108: Como debe ser (2)

agosto 29, 2019

Lucia rememoró lo ocurrido en su sueño una vez más tras una conversación que había mantenido con las nobles en la fiesta de aquel día. El futuro que su visión le había mostrado había cambiado completamente, así que cierto día envío a alguien a su pueblo para constatar unas suposiciones.
Rossa, su amiga de la infancia, se había casado con un vecino y, sorprendentemente, el árbol donde solían jugar de niñas quedó reducido a un tocón. Según cuentan los aldeanos, un rayo lo partió, así que decidieron cortarlo. Por lo que, si no había un árbol al que subirse, tampoco accidente.
El futuro cambiaba, pero a la vez, seguía su curso en ciertos puntos como el rey queriendo casar a las princesas.
Lucia preguntó a las nobles sobre la condesa de Matin y descubrió que, meses atrás, se había divorciado y mudado al este. La duquesa se quedó pasmada. Fue como si le tirasen un cubo de agua fría encima. En su sueño la habían casado al conde por la única razón de ser la princesa más mayor de palacio, pero ahora que ella ya estaba fuera de la casa real, su hermanastra asumiría su destino fatal.
–¿No puedes dormir? – Hugo la rodeó por la cintura y le besó la esquina de los ojos.
Era algo recurrente que su esposa suspirase de vez en cuando incapaz de dormir. En aquel momento pensó que la causa debía ser su anhelo de ser madre, por lo que entró en pánico y no consiguió conciliar el sueño. Sabía que tenía que hablar con ella sobre lo del niño, pero le inquietaba ignorar hasta qué punto debía abrirse.
–¿Y tú?
–No paras de suspirar.
–¿Sí? Pues ya me callo, duérmete.
–¿Qué pasa? ¿Te preocupa algo?
–¿…Sabías que el rey quiere casar a las princesas?
Toda la energía abandonó el cuerpo de Hugo cuando la escuchó hablar de un tema sin relación ninguna a un bebé.
–Sí, algo he oído.
–Pues hoy me he enterado de que la condesa de Matin se ha divorciado.
–¿Matin?
–No creo que la conozcas. Es una familia de la que no se suele hablar.
–¿Te llevabas bien con ella?
–Bueno, la conocía un poquito.
Lucia no solía detallarle cada rumor que corría entre los nobles, por eso Hugo pensó que se llevaba bien con la condesa.
Lucia se apoyó en el hombro de su marido y le cogió la cara para ratificar que aquello no era un sueño.  De vez en cuando le preocupaba lo surrealista que parecían sus días.
–¿…Qué pasa? – Hugo le cogió la mano y le besó la palma. Entonces, le acarició la frente y le apartó el pelo de la cara.
Lucia frotó la cara contra la mano de su marido.
–¿Qué pasa? – Preguntó Hugo preocupado por lo triste que le pareció aquel gesto.
–Intenta evitar que alguien se case con el conde Matin, por favor. – Le rogó.
Si alguna de las otras princesas tuviese que pasar por la misma experiencia espantosa que ella había vivido en su sueño se sentiría mortificada el resto de su vida.
–Sé que es raro. Que se trata de una hermana a la que ni siquiera he visto. Pero no puedo lavarme las manos cuando sé la tragedia. No puedo permitir que se case con ese hombre. Un hombre que… pega a su esposa y la obliga a hacer cosas peores…
–Vivian. – Hugo abrazó el cuerpo tembloroso de su esposa.
–Si no me hubiese casado contigo, seguramente… Habría acabado con él.
–¿Por qué crees eso?
Lucia le explicó detalles de su pasada relación con el conde controlando la ira que amenazaba con aparecer.
–Has hablado mucho con la condesa.  Vale, me encargaré de ello. Ya puedes olvidarlo.
–¿…De verdad? ¿Puedes… evitarlo?
Hugo se quedó atónito. ¿Qué si podía hacer una tontería como esta? Si le apetecía podía cambiar al rey.
–Claro, tienes un marido habilidoso.
Ella soltó una risita entre sus brazos. Hugo suspiró aliviado, pero al mismo tiempo le molestó que la condesa de Matin hubiese compartido detalles tan escabrosos con su esposa. Sin embargo, era el marido de esta condesa que le molestaba aún más.

*         *        *        *        *

Hugo llevó a cabo una investigación esmerada sobre el conde Matin. Conforme avanzaba con su lectura del informe, más desagradable se le antojaba. El conde se divorció de su primera esposa cinco años después de la boda; la familia de su segunda esposa anuló el matrimonio un mes más tarde y hacía unos meses que se había divorciado de la tercera. A todo esto, el mes anterior el conde Matin había hecho una propuesta a la familia real para que le concedieran su cuarto matrimonio. Contaba con tres hijos. El mayor y el segundo, fruto de una aventura, estaban registrados como hijos de la primera esposa que, al parecer, acordó aceptar al bastardo a cambio de conseguir el divorcio. El tercer hijo oficial era de la tercera y, aunque había unos cuantos bastardos más, no los había reconocido como suyos. Presuntamente, su impotencia era el resultado de una promiscuidad descomunal durante su juventud. En resumen, era un hijo de puta, pero ser un cabrón no impediría a Kwiz aceptar su propuesta mientras que la dota fuese generosa.
La única hermana que Kwiz reconocía era Katherine, con la que compartía madre. El resto eran enemigos o cargas inútiles que atentaban contra el presupuesto real. Si el rey aceptaba al conde, la elegida sería la princesa Cecil que cumpliría los dieciocho ese mismo año.
¿Cómo se habría enterado su mujer que el conde se había presentado para casarse con una de las princesas? Pero Hugo no continuó preguntándoselo mucho tiempo, de repente se le ocurrió que la princesa Vivian podría haber acabada siendo la esposa de ese montón de basura. La mera posibilidad le enfurecía.
El duque meditó sobre cómo lidiar con la petición de Lucia. Interceptar una propuesta que ya estaba en palacio era mucha molestia y si le pedía un favor al rey era como darle rienda suelta a cualquier exigencia que el monarca desease.
–Deshazte de este hombre. – Le ordenó a Fabian. – No lo quiero ni ver.
–¿Complicado o simple?
–Simple.
–Así será, señor. Por cierto, siento informarle que aún no he encontrado el colgante.
A Fabian le inquietaba el silencio de su señor sobre el colgante. Había peinado prácticamente todo el reino, pero no había encontrado ni la menor pista.
–¿Eh? Ah, ya puedes dejar de buscarlo.
Hugo olvidó mencionar que ya no necesitaba el colgante. Ni siquiera se sintió mal por el despliegue de hombres que habían estado buscando arduamente el rastro del objeto.

Una semana después del conde Matin falleció en un accidente de carro. Hugo informó a Lucia sin especificar que había sido cosa suya.
–Estaba pensando cómo ocuparme del asunto y me he enterado de que está muerto. – Comentó impasible, como si se tratase de un perro callejero.
Lucia comprendía su reacción, para él, el conde significaba menos que un perro.
–¿...Muerto?
Lucia no daba crédito a sus oídos. ¿Cuánto le había maldecido en su sueño? Rogó y deseó la muerte de aquel miserable, aunque significase cargar con un castigo peor. No creía que el conde pudiese morir en un accidente de carro. Era inverosímil.
–¿Te sorprende? – Hugo la abrazó.
–¿…Sorprenderme? Sí, puede…
–¿Por qué?
–Porque ha sido por algo muy trivial… Pensaba que era invencible, un hueso duro de roer…
Hugo pensaba que para su inocente mujercita que se había criado sin poner un pie fuera de palacio hasta que se casó con él, el comportamiento del conde debía haber sido alarmante. Su visión del mundo era escabrosa, un lugar plagado de maldad y de personajes como el conde, no obstante, su esposa no necesitaba ser consciente de toda aquella oscuridad.
–Ya está muerto. Deja de pensar en ello. Ya no se puede casar con nadie.
–…Ya veo. – Entonces, Lucia se acordó de algo. – ¿Y qué será de la casa del conde?
–Tiene un heredero.
–La condesa dejó a su hijo pequeño ahí.
Ahora que el conde no estaba, su familia no se vería envuelta en un enredo político que los condenaría a muerte, ni Bruno tendría que ser exiliado a otro reino. Lucia recordó a su querido Bruno que tanto añoraba a su madre en silencio. El mayor de los hijos del conde no parecía del tipo que cuidaría con mimo a su hermano pequeño.
–Puedo enviarle a su casa si la condesa quiere. – Hugo contuvo su irritación e intentó mantener un tono amable. No le gustaba no tener toda la atención de su esposa.
Hugo decidió callar la posibilidad de que la condesa no aceptase a su hijo para poder casarse otra vez. Raramente las nobles elegían la soltería hasta que sus niños eran mayores de edad. Su bienestar iba antes que el de sus hijos.
–¿De verdad? – Preguntó Lucia con ojos relucientes.
Hugo soltó una risita. Su esposa le subestimaba demasiado, Sólo existía un puñado de cosas fuera de su alcance, como revivir a los muertos.
–Ya puedes dejar de comerte la cabeza.
–Vale. – Sonrió con dulzura, como si se hubiese quitado un peso de encima.
Hugo le mordió las mejillas. Su mujer era preciosa.
–Muchas gracias, Hugh.  – Dijo Lucia aferrándose a su cuello.
–Si tan agradecida estás, dame un regalo.
Lucia estalló en carcajadas, levantó la cabeza y le besó.
–¿Amarte no es suficiente?
Él la abrazó y le susurró al oído:
–Más que suficiente.
Era increíble cuánta felicidad le aportaba una mujer tan menuda. Le inquietaba que su destino, que jamás había sido benevolente con él, estuviese cediéndole tanta alegría.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images