había que proporcionarles un motivo para luchar, para que estuvieran dispuesto a perderlo todo por los Taran. Nadie se lanzaría a la batalla para defender a un guerrero acusado de asesinato.
Por mucho que decidiera quedarse en el norte y no volver a pisar la capital nunca más, la naturaleza de Kwiz le empujaba a cortar de raíz toda posible amenaza y, aunque él se sabía defender, su esposa era frágil. No podía atraparla en una vida de nerviosismo y peligro. No podía hacerle algo así a su mujer. Así pues, Hugo requería la cooperación del rey.
 Fabian se quedó de pie a la espera de la decisión de su señor, expectante. La única forma de zanjar el asunto era perder a Roy, era el único desenlace beneficioso.
–Voy a palacio. Avisa a Su Majestad que quiero una audiencia privada.
–Sí, mi señor.

*         *        *        *        *

Hugo entró a palacio sin que nadie lo viese. La gente se acabaría enterando de su regreso mediante el boca a boca, pero cuánto más tardase, mejor.
–Has venido volando, ¿eh, mi querido duque? – Kwiz lo saludó alegremente.
El rey escondía sus emociones y pensamientos tras una máscara de desenfado.
–Ha sido llegar y enterarme de esta catástrofe.
–¿Qué vas a hacer? – Kwiz no se anduvo con rodeos.
La situación estaba en su punto culminante. El no tocar a Roy durante todo este tiempo a pesar de los llantos de la reina y su suegro destrozado ya había bastado para demostrar su buena fe. Las circunstancias eran, desde luego, extrañas. ¿Cómo podía ser que la condesa de Falcon tuviese en sus manos un objeto mágico de los Ramis? ¿Por qué había llevado a tantas nobles a la salita de Katherine? Asesinar a una criada de palacio para robarle la ropa era comprensible, ¿pero por qué la criada de la duquesa? Se creía que la condesa tenía algún tipo de trato con David, pero no había pruebas de ello y tampoco estaba claro cuál era su intención. Que el heredero del ducado pasase tanto tiempo en sus bares no era delito.
El duque de Ramis aseguró que le había permitido a su hijo volver a la capital para pasar el día con él y que el objeto mágico se lo habían robado hacía mucho tiempo.
Y, por último, Roy que asesinó a todos los implicados, se rehusaba a hablar. No había pruebas que revocasen las declaraciones del duque, así que, Roy era un asesino de sangre fría y David había muerto injustamente.
–La cosa no tiene buena pinta.
–Necesitamos que el señor Krotin diga algo para poder encajar todas las piezas del rompecabezas. Aunque, la verdad, ya es demasiado tarde. Mi suegro sólo pide que se ejecute al señor Krotin como dicta la ley, no desea acusarte de una conspiración ni nada pro el estilo. Me sorprende que pueda mantener las formas después de lo que le ha pasado a su hijo.  – Hugo no dijo nada. – Absolver al señor Krotin será difícil. Si resolvemos lo del asesinato, mi suegro se aferrará al hecho de que Krotin tenía un arma dentro de palacio para asesinarme y si consigue el apoyo público, todo terminará en una controversia política y tu familia también se verá afectada. Me gustaría evitar eso.
Las dos potencias en contra del rey continuaban existiendo. Todavía no se había librado de ellas, así que, si sus dos grandes apoyos se enfrentaban, el rey quedaría expuesto a cualquier plan.
–¿Por qué el señor Krotin no dice nada? Me tiene tan intrigado que no puedo ni dormir.
–¿Puedo verle?

*         *        *        *        *

La celda de aislamiento estaba diseñada para que cualquiera tuviese que pasar por dos puertas para llegar al prisionero. Así, si el prisionero conseguía escapar de los barrotes tendría que vérselas con los soldados que vigilaban más allá.  Roy era, por supuesto, peligroso, pero el rey lo había encerrado en semejante lugar para que nadie pudiese acceder a él. El duque de Ramis podía intentar asesinarle por venganza.
Tumbado en el suelo de piedra, Roy vio cómo un conocido se le acercaba.
–¿Te duele algo?
–Estoy bien. – Aseguró poniéndose en pie, extrañado porque la primera pregunta de su señor fuese sobre su bienestar.
–Sé que le explicaste la situación a Fabian. ¿Hay algo que no hayas contado?
–No. Ha llegado muy rápido, mi señor. Creí que tardaría más. – Roy pensaba que no vería a su señor antes de morir. – ¿Voy a morir? – Preguntó tranquilamente, como si no hablase de sí mismo.
Era consciente que asesinar a David no era una tontería, sin embargo, estaba listo para morir en cuanto le partió el cuello a ese hijo de puta. No se había planteado matar también a Anita, pero en cuanto la vio entrar en la habitación decidió que debía hacerlo. Fue una decisión sabia: de estar viva, Anita hubiese envuelto a la duquesa en una zarza de mentiras convirtiéndola en el centro de todo tipo de rumores.
–No. – Hugo frunció el ceño. – Si quieres salvarte, tendrás que olvidar tu honor. ¿Qué te importa más, tu honor o tu vida?
–¿Honor? – Roy esbozó una mueca. – Nunca he tenido de eso.
Hugo soltó una risita.
–Me alegro. Aguanta un poco más. – Hugo se lo quedó mirando unos segundos antes de continuar. – Has hecho bien.
Roy se rio y llamó a Hugo antes de que se marchase.
–¿Esto sirve de compensación?
A Hugo se le iluminó la mirada.
–¿Lo has…? – Hugo sonrió un poco. – No, ahora me volverás a deber la vida.
–¿Qu-…? ¡Hey! ¿Cómo he acabado así? ¡Tendría que haber huido cuando me entere de que eras un trapacero!
Hugo abandonó la celda dejando atrás los murmullos quejumbrosos de Roy.
–Encuentra a un prisionero condenado a muerte que se parezca a Roy. – Le ordenó a Fabian en cuanto salió de la cárcel.
Fabian inclinó la cabeza afirmativamente y se dispuso a seguir sus órdenes.

*         *        *        *        *

Katherine se dejó caer por el palacio de la reina.
–¿Cómo está la reina?
–Postrada en la cama. No come. – Le contestó la criada visiblemente preocupada.
Katherine suspiró y entró en los aposentos de la reina. Beth llevaba encerrada varios días por la conmoción que le había causado la muerte de su hermano.
–Estás embarazada, tienes que recuperarte. – Katherine le cogió la mano para consolarla.
–No hice nada por él. – Beth parecía haber perdido el entusiasmo. – Cada vez que nos encontrábamos le decía cosas objetivas.
Su hermano no era el mejor, pero seguía compartiendo su sangre. Cada vez que se encontraban le regañaba con la esperanza de que cambiase y mejorase, pero ahora que no estaba se arrepentía de no haberle halagado ni una sola vez. A su padre le importaba muchísimo más el honor de la familia que David y su muerte poco le interesaba a su marido. Nadie lloraba la muerte de su hermano y aquello la destrozaba.
–Conozco al señor Krotin, sé que le salvó la vida a mi marido muchas veces. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué?
–La verdad saldrá a la luz. De alguna manera conseguiremos respuestas. Su Majestad el rey está preocupado por ti.
Katherine recordó lo ocurrido aquella noche. Alguien le aviso de que el rey la estaba llamando, pero por el camino se lo encontró en el pasillo. Su hermano le preguntó qué hacía ahí y ella, extrañada, le respondió que se lo contaría en otro momento. Furiosa se dispuso a descubrir al pocavergüenza que había osado engañarla. La princesa ignoraba la verdad de l incidente, su hermano se negaba a darle detalles y todo se investigaba en secreto. Sin embargo, adivinó varias partes. La condesa había intentado, sin duda, dañar a la duquesa, así que decidió testificar a favor de la duquesa para que fuese cual fuera el motivo por el que la condesa quería apartarla, su plan fracasase.
La investigación de Kwiz hubiese tomado un rumbo muy distinto si supiese esos detalles. Habría concretado que todo había sido una conspiración contra la duquesa de Taran, una posibilidad impensable ahora mismo.

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