16

agosto 11, 2019


El tiempo cambió. Admiré las copas coloridas de los árboles por la ventana y contemplé como las hojas caían al suelo. El invierno era inminente.
–Princesa, aquí viene el avión. – Me avisó Cerera.
A partir de los ocho meses mi dieta cambió a mejor, ahora consistía de comida para bebé y leche fresca.
–¿Está bueno?
–Buano. – Repetí con torpeza.
Al fin era capaz de reproducir sonidos que se asemejaban a las palabras del idioma. Continuaba pronunciándolas con visible dificultad, pero suponía que hasta los cielos envidiaban mi alto coeficiente.
–¡Sorpresa! – Exclamó Elaine saltando desde abajo.
Considerando el empeñó que había puesto la muchacha, decidí dedicarle una sonrisa para contentarla.
–¡Vaya! ¡Le ha gustado! – Comentó Elaine apoyándose en los barrotes de mi cuna.
Los cuchicheos de las criadas me dejaron claro que era una bebé fácil de criar. Por supuesto, que no me sorprendí. ¿Quién no querría cuidar a una bebé que no llora, se queja o se porta mal?
–Está enorme, princesita. – Me halagó Cerera lavándome la boca con un pañuelo.
Mi nodriza tenía muchísimo mejor aspecto que cuando nos conocimos. Esa parte tan seria suya había desaparecido por completo y yo sabía que cuando creciese lo suficiente como para poderme dejar en manos ajenas, Cerera tendría permitido ver a su propio hijo más a menudo. Enterarme de esto último me dio un propósito para intentar crecer lo más rápido posible… Aunque no estuviese en mis manos.
–Le ha cambiado la cara mil veces en un momento. – Indicó una voz que reconocí fácilmente.
Cerera y Elaine estaban ocupadas limpiando los restos de mi comida, así que pude mirar de mala manera al dueño de la voz con todo el rencor que quise.
–Ay, eso duele. Te alegras de verme, ¿eh?
Continúe echándole pestes mentalmente al hombre invisible hasta que éste estalló en carcajadas sonoras. Menudo imbécil.
–¡No me puedo creer que ya no me quieras como antes! – El odioso personajucho se coló en mi cuna e insistió en continuar hablándome a pesar de mi visible rechazo. – Eres tú la que dijiste que soy el único con el que puedes hablar.
Pero yo no quería hablar con un loco como él. A este hombre no parecía molestarle el asco que le tenía.
–¡Ay, qué mona eres! – Exclamó.
Le insulté, maldije y amenacé para que se marchase, pero todo lo que conseguí de él fue un: “no quiero” y se quedó ahí plantado, acariciándome la cabeza.
–Es fascinante. Ni siquiera Keitel me puede ver cuando estoy así. –Dijo Dranste con extraña sinceridad. La luz azul que reflejaba su mirada demostraba que no era humano. – Tú también me dijiste que era fascinante que pudiéramos hablar.
Aquello era cierto, pero poco tenía que ver con que tuviese que soportarle durante tanto tiempo, constantemente. Cuando le pregunté el motivo del porqué podíamos entendernos, Dranste se limitó a decir que era parecido a la telepatía porque le daba pereza explicármelo con más detalle. Además, mi linaje de mi vida anterior había influido en mi intelecto superior y en mi buena vista.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images